El padre de los hermanos Molina al que los soldados se llevaron del hogar familiar en agosto de 1980.



CORT. Armando Trull

El padre de los hermanos Molina al que los soldados se llevaron del hogar familiar en agosto de 1980.

La Fundación de Antropología Forense de Guatemala sigue identificando restos humanos para entregárselos a los familiares.



CORT. Armando Trull-FAFG

La Fundación de Antropología Forense de Guatemala sigue identificando restos humanos para entregárselos a los familiares.

La Fundación de Antropología Forense de Guatemala identifica restos humanos de "desaparecidos" durante el conflicto armado para entregarlos a los familiares.



CORT. Armando Trull-FAFG

La Fundación de Antropología Forense de Guatemala identifica restos humanos de “desaparecidos” durante el conflicto armado para entregarlos a los familiares.

Recientemente la misa del domingo en la iglesia St Camillus de Langley Park, Maryland, se convirtió en el microcosmos de las esperanzas y las ansiedades de guatemaltecos cuyos familiares desaparecieron en la guerra que asoló el país entre 1960 y 1996.

“Mi padre fue un mártir, fue parte de la larga lista de personas que murieron en Guatemala”, dijo Jeremías Molina, de 47 años, quien pertenece a una comunidad que aún lleva en el alma las cicatrices del “Conflicto Armado”. El hermano de Molina, Carlos, entonó al finalizar el servicio religioso una canción que compuso en honor a su padre. Se titula “Tú y yo” y una estrofa dice así: “Destruyeron a tu cuerpo/ pero no a tu razón/ y por eso siempre vives/ en mi corazón”.

Jeremías Molina explicó que nunca olvidará la noche del 25 de agosto de 1980 cuando su padre se convirtió en un “desaparecido”. Molina tenía 13 años. La casa fue rodeada por un grupo de hombres que llamaron a gritos a su padre.

“Ví como lo golpeaban con los rifles y como se lo llevaban descalzo y en ropa interior”, contó Molina y dijo que su padre fue uno más de los miles de guatemaltecos asesinados o “desaparecidos” por las autoridades al atreverse a denunciar los abusos a los derechos humanos cometidos por las autoridades.

La familia Molina, aterrada, abandonó su aldea y, luego, el país. Pero siempre se preguntaron qué fue del cabeza de familia, ¿dónde estará su cuerpo? Esa terrible pregunta que hasta el día de hoy se hacen los hermanos Molina en Maryland puede pronto tener una respuesta.

La Fundación de Antropología Forense de Guatemala (FAFG) en la capital del país —Ciudad de Guatemala— lleva años localizando fosas comunes y trabajando en la identificación de restos humanos. En las dependencias de la Fundación cuentan con más de 2.500 cajas llenas de huesos y cráneos.

“Durante 22 años hemos estado desenterrando a víctimas del conflicto armado, la mayoría civiles que murieron a manos de los militares guatemaltecos”, dijo Freddy Peccerelli, director ejecutivo de FAFG.

El antropólogo forense Danny Guzmán me enseñó un grupo de huesos y me explicó cómo la víctima había sido troceada después de ser torturada, apuñalada y decapitada. Y el investigador Yarol León me mostró el cráneo de un niño pequeño.

“Ésta es una osamenta de un niño que está incompleta”, dijo León. “La cabeza tiene impacto de bala”.

Peccerelli señaló que el 25 por ciento de los cuerpos recuperados por su Fundación pertenecen a menores. Se trataba al parecer, dijo, de un intento por parte del ejército guatemalteco de matar a niños indígenas. “Algo así como querer matar a tus futuros enemigos y aniquilar a comunidades enteras”, indicó Pecerrelli.

La mayoría de los cuerpos exhumados carecen de identificación por lo que las pruebas de DNA que se hacen en FAFG son la única esperanza para recuperar la humanidad y los nombres de los restos. El antropólogo forense Daniel Jiménez explica que el fémur es ideal para extraer DNA dada la densidad del hueso.

A lo largo de los años la base de datos con DNA de la Fundación ha crecido al igual que el número de supervivientes en búsqueda de sus seres queridos “desaparecidos”.

“Nos hemos ganado su confianza respetando sus costumbres, respetando la tierra y respetando los huesos”, dijo Peccerelli y añadió que la Fundación ya ha identificado unos 1.600 restos humanos que han sido entregados a sus familiares para que los entierren con dignidad.

Cuando se entregan restos acompañados de piezas de ropa del difunto, el impacto emocional es indescriptible, expresó Peccerelli: “Esa camiseta, esos pantalones, ese cinto que la esposa le había hecho a su esposo identifica a un ser querido… Ésa es la persona que llevaban buscando por más de 30 años”.

Ahora la Fundación expande sus servicios a Estados Unidos. Más de un millón y medio de guatemaltecos huyeron a Estados Unidos a raíz del conflicto. Muchas de estas personas aún desean encontrar a sus “desaparecidos”.

Por eso FAFG está interesada en contactar a guatemaltecos del área de Los Angeles y del área metropolitana de Washington, DC, donde residen, según el Censo, unos 61.000 guatemaltecos.

La guerra civil guatemalteca entre el gobierno y las guerrillas cobró la vida de 150 mil personas y, además, se calcula que unos 50 mil civiles forman parte de una macabra lista de “desaparecidos”. Como consecuencia del conflicto, más de un millón de guatemaltecos huyeron a Estados Unidos. Ésa es la comunidad a la que desea ayudar la Fundación.

“Queremos que sepan que hay una organización que quiere tomar pruebas de su DNA, conocer su historia y ayudarles a encontrar a los suyos”, dijo Peccerelli.

El mensaje resuena con enorme fuerza en Langley Park donde los hermanos Molina siguen obsesionados con los fantasmas de su trágica historia.

Y, aseguran, están dispuestos a proporcionarle a la Fundación pruebas de su DNA para que los científicos empiecen la búsqueda de su añorado padre.

Los Molina son conscientes de que no hay garantía de que se pueda encontrar el cuerpo de su padre en Guatemala. Tampoco existe la seguridad de que se pueda lograr identificar su cuerpo algún día; pero si esto llegase a ocurrir, Jeremías Molina sabe lo que significaría.

“Paz… ésa es la palabra. Paz…. Tanto para mí como para toda mi familia… Y para todos los que conocieron a mi padre… Y para él…. Paz”, concluyó Molina embargado por la emoción

Trull es periodista de WAMU 88.5 en el área de Washington DC. La traducción y edición de este artículo es de Alberto Avendaño, director de El Tiempo Latino, la publicación hispana de The Washington Post

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