Ella dice que los cambios sociales surgen gracias al sacrificio de muchos. Y recuerda que su madre le enseñó la generosidad y la solidaridad humana a manos llenas: “Mi mamá decía que si haces un bien para alguien en interés propio le quitas la gracia a ese momento”. Dolores Clara Fernández Huerta, la sindicalista inventora en los años 60 del grito “¡Sí se puede!”, es una mujer llena de gracia humanista, ungida por el tiempo dedicado a los demás y a las causas cercanas a su corazón. Aceptó venir al viejo edificio del Washington Post y sentarse a charlar ante una cámara de video de El Tiempo Latino, la mañana del último sábado de octubre. Unas horas antes, había estado con la organización People for the American Way animando a un grupo de jóvenes activistas demócratas antes de las elecciones del 3 de noviembre en Virginia. Dolores Huerta tiene 85 años sólidamente construídos sobre la energía de sus inquebrantables convicciones. Le recordé que pocos años atrás, en Washington, durante una manifestación ante el Capitolio por la reforma migratoria, al saber ella que yo era español de origen me dijo con orgullo: “¡Mi bisabuela era de España!”. La historia de sus raíces, me explicó, la tiene presente porque su abuelo, Herculano Chávez, “nos platicaba de su madre” que había llegado a Nuevo México desde Sevilla. Su familia fue atacada por los indios y se la llevaron cuando tenía 8 años, y vivió con los indios hasta los 16 años cuando se escapó y se fue a un pueblo gritando ‘¡Yo soy cristiana!’ A su hermano se lo llevaron a otra tribu y no lo encontraron hasta que ella cumplió 40 años…” Dolores recuenta la aventura de sus raíces con orgullosa normalidad: “Mi abuelo nació en Nuevo México y a él lo secuestraron los indios de Jerónimo cuando tenía 12 años y vivió con ellos un año… tenemos esa herencia. Mi abuelito era bien güero pero siempre decía que él era mexicano”. Huerta habla de su abuelo con veneración y de sus raíces con ironía: “Mi familia no cruzó ninguna frontera, las fronteras nos cruzaron a nosotros, pero yo siempre me he indentificado con la cultura de Nuevo México”.
Explica que su abuelo siempre les animaba a los nietos a hablar español e inglés. “Nosotros siempre hablábamos los dos idiomas”, dice.
El historiador Mario T. García en su libro “A Dolores Huerta Reader” cuenta que el abuelo Herculano llamaba a Dolores “Siete Lenguas” por su facilidad de palabra o porque “hablaba mucho”. Sin duda, esa capacidad para hablar le sirvió bien en sus años de organizadora sindical.
En 1955, Huerta cofundó en Stockton, California, una sección del Community Service Organization, (CSO) y haría lo mismo en 1960 con la Agricultural Workers Association con la que llevó a cabo iniciativas para la inscripción de votantes y mejoras en los barrios. En 1962, junto a César Chávez, fundaría el sindicato agrícola más poderoso del país. En 1966, Huerta negoció un contrato entre el sindicato y la Schenley Wine Company. Fue la primera vez que los trabajadores agrícolas pudieron negociar de manera efectiva con una empresa del sector de la uva.
“Viví en Muevo México hasta los 6 años, cuando mis padres se divorciaron y mi mamá nos llevó a California, a Stockton, una zona agrícola cerca de Sacramento… allí convivíamos con muchos grupos y culturas: filipinos, afroamericanos, japoneses, chinos, mexicanos, anglosajones…”, cuenta Huerta y dice que eso la preparó para entender la sociedad global en la que vivimos hoy.
La conciencia social
Asegura que su sensibilidad social la aprendió de su madre, Alicia, quien sacó adelante a Dolores y a sus dos hermanos en Stockton donde, luego de años de trabajo, consiguió establecer un pequeño hotel donde se ayudaba a trabajadores y personas de bajos recursos.
“Mi madre era muy devota de San Francisco Javier que seguía las enseñanzas de San Francisco de Asís”, explica. “De ella aprendí la idea de ayudar al prójimo y a las personas con necesidades sin esperar ninguna gratificación porque, como me decía mi mamá: si haces un bien para alguien en interés propio le quitas la gracia a ese momento.”
Dolores comenzó su servicio comunitario en la escuela secundaria en Stockton. Además, fue Girl Scout hasta los 18 años.
El ‘Sí se puede’ nació del universo”
La huelga por los derechos de los trabajadores agrícolas en el sector de la uva llevaba tres convulsos años. Cuenta Huerta que César Chávez había comenzado su segundo ayuno de 25 días “para que la gente no se volcara en la violencia”. En 1965, “trajimos a Roberto Kennedy para que nos apoyara”.
“Habían pasado una ley prohibiendo las huelgas… Yo fui a hablar con profesionales latinos para que se volcaran con nostros y me dijeron que en California podíamos hacer todo eso pero que en Arizona no se podía hacer… Les insistí que sí se puede en Arizona y esa noche cuando fui a la junta les reporté lo que estábamos organizando y cuando les repetí esa frase todos se levantaron gritando ¡Sí se puede!”. Y ese grito de reivindicación humanista, nacido de un movimiento de derechos civiles y sindicales, se ha convertido ya en un grito de reivindicación global. Hasta el punto que el president Barack Obama le pidió disculpas a Huerta por haberle “robado” la frase. ¿Qué le respondió Huerta al Presidente? “Yes, you did”.
11 hijos,17 nietos, 8 bisnietos
“Se me hace que el mundo existe porque todos podemos tener hijos”, sonríe Huerta ante la pregunta de por qué tantos hijos. “A mi siempre me gustaron los niños y mi madre me regañaba ¿¡Cómo tienes tantos hijos!?, me decía… Pero estuve casada la primera vez y tuve mis dos primeros hijos, luego me divorcié, me casé y tuve cinco hijos con el señor Huerta, luego me divorcié de él y me junté con el hermano de César Chávez y tuve cuatro más… por eso son tantos… Ahorita tengo 17 nietos y 8 bisnietos”. Es, dice, su elección. Es feminista y piensa que “vivimos tiempos difíciles para el movimiento de derechos civiles” en general y, en particular, en cuanto a “los derechos de reproducción de las mujeres… Creo que cada mujer, cada familia, tiene el derecho de determinar el número de hijos que van a tener… Eso es importante para la libertad de las mujeres”.
La larga vida de activismo de Huerta ha pasado por tiempos difíciles —incluyendo una agresión, a los 58 años, durante una manifestación en San Francisco que la llevó al hospital— pero también su vida ha recibido el reconocimiento institucional de todo el país hasta el punto que su vida es parte del museo Smithsonian.
“Es bonito tener ese reconocimiento pero sabemos que viene a las espaldas de muchas personas que hicieron el movimiento. Cuando hicimos el boicoteo de la uva, 40 campesino vinieron a Nueva York y se fueron por todo el pais…. esos 40 campesinos y los voluntarios crearon un movimiento para que 17 millones de personas no compararan uvas para traer a los empresarios a la mesa de negociación… mataron a cinco campesinos, mártires del movimiento… los logros fueron de tanta gente que ayudó…”
¿Y tantos otros galardones? La máxima distinction del estado de California, la recién entregada condecoración civil del gobierno de México, The Eleanor Roosevelt Humans Rights Award que le entregó el presidente Bill Clinton en l998… Y el máximo galardón civil de la nación, la Medal of Freedom que le entregó el president Barack Obama en la Casa Blanca en 2012.
“Soy muy bendecida porque muchas personas son las que trabajaron… Hay que seguir trabajando”.