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Felipe VI de España. Dibujo de Gogue.



Felipe VI de España. Dibujo de Gogue.

Los reyes de España, Felipe VI y Letizia, con el presidente de EEUU, Barack Obama, y la primera dama Michelle Obama, en Nueva York en septiembre de 2014.



EFE

Los reyes de España, Felipe VI y Letizia, con el presidente de EEUU, Barack Obama, y la primera dama Michelle Obama, en Nueva York en septiembre de 2014.

La primera reunión oficial entre el presidente Barack Obama y el rey de España, Felipe VI, tendrá lugar el 15 de septiembre en la Casa Blanca. Será un encuentro marcado de simbolismo: ocurre en el inicio del Mes de la Herencia Hispana y en el marco de un viaje de los monarcas españoles a Estados Unidos que incluirá la celebración en San Agustín, Florida, del 450 aniversario de la fundación de la ciudad por el almirante español Pedro Menéndez de Avilés. Un recuerdo de que hace 502 años —con la llegada a Florida del gobernador de Puerto Rico, Juan Ponce de León— comenzaron las primeras misiones, fuertes y urbes en lo que hoy es territorio continental estadounidense —más de 50 años antes de la llegada de los “peregrinos” a Plymouth. La raíz hispana de Estados Unidos es obvia. De hecho, la ciudad más antigua de lo que hoy es EEUU sería San Juan, Puerto Rico, fundada en 1521. Y luego está el apoyo de España a la independencia de este país y al EEUU de hoy. Y la fortaleza de la cultura: esta nación es el segundo país hispanohablante del mundo. Sin duda, mucho que conversar entre Obama y Felipe VI.

Una visita de real hispanidad

Cuando el 19 de junio de 2014, el Príncipe Felipe fue proclamado Rey de España con el nombre de Felipe VI, se cumplían cinco años y tres meses de un desayuno, con don Felipe y doña Letizia, al que tuve el privilegio de asistir en el edificio del Washington Post. En 2014, la retórica que cubrió la coronación se nutrió de conceptos que iban de lo personal a lo profesional. Entre ellos: cercanía, honradez, excelente formación académica, políglota, preparación para los asuntos de estado y visión internacional.

A raíz de mi experiencia personal con el entonces príncipe, una mañana washingtoniana de 2009, debo añadir que el ahora rey de España sabe explicarle su país —en un inglés fluído— a oídos anglos más dados al estereotipo y a la generalización que al detalle sofisticado y revelador de una realidad compleja. Soy testigo accidental de cómo don Felipe sabe ensartar un discurso transatlántico e iberoamericano sin perder de vista la realidad española en lo que a su promoción y proyección se refiere. Y me consta también su seducción por lo hispanounidense.

El escritor, político y diplomático español Javier Rupérez, quien fuera embajador de España ante la Casa Blanca del año 2000 al 2004, —y quien hoy preside The Hispanic Council en Washington—, me comentó en su día que en los ambientes políticos e institucionales estadounidenses la llegada de Felipe VI al trono de España había generado no sólo enormes expectativas, sino inmediatas muestras de afecto hacia el nuevo monarca. No en vano, dice Rupérez, para la Casa Real española Estados Unidos, y los hispanos de Estados Unidos, siempre han sido parte de la agenda. En su libro, “Memoria de Washington”, Rupérez escribió que el (entonces) Príncipe de Asturias “por su educación… ha encontrado en su calendario una constante hispano-estadounidense”.

Y esa constante adquiere hoy un fascinante simbolismo: el presidente Barack Obama recibirá al rey Felipe VI en la Casa Blanca el 15 de septiembre, coincidiendo con el inicio del Mes de la Herencia Hispana en Estados Unidos.

Será el primer viaje oficial, como reyes, de don Felipe y doña Letizia; pero no su primer encuentro con la realidad estadounidense. Siendo príncipes, viajaron durante una semana de costa a costa, desde California a Florida, con una apretada agenda institucional. Además, Obama y Felipe VI se reunieron durante media hora en el Waldorf Astoria de Nueva York, el 23 de septiembre de 2014, cuando coincidieron en la Asamblea General de Naciones Unidas. Y don Felipe tiene unos vínculos muy personales con la ciudad de Washington, cuando estudió un Master en la universidad de Georgetown.

Pero repito: este viaje de Felipe VI a Estados Unidos está cargado de una real hispanidad.

Me refiero al simbolismo y la filosofía que trascienden las fotos oficiales entre el monarca y el presidente Obama en la Casa Blanca, y las fotos de familia con la primera dama, Michelle Obama, y la reina, doña Letizia —como la que se hicieron en Nueva York hace un año. Este viaje, esta visita —incluyendo las celebraciones en San Agustín, Florida— es un aguafuerte de unas relaciones bilaterales —España/EEUU— que tienen vocación hispanounidense.

Además, la presencia de los reyes de España en Estados Unidos es siempre un buen subtexto para reforzar la hispanidad americana y espantar los fantasmas de las torpes demagogias antilatinas que, a veces, supura nuestra gran democracia.

Sabemos de la empatía y la solidaridad de la Corona española hacia Latinoamérica. Por eso este rey goza de gran popularidad entre los hispanos de este lado del océano.

El 28 de julio, durante un encuentro en Madrid con un grupo de jóvenes participantes en un programa cultural en el que participan 174 estudiantes de 21 países hispanos, Felipe VI les dijo que los iberoamericanos somos “una grandísima familia” y les habló de la importancia de establecer nuestro papel en un mundo compartido. “Todos tenemos una mochila, un aprendizaje, una experiencia familiar, nacional, cultural, pero todos tenemos la voluntad de compartirla”.

Palabra de rey.

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