Es cierto que la Corte Suprema de Estados Unidos empató 4-4, el 23 de junio de 2016, derrotando así las medidas migratorias de Obama que aliviarían a casi cinco millones de personas que son estadounidenses de vida, pero sin papeles.

Pero que los anti-inmigrantes no echen las campanas al vuelo. Es cierto que la corte de Texas (y los otros 25 estados que cuestionaron la legalidad de las órdenes ejecutivas de Obama) puede mantener el bloqueo al alivio migratorio que pretendía la Casa Blanca. Sin embargo, este caos provocado por el “día de la infamia” de la Corte Suprema, este Pearl Harbor del movimiento pro inmigrante estadounidense, puede provocar un contraataque de consecuencias tan pacíficas como transformativas. Porque, en definitiva, la Corte lo dejó todo en el aire, a millones de familias en el limbo, pero esa crueldad de hoy puede ser lo que en un futuro cercano abra la puerta a una solución que se acerque más a la palabra justicia.

Recuerden esto quienes hoy sufren: la Corte Suprema no emitió una opinión, lo cual, según expertos, hace posible que las medidas de Obama se acepten a la larga. Claro que para que lo que acabo de decir tenga sentido, se necesita que la supuesta candidata demócrata, Hillary Clinton, gane la Casa Blanca (el virtual candidato republicano Donald Trump ya ha dicho que, como presidente, se cargaría todo lo que huela a legislación Obama).

■ La “vergüenza” de María Gómez, presidenta de Mary’s Center.

El dolor es real. La presidenta de la clínica comunitaria Mary’s Center, María Gómez, nos lo dijo con contundencia: “DACA: ¡Qué vergonzosa decisión!”

“Como presidenta de un centro que apoya y trabaja con miles de familias inmigrantes, honestas y trabajadoras, me siento completamente avergonzada y decepcionada del fallo de la Corte Suprema de bloquear la implementación de DACA y la expansión del DAPA.

Esta decisión deja en el limbo a millones de familias cuya única opción de sobrevivir a la violencia, el vandalismo y la falta de mano dura del gobierno de sus países, fue huir de sus tierras para buscar un mejor futuro”, expresó Gómez cuyo trabajo con la comunidad inmigrante ha sido reconocido por la Casa Blanca.

“Es absurdo que la Corte Suprema ofrezca tan poco apoyo a familias necesitadas que se han dedicado a trabajar de sol a sol y han ayudado a crecer la economía de este país. La decisión de los jueces Roberts, Kennedy, Alito y por supuesto, Thomas, uno de nuestros mayores detractores, es una vergüenza para este país y un insulto para nuestros inmigrantes”, apuntó Gómez al tiempo que dijo sentirse alarmada por la falta de sensibilidad de una Corte que, en “un país que supuestamente está construido sobre la base de los valores familiares” parece dar a entender que “las familias son importantes siempre y cuando no sean inmigrantes”.

“¡Qué ironía!”, exclamó la presidenta de Mary’s Center. “Un país edificado en su mayoría por inmigrantes, ahora está juzgando sus bases. Igual de irónico es que los gobernantes demanden que todos trabajemos y seamos autosuficientes para no depender de los programas de subsidio, y al mismo tiempo, le esté bloqueando la oportunidad de trabajar bajo la ley a los inmigrantes.

Pareciera que a la Corte Suprema le faltó ver que las familias inmigrantes, con ley o sin ella, siguen siendo las más trabajadoras pese a la angustia de pensar que un día dejarán de ver a sus hijos, norteamericanos, por causa de una deportación injusta y una decisión arbitraria de sus jueces”.

El escenario que describe Gómez es bien conocido por muchas familias en este país y por quienes nos dedicamos a informar sobre la comunidad inmigrante hispana en Estados Unidos: “Me pregunto qué puede ser peor para un hijo que ser levantado a la media noche por golpes en la puerta de su hogar de la migra y luego ver a sus padres esposados, dejándolos a la deriva de una ley sin futuro”, dijo Gómez.

Y repitió Gómez las palabras del legislador demócrata por Illinois, Luis Gutiérrez: “no deberían preocuparse por los cinco millones de inmigrantes que se ven afectados por esta decisión (de la Corte Suprema); que se preocupen por los 40 millones de inmigrantes que son residentes y ciudadanos que muy pronto van a gobernar este país”.

“Estoy de acuerdo con usted congresista Gutiérrez”, dijo la presidenta de Mary’s Center. “Muy pronto llegará el día en que estos niños y jóvenes tomarán las riendas de los Estados Unidos. Cuando llegue ese día, ellos les demostrarán a quienes los han señalado por sus orígenes, que a pesar de las injusticias y los señalamientos que dejaron cicatrices difíciles de sanar, por sus venas solo corre amor y patriotismo por el país que los vio crecer y progresar”.

■ Esto es lo que no entiende el profesor Gonzales de Harvard

Roberto G. Gonzales de la Harvard Graduate School of Education y autor de ‘Lives in Limbo: Undocumented and Coming of Age in America” escribió que la Corte Suprema bloqueó un pequeño programa migratorio que ha prestado un servicio enorme a la sociedad estadounidense. Hace cuatro años, la administración Obama anunció un programa que ha cambiado vidas y ha permitido que jóvenes inmigrantes se libren de la amenaza de la deportación inminente dándoles además la posibilidad de trabajar legalmente en el país. Gracias a las medidas de Obama, gracias a DACA, unos 730.000 jóvenes se han insertado en la sociedad y todos nos hemos beneficiado con ello.

Cuenta Gonzales en un artículo publicado en The Washington Post, el 24 de junio —un día después de la decisión de la Corte—, que su equipo de Harvard llevó a cabo un sondeo con jóvenes “DACAmentados” en el que se comprobó el impacto positivo del programa en la sociedad estadounidense: oportunidades económicas, educacionales y el enorme logro emocional para los jóvenes. Y explica el profesor de Harvard que “estos jóvenes no viven aislados, pertenecen a familias que merecen el alivio” migratorio para construir un Estados Unidos más fuerte como sociedad y como país.

El profesor Gonzales lo tiene claro y basa su optimismo en la toma de contacto con la realidad inmigrante.

■ Preguntas y una respuesta optimista.

La pregunta es ¿qué contacto con la realidad tienen nuestros jueces?

Después del 23-J, uno siente que la Corte Suprema tiene graves problemas para funcionar (ante la ausencia de un juez cuyo nombramiento los republicanos también han bloqueado) como una de las ramas —la judicial—imprescindible en nuestro sistema de separación de poderes. Y parece que los supremos jueces no saben cómo diferenciar su visión o prejuicio del inmigrante de su misión: decidir interpretando las leyes. La jueza del Supremo, Sonia Sotomayor, no tiene dudas cuando durante la audiencia en abril de United States vs Texas dijo (en traducción mía del inglés): “Los 11 millones de indocumentados viven aquí en las sombras y afectan a nuestra economía lo querramos o no. Si el Congreso realmente no quiere que tengan un impacto económico entonces debería estipular la cantidad de dinero necesaria para deportarlos a todos, pero no lo ha hecho”. Pero el juez Samuel Alito pareció perderse en la nebulosa de la retórica que aleja al juez de lo humano: “¿Cómo es posible trabajar legalmente en Estados Unidos sin estar legalmente en Estados Unidos?”, preguntó Alito apresurándose a decir que el suyo era un argumento lingüístico. Tal vez necesitaba el magistrado consultar la sabiduría del Quijote de Cervantes. Aprendería entonces que en la vida real las dos cosas (los opuestos) coexisten, en especial cuando los políticos del Congreso se niegan a establecer un marco legal amplio y compasivo que acepte la realidad migratoria de este país. Hay millones de personas en Estados Unidos que carecen de estatus legal pero que trabajan legalmente. Destruir esta paradoja —negando la realidad, dando vía libre a las deportaciones indiscriminadas en las que la administración Obama ya es una experta— crearía más caos social, caos económico y un terrible daño emocional en comunidades a lo largo y ancho del país.

Ése es el caos que esperan los demagogos, los nativistas, los racistas, los que no entienden o se oponen a los valores estadounidenses. Es el caos que la Corte Suprema puede evitar —aunque las medidas migratorias de Obama sean una cura leve a un mal que pide a gritos una reforma migratoria que solo un Congreso con políticos valientes puede conseguir.

Cuatro de esos supremos jueces prefieren elucubrar con el lenguaje, esconderse en su torre de marfil y mirar para otro lado. Necesitamos un nuevo juez, cuanto antes, que entienda que la ley no existe si se separa de las calles. DACA y DAPA son solo el primer paso de un largo viaje en la experiencia estadounidense. Parece que habrá que esperar a las elecciones de noviembre para empezar el camino.

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Éste es un artículo de opinión de Alberto Avendaño, director de El Tiempo Latino, la publicación en español de The Washington Post. @AvendanoTV

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