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FELIZ. Katya Araujo eligió un vestido con corte princesa que hizo arreglar a su medida.



Cort. de la familia

FELIZ. Katya Araujo eligió un vestido con corte princesa que hizo arreglar a su medida.

Después de casi 13 años de convivencia, y con un niño de 3 años, los peruanos Katya Araujo y Francisco Montoya decidieron casarse. Se habían conocido en Lima, cuando los dos tenían 18 años y recién entraban en la preparatoria para la universidad.

“Francisco me gustó el desde la primera vez que lo vi”, confesó Katya. “Pero como él era el más mirado de la academia, no quise ni pensar en un posible romance. Poco a poco se fue fijando en mí, y cuando ya empezamos a postularnos para las universidades, me invitó a salir. Y a la tercera salida, me declaró su amor”.

Hacía tiempo que Francisco estaba decidido a emigrar hacia Estados Unidos. Tenía gran parte de su familia aquí y finalmente se decidió. Katya pensó que todo se había terminado, pero durante dos años la llamó mañana, tarde y noche, hasta que ella también decidió venir. La pareja se instaló en Rockville, Maryland.

El casamiento estaba en sus planes desde el primer momento, pero pensaban hacerlo en Perú, y “a lo grande”. Empezaron a ahorrar hasta que vieron que no iba a ser posible. Cuando en 2011 Katya quedó embarazada y tuvieron a Frank, empezaron a planear la boda aquí.

El 20 de septiembre de este año, dieron el “sí” ante el altar. La ceremonia por lo civil fue sencilla. Pero Francisco quiso tener una ceremonia religiosa. Y empezaron la búsqueda de la iglesia. Katya es adventista y Francisco es católico, y no en todas las parroquias estaban dispuestos a casarlos. Y se quedaron con la San Judas Tadeo de Rockville, Maryland.

“Me encargué de conseguir todo lo necesario”, apuntó Katya. “Y lo hice todo sola, porque no tengo familiares aquí. Siempre se va sumando gente y los dólares también”.

La fiesta salió cerca de $20.000, ésa era toda la suma de sus ahorros de estos 13 años en el país. Llegaron a 150 invitados, entre parientes y amigos. Katya primero calculó la cantidad de invitados, después salió a buscar el local. Y se decidieron por el salón de fiestas del edificio de apartamentos donde habían alquilado años atrás, también en Rockville.

Buscaron la decoración, pero no encontraron ninguna que les gustara. Cuando Katya contrató al DJ Dayve Navarro, él le presentó a la decoradora. Las mesas y los souvenirs estaban diseñados en lila y blanco.

Francisco buscó al porfesional de las fotos y el video. El contacto surgió de la manera menos tradicional. Un día, cuando Katya y Francisco estaban en la cola del supermercado hablando de los preparativos de la boda, una señora los escuchó, y les pasó el número de la fotógrafa.

Por las fotos, pagaron $1,500. El video lo hizo Estudios Félix por $1,000. La fotógrafa estuvo desde temprano y se pasó casi 12 horas con la pareja.

Y llegó el turno del vestido. Katya quería un vestido con corte princesa. Buscaba por internet, pero la demora era de seis meses y sin la seguridad de que le quedara bien.

Una amiga le recomendó un negocio especializado que quedaba en Rockville. Cuando llegó a Expressions encontró el vestido de novia que soñaba, pero sólo había talla 9 y en color marfil claro. Pagó $500 más para que se lo achicaran a una talla 4. En total le salió cerca de $1,500.

“Era el vestido y el modelo que yo quería”, afirmó Katya. La ceremonia tuvo cinco damas de honor vestidas en lila, y otros cinco pajes. Mientras tanto, el pequeño Frank miraba casarse a sus padres como si estuviera viviendo en un libro de cuentos.

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