San Romero de América, como ya le llaman a Monseñor Óscar Arnulfo Romero Galdámez, será beatificado este sábado 23 de mayo en San Salvador, 35 años después de ser asesinado mientras oficiaba una misa en la capilla del hospital Divina Providencia de la capital salvadoreña.
La llegada de Romero a los altares concluye con un largo proceso de beatificación iniciado en 1990, diez años después de su muerte, y cumple con el decreto del Papa Francisco que establece que el arzobispo de San Salvador fue asesinado por “odio a la fe”, por lo que puede ser beatificado sin necesidad de que se le compruebe un milagro.
La ceremonia, a la que asistirán unas 300 mil personas, incluidas delegaciones que viajaron desde Washington, DC, se celebrará en la plaza Divino Salvador del Mundo con una eucaristía presidida por el cardenal Ángelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos del Vaticano y el postulador de su causa en la Santa Sede, Vincenzo Paglia.
Grupos de salvadoreños y otros hispanos del área metropolitana de Washington viajaron a San Salvador para estar presentes en la ceremonia, en la que participarán cinco cardenales, 220 obispos, 1.200 sacerdotes y varios presidentes.
En DC se realizará un encuentro el sábado 23 con el embajador y la cónsul de El Salvador, Francisco Altschul y Keny López de Zuleta. El mismo día, en Hyatsville, Maryland, habrá una misa en la Iglesia Episcopal San Mateo, oficiada por el obispo salvadoreño David Alvarado. En Falls Church, Virginia, el reverendo Eugenio Hoyos presidirá la eucaristía en la Iglesia de Saint James el domingo 24.
Hijo de Santos Romero y Guadalupe de Jesús Galdámez, Monseñor Romero nació el 15 de agosto de 1917 en Ciudad Barrios, San Miguel, en una familia de ocho hermanos.
“Estamos muy honrados por la beatificación de Monseñor y nuestra familia, el pueblo salvadoreño y el mundo entero deben sentirse orgullosos de que finalmente llegue a los altares”, dijo a El Tiempo Latino, Santos Gaspar Romero Galdámez, hermano menor de Monseñor Romero, en una entrevista telefónica desde San Salvador.
Nominado al Premio Nobel de la Paz en 1979, “la voz de los sin voz”, como también llaman a Romero, se caracterizó por su defensa de los pobres y por su denuncia de los abusos contra los derechos humanos. “Desde temprana edad se dedicaba a proteger a los inválidos, a los desprotegidos, a los que no tenían nada que comer, ni trabajo”, recordó Santos Gaspar, quien asegura que el mensaje de Dios, a través de Romero, debe seguir vigente para erradicar la violencia que hoy afecta gravemente a El Salvador.
“Sigamos orando para que Dios nos conceda por medio de ese milagro de Monseñor que vivamos en paz, que se evite tanto derramamiento de sangre y tanto dolor y tristeza que hay en estos días aquí”, puntualizó.
Afirmó que “esta beatificación también se convierte en un milagro, porque esto nos permite, a partir de su pensamiento, tratar de unir el país y enfrentar los nuevos retos que tenemos”.
“No dudo que si Monseñor estuviera vivo en estos tiempos difíciles que vive el país, estuviera ayudando para que se crearan trabajos, se terminara la violencia y se detuviera la emigración que tanto daño le hace a la sociedad salvadoreña”, concluyó Santos Gaspar Romero.