Desde hace un par de años la familia venía insistiendo en festejarle los quince años con una gran fiesta. Pero Brenda Pinto, ni siquiera quería pensar en eso. Sin embargo, a medida que se fue acercando la fecha, cambió de idea. Cuatro meses antes de su cumpleaños, Brenda habló con su hermana Annie y con su tía, le consultaron a la mamá y se lanzaron a preparar la fiesta.
La hermana mayor, Annie, fue la que capitaneó todo, y el 27 de septiembre, en uno de los salones del hotel Washington Dulles Airport Marriot, de Dulles, Virginia, hicieron la celebración.
Pocos días antes, el 22 de ese mes, Brenda, la única estadounidense de una familia peruana, limeña de pura cepa, había cumplido sus 15 años. Brenda invitó a sus siete amigas más íntimas a ser las damas de honor, y ocho de sus mejores amigos fueron los chambelanes. En el verano de este año comenzaron a ensayar las coreografías que Annie y su novio habían preparado para el show de la fiesta.
Practicaron todos los días desde las cuatro de la tarde hasta las 10 de la noche. La mamá de Brenda les preparaba mazamorra, arroz con leche, tacos, pizza para la cena, y luego seguían hasta el agotamiento. “Cuando mi mamá llegó de Perú, en marzo, buscamos el vestido”, comentó Brenda. “En un mes lo encontramos. Era celeste agua, mi color favorito. Y toda la decoración de la fiesta fue en tonos celestes agua con blanco. Las damas, en cambio, se vistieron de rosa claro”.
Su chambelán fue un amigo especial. Se conocían desde sexto grado.
La familia, que vive en Ashburn, Virginia, eligió para la comida una mezcla multicultural en la que no faltaron los platos vegetarianos y lo más típico de la comida peruana: lomo saltado, las papas a la huancaína, alfajores, piononos y empanadas.
“La decoración fue un loquerío”, afirmó Annie. “Tuvimos que resolver todo a último momento”. En Manassas encontraron Variedades de Estilo, una tienda que les ofrecía un paquete con todo lo necesario: la decoración, el vestido, la torta —que se la regaló el novio de Annie—, los recuerdos, las sillas, el set para el brindis, la muñeca, los cuchillos, las fotos y el vestido para la quinceañera y la quinceañerita, que fue la hija de Annie, de 5 años.
Todo este servicio lo fueron pagando de a poco, antes de que llegara el día de la fiesta. En total les salió entre $6000 y $7000. Aunque la fiesta para 150 invitados, llegó a costar cerca de $25.000. El papá, que trabaja en un restaurante, tenía la mitad de esa suma ahorrada para su hija.
“También llamé a Dayve Navarro”, remarcó Annie. “Lo conozco desde que empezó cuando apenas tenía un solo parlante y una computadora. Hizo el DJ en mi graduación y después, siempre lo llamamos para las fiestas de la familia. Hoy ya tiene una tremenda empresa que incluye luces, fotos, video y hasta maquillaje”
Si bien la tradición peruana no incluye la muñeca, Annie quiso que la fiesta tuviera todos los ingredientes que se estilan en este país. La tía le entregó la última muñeca en la mitad de la fiesta, el papá le cambió los zapatos bajos por los de tacón, y la mamá, que ese mismo día había salido del hospital después de estar internada casi una semana, le entregó el cetro y la corona.
“Fue un día muy especial, estaba emocionada, y tenía maripositas en el estómago”, confesó Brenda. “Al día siguiente me sentí feliz y tranquila, pero al mismo tiempo triste porque se había terminado el ensueño y no iba a ver a algunos de mis amigos. Ellos son como parte de mi familia”.