Nació y vivó en Durango, México, hasta que cumplió los 12 años. Recuerda que su mamá nunca asistió a la escuela “porque su familia dependía de ella, de su trabajo en el campo”. Guarda en su memoria los días de su infancia en los que él trabajó en el campo, durante la cosecha del maiz, de los frijoles o la alfalfa. Nunca olvidará, dice, los días en que no había que comer: “Recuerdo ir a la escuela y ver cómo los otros chicos botaban la comida cuando yo tenía tanta hambre y hubiera dado lo que fuera por un pedazo de aquel burrito”.
Pero el recuerdo no es amargo, sino una historia de superación y positivismo en los labios de un joven profesional latino.
José Olivas es hoy vicepresidente del “Greater Washington DC Latin Connection Team Member Network” para el banco Wells Fargo y gerente de sucursal en Springfield, Virginia. Hasta llegar donde está hoy —y adonde le lleve la vida en el futuro— hay una historia de vida inmigrante con los ojos puestos en el futuro.
“A pesar de nuestras dificultades, mi mamá siempre nos enfocó hacia la escuela”, explicó José a El Tiempo Latino. “Ella trabajó en el campo para darnos un mejor futuro. Llegaba del campo con las manos ensangrentadas, pero siemre me decía que la escuela era muy importante: ‘la escuela te va a abrir el mundo’, era lo que siempre me decía mi mamá”.
Y Luz Olivas consiguió que su hijo José estudiara en Estados Unidos. No fue un camino fácil. Primero, Margarito Olivas, el padre de José, regresó a casa para llevarse a la familia a California. Luego empezó el calvario escolar.
“Los primeros años fueron duros”, comenta José. “En la escuela nos insultaban por ser mexicanos y no saber hablar inglés”. Insultos como “wet back” o “beaner” golpeaban el corazón del niño José Olivas quien no entendía tanta hostilidad.
“La escuela fue un infierno: me insultaban, me acosaban, y no me podía defender porque no entendía inglés. Y si en México era un buen estudiante, en Estados Unidos lo hacía muy mal. Incluso en mi asignatura favorita, matemáticas, fallaba porque no podía entender todas las palabras de los problemas”.
Incluso el barrio en el que vivía la familia amenazaba el futuro de José. “Las prostitutas trabajaban en la calle y para un niño como yo caminar por allí no era muy seguro”, cuenta y explica cómo utilizó la lectura de refugio para aislarse de esa realidad tan complicada. “Todos los fines de semana me iba a la biblioteca y eso me ayudó mucho”.
José no estaba dispuesto a malgastar los sueños de sus padres. “Al ver los sacrificios que mis padres hacían no estaba dispuesto a rendirme. Aprendí inglés, mejoré mis notas en la escuela, entré en el ‘honor roll’ y a los 16 años conseguí un trabajo en el distrito escolar como asistente administrativo”. Pero la presión y los peligros seguían ahí.
En su escuela había una pandilla juvenil llamada “Los Norteños”. Un día, José los vio vendiendo cocaína y lo amenazaron de muerte. Los denunció, pero en la escuela, el subdirector, le dijo que estaba confundido porque en esa escuela no había drogas. José sabía que estaba solo y que su futuro dependía de si mismo. Y sus padres pronto verían los resultados.
Al graduarse de la secundaria se puso a trabajar para pagar el “community college”, luego entró en San José State University y se graduó en Administración de Negocios. Al poco tiempo empieza su carrera en la banca.
“Me apasiona buscar el éxito y la independencia económica y ayudar a otros a encontrar la estabilidad financiera”, explica. “Por eso, como gerente en Wells Fargo una de mis funciones es trabajar con un equipo de profesionales que ayude a los cleintes a crear su plan financiero”.
Tal vez las estrecheces económicas de su infancia y las dificultades han hecho de José una persona obsesionada con la seguridad económica. Tal vez su pasado es lo que le hace tener tanta empatía con sus clientes, en su trabajo, y tanta seguridad a la hora de definir quién es como estadounidense, de dónde viene como inmigrante y cómo servir a los demás como ser humano.
“Soy bilingüe y bicultural y mi idioma español es muy importate porque me define como persona y es parte, además, de mi carrera profesional”, puntualiza.
“El español ha sido un requisito en varias de las sucursales bancarias que he gestionado en los últimos años y eso nos acerca al cliente hispano con respeto y como si fuera de la familia”, explica José y enfatiza que lo que más le ha enseñado la vida es a apreciar a las personas como seres humanos.
La vida profesional, dice, no debe distanciarse de los valores humanos.
La educación y los sabios consejos de una madre
—¿Qué le agradeces a la vida? —Agradezco todo lo bueno y todo lo malo que me ha pasado en la vida. Las cosas malas me han permitido apreciar las cosas buenas aún más. Pero agradezco todo lo bueno que me ha ocurrido porque nunca doy nada por hecho. Y lo que más agradezco es haber podido tener la oportunidad de disfrutar de una vida mejor en Estados Unidos, tener un trabajo donde tengo que vestir un traje todos los días y poder trabajar en una oficina con aire acondicionado. Porque recuerdo bien lo que es estar en el campo en México en la cosecha o plantando en medio del lodo y pasando hambre cuando no llovía.
—¿Quién te ha ayudado más?
—Mi mamá me ha ayudado más que nadie en este mundo. Siempre se ha entregado a mí con su compromiso por mi educación. Siempre dispuesta a trabajar en lo que fuera para apoyarme económicamente. Sin los consejos y la guía de mi mamá nunca podría haber mantenido viva en mí la pasión por estudiar y avanzar en mi educación. Ella siempre supo que graduarme iba a ser muy importante a la hora de que su hijo consiguiera un mejor trabajo y disfrutara de una vida mejor.
—¿Qué consejo le darías a los jóvenes latinos que sienten que nunca van a lograr sus sueños?
—Mi consejo es que tienen que creer en ellos mismos y nunca dejar de intentarlo. Para mí fue aterrador solo pensar que iba a ir a la universidad y no fue fácil mantenerme firme en la decisión. A veces tememos a lo desconocido y no nos atrevemos a saltar cuando no sabemos qué hay al otro lado. Pero una vez que das el paso, te das cuenta de que tu educación es la mejor decisón de tu vida. Para mí fue la llave que me abrió las puertas del mundo y me permitió ir a lugares con los que solo podía soñar de niño. Nunca pienses que eres menos que nadie. Todos somos diferentes. El banco para el que trabajo tiene un dicho: “Trae todo tu ser al trabajo”. Yo llevo al trabajo quien yo soy como inmigrante mexicano que ha crecido desde lo más humilde con grandes sueños. Nunca temas ser tú mismo, olvida el miedo y llama a todas las puertas hasta que logres lo que te pide tu corazón. Y todo empieza con la educación.