Washington, DC.-La vida les cambió por completo a unos 900.000 jóvenes indocumentados que salieron de las “sombras” desde que el presidente Barack Obama anunció hace tres años la creación del programa Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA). Éste protege de la deportación a cierto grupo de jóvenes y les otorga un permiso temporal de trabajo, con el cual pueden acceder a una licencia de conducir, y —en algunos casos— a las tarifas de residente en los colegios y universidades.
En el tercer aniversario del programa, el lunes 15 de junio, jóvenes que se han beneficiado con DACA y residen en el área metropolitana dieron su testimonio sobre la manera cómo habían cambiado sus vidas. Los jóvenes hablaron en una conferencia de prensa convocada por el consulado de México para destacar lo valioso del programa, que inició en el verano de 2012.
Claudette Monroy, mexicana que emigró a Virginia a los 15 años de edad, tenía su futuro truncado, “Yo siempre estudié, luché y le eché muchas ganas a la escuela y obtuve una beca de la Eastern Mennonite University en Charlottesville, Virginia, pero cuando me gradué no podía hacer nada, no podía trabajar, ni seguir avanzando y me sentía atrapada”, contó.
Monroy experimentó episodios de depresión por dos años, “porque veía que mis amigos podían obtener el trabajo de sus sueños, comprarse sus autos y yo apenas podía pagar mi renta”, recordó.
“DACA me cambió la vida. Cuando obtuve el beneficio encontré un trabajo que me gusta y me estoy desarrollando”, señaló.
Monroy trabaja para la organización Family Place en DC, que asiste a las familias de escasos recursos y mantiene programas contra la violencia doméstica.
La joven ingresó a la organización como maestra y ahora es directora de Educación. Además, realizará su maestría. “Conseguí una beca y estudiaré en la George Washington University”, dijo.
Como ella, miles de jóvenes que no podían ejercer como abogados, médicos, ingenieros o maestros, hoy tienen la posibilidad de laborar en sus profesiones, gracias a este beneficio migratorio.
La activista Gaby Pacheco superó esa frustración. “Nuestros talentos ya no están enjaulados”, dijo. Pionera en la lucha por los dreamers, Pacheco se graduó con tres títulos del Miami Dade College pero no podía ejercer su profesión en educación. “DACA me dio libertad. Lo primero que hice cuando me otorgaron el beneficio es sacar mi licencia de conducir”, dijo. “La primera vez que manejé lo hice por una carretera dejando soplar el viento en mi cara, en señal de libertad”, expresó Pacheco, quien emigró a los 8 años de Ecuador a Florida y recién obtuvo su licencia a los 27. Hoy a los 30 años, Pacheco vive en Washington DC y es directora del programa de becas The Dream. US. “Hemos recaudado $81 millones para auspiciar a dreamers”, dijo orgullosa.
La activista recalcó que DACA “no fue algo que se nos dio, sino que luchamos muy fuerte para lograrlo”, dijo. En 2009 ella y algunos compañeros iniciaron un movimiento nacional para pedir un alto a las deportacione de los dreamers. “Caminamos desde Miami a Washington, hicimos huelgas de hambre, manifestaciones y cabildeos hasta que finalmente pudimos convencer al presidente Obama y al Departamento de Seguridad Interna que tomara acción con DACA”, indicó.
Para la salvadoreña Krissa Rivera, el amparo ha significado que pueda continuar estudiando y competir por un buen trabajo.
“DACA me permitió estudiar en Bryan University y graduarme de bióloga”, dijo la joven que emigró de pequeña con sus padres a Maryland y que este verano iniciará un trabajo en la universidad Johns Hopkins realizando investigaciones científicas. “Quiero seguir estudiando medicina”, añadió.
A estos testimonios se sumaron el de otros jóvenes como José Cáceres, Ambar Pinto, José Antonio Zelaya, Yajaira Hernández y las hermanas Nicté e Ilse Díaz.