Hace dos años, María llegó al condado de Montgomery, en Maryland, procedente de El Salvador. Tenía 15 años. Cruzó la frontera sur de Estados Unidos con México sin documentos. Todo lo que tenía era un poco de ropa que cargaba a la espalda. La adolescente estaba huyendo de la violencia pandillera, de un sufrimiento difícil de describir, de un horror que los enormes ojos color café de la joven no podían esconder. Dice que el jefe de la pandilla MS13 abusó de ella sexualmente cuando era sólo una niña: “Él abusó de mí a los once años, él me dijo que si yo le decía algo a mi mamá me iba a arrepentir”, cuenta María.
Años más tarde, la joven superó el temor y se lo contó todo a su madre. Entonces las amenazas se hicieron realidad: “Me intentaron matar tres veces. Yo estaba en la iglesia y me intentaron sacar de la iglesia tres muchachos, y por un hermano y tres primos me salvé porque ellos me sacaron de la iglesia”.
Por eso María se escapó hacia el Norte. Y se convirtió en una más de los 53 mil menores migrantes centroamericanos que llegaron solos a Estados Unidos en 2014. Unos 7 mil de ellos se asentaron en la región de Washington DC aquel año. María, al igual que muchos jóvenes, presentó una petición de asilo en 2014 y entró en un proceso que le obligó a revivir su trauma ante abogados y oficiales de Inmigración. Su esperanza: evitar la deportación que la llevaría a una muerte segura.
El viaje al Norte
Ciudad Hidalgo es un pueblo junto a un río en la frontera entre México y Guatemala. Cada día, balsas hechas con llantas y tablas de madera transportan a las personas de orilla a orilla sobre aguas turbias mientras suena una música ensordecedora con mensajes religiosos. Así es como María entró en México hace dos años.
Luego continuó un viaje de mil cien millas a la frontera con Estados Unidos.
Pero desde la crisis de 2014, Estados Unidos ha presionado a México para que asegure su frontera sur. Por eso Ciudad Hidalgo y otros pueblos fronterizos de la zona se han convertido en el final del viaje para miles de centroamericanos que traían la esperanza de pedir asilo en Estados Unidos.
Muchos encuentran protección en “Todo Por Ellos”, un refugio para inmigrantes que está en Tapachula, México, a pocas millas de Ciudad Hidalgo. Es una casa deteriorada en un barrio pobre. Aquí jóvenes y niños centroamericanos reciben un plato de fideos con vegetales y unos pedazos de pollo. Es su única comida del día. Todos ellos intentaban dirigirse a Estados Unidos, pero la nueva política mexicana en la frontera se lo impidió. En estos pueblos fronterizos, jóvenes y niños son víctimas del hambre, la violencia y todo tipo de explotación, tanto laboral como sexual.
José tiene 16 años. Es delgado y en su rostro se dibuja una expresión infantil. Su ropa está limpia, pero gastada. José y su novia, de 15 años, recibieron amenazas de muerte de las pandillas en San Salvador. Decidieron huir.
José mece en sus brazos a un bebé de dos meses con enormes ojos negros. Es su hijo. Se llama Carlos Steven y nació en este refugio mexicano. José cuenta con ayuda para solicitar asilo en México pero no tiene muchas esperanzas. Su hijo está vivo gracias a la generosidad que encontró en ”Todo por Ellos”. Ramón Verdugo lleva años al frente de este refugio con 30 camas.
“Es una crisis humanitaria fuera de control, con pocos recursos… Ay Dios, yo diría que se necesitaría un albergue para por lo menos trescientas mil personas”, explicó Verdugo.
Pero el gobierno mexicano no construye refugios. Deporta centroamericanos. En 2015, 173.000 inmigrantes centroamericanos fueron deportados desde México. De ellos, 29.000 eran menores de edad, según cifras oficiales. En lo que va de 2016, México ha deportado 46.000 inmigrantes centroamericanos, de los cuales 8.000 eran menores de edad.
Junto al Centro de Detención de Inmigrantes de Tapachula, cada día sale una media docena de buses abarrotados con indocumentados que son deportados a El Salvador, Honduras y Guatemala.
Los activistas pro inmigrantes han criticado a la administración Obama por incentivar la política de deportación de centroamericanos por parte de las autoridades mexicanas.
Abel Núñez es director ejecutivo de CARECEN, un grupo de ayuda a inmigrantes con sede en Washington. Núñez asegura que muchos inmigrantes centroamericanos desean que Estados Unidos proteja a sus seres queridos que huyen de la violencia en lugar de apoyar su deportación.
“Si estás huyendo de la violencia, estás tratando de protegerte a ti y a tu familia”, dice Núñez.
La administración Obama ha suavizado su postura. El mes pasado anunció una modesta ampliación del programa de protección para menores centroamericanos, conocido como CAM.
“Nuestros esfuerzos han sido insuficientes para atender a todas las personas que puedan tener una legítima petición como refugiado”, dijo Amy Pope consejera de Seguridad Nacional para la Casa Blanca.
Pope aseguró que por medio de CAM, el Gobierno ha ampliado la categoría de quienes pueden solicitar asilo para incluir no solo niños sino a familias enteras.
No está claro cuántos podrían calificar para este programa, pero Núñez dice que no será suficiente porque los padres de muchos menores que huyen de la violencia en Centroamerica son indocumentados. “Creo que fue un intento del Gobierno de poner una curita en lo que es una enorme herida”, expresó Núñez.
La esperanza
Mientras, en Gaithersburg, en el condado de Montgomery, María se encuentra en un restaurante celebrando su cumpleaños ante un enorme pastel helado.
En realidad no es su cumpleaños. Pero la adolescente asegura que se siente como si hubiera vuelto a nacer.
Su alegría comenzó el mes pasado, al finalizar su audiencia con Inmigración.
“Me quedé sin palabras cuando me dijeron que mi asilo había sido aprobado. Nunca pensé que estaría en este país legal, con la oportunidad de estudiar… ¡Se han abierto tantas puertas para mi!”, exclamó.
Pero por cada María que celebra su renacer, hay cientos, quizás miles de Josés que no pueden presentar su caso ante un juez de inmigración en Estados Unidos.
Y ahora tampoco está claro a cuántos Josés con parientes en la región de Washington le podrá ayudar la ampliación de CAM. Queda por ver si la Casa Blanca hará más para encarar la crisis migratoria del Triángulo Norte.
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Éste es un video-reportaje de Armando Trull, periodista de WAMU 88.5FM. El video-reportaje fue producido por Alberto Avendaño, director de El Tiempo Latino, y la edición del video corrió a cargo de Alfredo Duarte.