Al inicio de la convulsa década de los años 80 del siglo XX, un joven Tim Kaine dejó sus estudios en Harvard para hacer voluntariado social con los sacerdotes jesuitas en una aldea de Honduras llamada El Progreso.
Allí, ha dicho repetidas veces el hoy candidato demócrata a la vicepresidencia del país, aprendió “los valores de la fe, el trabajo y la familia”.
En colaboración con El Tiempo Latino, viajé a El Progreso y pude hablar con el padre John Warner quien ayudó al estudiante Kaine a conocer la realidad de la pobreza y la fortaleza del espíritu.
En mi viaje, al pié de la cordillera de Mico Quemado, tuve la oportunidad de escuchar voces que recordaban a Kaine y otras que enviaban mensajes de esperanza para que el senador virginiano llegue a la vicepresidencia.
En 2015, el senador Kaine regresó a El Progreso para visitar la escuela-taller Loyola en la que fue instructor de ebanistería y soldadura durante su tiempo de voluntario. En ese viaje conoció al nuevo director de la escuela, Marvin Canales, quien recordó para El Tiempo Latino su conversación con el senador diciendo que “Kaine me dijo que el tiempo que pasó aquí entre nosotros le cambió la vida”.
En nuestro viaje a El Progreso quisimos seguir los pasos de Kaine y preparé un video que ha sido producido por el director de El Tiempo Latino, Alberto Avendaño, con edición de Alfredo Duarte.
En ese video están las voces y los paisajes que recuerdan a Tim Kaine. Y las esperanzas. Porque, como me dijo Canales, “es bueno que Kaine lleve a la Casa Blanca un poco de la tierra y el lodo de El Progreso en sus zapatos”.
Kaine se encuentra en El Progreso
El candidato demócrata a la vicepresidencia de Estados Unidos, Tim Kaine, habla con frecuencia del año que trabajó de voluntario en una pobre comunidad hondureña hace ya 36 años. El senador federal por Virginia dice que el español que habla, su conocimiento de la realidad latina, su entendimiento de la pobreza y otros retos que sufre esta comunidad traen el sello de ese tiempo en El Progreso, una pequeña comunidad al noroeste de Honduras. Aquí, caballos flacos y lentos mueven sonoros carros de maderas desvencijadas, cargados de ladrillos y bananas, mientras comparten el camino con vehículos todoterreno y viejas camionetas.
Hace casi 40 años, cuando Kaine vivió en este pueblecito húmedo, abrasado por el sol, que se levanta junto a la cordillera de Mico Quemado, había menos autos y más caballos.
“En 1979 acababan de pavimentar los primeros caminos del pueblo, todo lo demás estaba sin acondicionar”, me dijo el sacerdote jesuíta, John Warner, quien fue uno de los primeros estadounidenses que Kaine conoció al llegar a Honduras en 1980. Warner, natural de Missouri, ayudó al joven voluntario de Kansas City y estudiante de Harvard a conectarse con la realidad hondureña.
“En aquella época aquí vivíamos como si estuviéramos a comienzos del siglo XX”, explicó Warner, quien hoy es un sesentón, delgado, de mirada enorme, con un rostro cincelado por el tiempo y enmarcado en una melena plateada. Warner dijo que Kaine fue testigo del hambre, de la ausencia de un servicio de salud adecuado y de unas deplorables condiciones de vida.
“Familias enteras vivían en chozas con suelos de tierra y los baños eran cabañas en el exterior”, dijo Warner y explicó que tanta pobreza impactó a un joven Kaine.
“Conversábamos mucho sobre esta dura realidad… Se preguntaba por qué el mundo era así… Se preguntaba por qué los seres humanos debían vivir en estas condiciones”, recordó el padre Warner.
Quien se adentra hoy en los caminos de tierra y en las aldeas que se anidan en las montañas puede aún ver la pobreza e imaginar lo que vivió Kaine.
Chozas levantadas con piezas de madera y metal que se sostienen en pie más por obra y gracias de la esperanza y la determinación que por los clavos. Porque hay más que malas viviendas. Quien observe con atención verá positivismo y orgullo.
En una de esas viviendas ondea al viento una bandera de Honduras. Junto al camino de tierra, camisas y pantalones raídos, recién lavados y limpios, se balancean en un tendedero, y las personas que luchan por sobrevivir cada día te saludan al pasar con una sonrisa en el rostro.
Warner conoce bien a esta gente y no le sorprende.
“Aquí hay mucha sabiduría y mucho amor, en esta dura realidad hondureña, a pesar de las carencias y la ausencia de comodidades y servicios propios del siglo XX o del siglo XXI”, indicó Warner.
Kaine habló de estos valores aprendidos en Honduras durante su discurso de aceptación como candidato a la vicepresidencia en la Convención Nacional Demócrata donde aceptó la nominación a la vicepresidencia.
“Y allá aprendí los valores del pueblo, la fe y la familia y el trabajo”, dijo en español.
Tiempo de reflexión y de aprendizaje
El padre Warner me invitó a visitar el Teatro La Fragua, un espacio comunitario que fundó hace 36 años y que ahora dirige.
Warner dijo que Kaine ayudó con el diseño e ideas para la estructura. Pero Kaine pasó la mayor parte de su tiempo de voluntario en El Progreso ayudando en la escuela vocacional Loyola. Kaine ayudó en labores administrativas y enseñó a unos 24 estudiantes de familias pobres.
“Kaine trabajó en la escuela técnica, enseñando lo que había aprendido de su padre quien era soldador”, contó Warner. La escuela es hoy mucho más grande. Cuenta con más de 300 estudiantes, Igual que cuando Kaine estuvo aquí, otra generación de jóvenes estudian con la esperanza de que su esfuerzo les proporcione oportunidades en la vida para superar las necesidades y no caer presa de la violencia de los criminales o de fuerzas de seguridad corruptas.
Kaine también fue instructor de carpintería, dijo Warner. Hoy, en un amplio hangar de metal alrededor de una docena de muchachos aprenden a utilizar cepilladoras, sierras y lijadoras. “Aquí fabrican muebles para apoyar a la escuela, muchos de estos muebles luego se los venden a familias pobres”, comentó el sacerdote.
El tiempo que Kaine pasó en Honduras entre 1980 y 1981 fue el comienzo de una época turbulenta en América Central. Estados Unidos y la Unión Soviética se encontraban enfrentados en la Guerra Fría y apoyaban a bandos contrarios en los sangrientos conflictos civiles de El Salvador y Nicaragua. Los llamados escuadrones de la muerte masacraban a campesinos, a los pobres en las ciudades, a sacerdotes y monjas que trabajaban con los más desfavorecidos en la región. Decenas de miles de personas se vieron desplazadas por la violencia. La corrupta Junta Militar hondureña aceptó la llegada de consejeros estadounidenses a cambio de cientos de millones de dólares. Kaine también aludió a esto durante su discurso de aceptación de la nominación demócrata.
“Tuve la oportunidad de ver de cerca un sistema diferente, una dictadura, una dictadura donde las personas que tomaban el poder dejaban fuera a todos los demás”.
Kaine ha regresado a El Progreso dos veces. En 2015, conoció a Marvin Canales quien hoy dirige la escuela Loyola en la que Kaine fue instructor.
“Bueno pues Tim Kaine lo que nos dijo el año pasado cuando nos visitó aquí es que el tiempo que pasó aquí le cambió la vida”, dijo Canales.
“Trabajando con gente pobre… no solo enseñando en la escuela, sino su trabajo con los pobres en los barrios, en las aldeas, cambió la manera en que veía las cosas y le motivó a utilizar su educación para mejorar la situación de los pobres”, explicó Canales al hablar de Kaine.
Canales dijo que la cantidad de jóvenes pobres en riesgo que buscan escapar de la pobreza, las drogas, la violencia, ha aumentado de manera dramática desde que Kaine fue voluntario en la escuela que ahora sirve a muchos más estudiantes y debe enfrentar nuevos retos.
La escuela lucha hoy por mantener sus servicios. De hecho, les fue muy difícil conseguir restablecer el fluido eléctrico durante la última visita de Kaine. Han solicitado que se les perdone la deuda en el pago de las facturas eléctricas, pero ese perdón —ya aprobado— todavía no ha sido firmado por el presidente de Honduras.
“En una Honduras en que a la juventud se le tiene en el abandono, en una época cuando es preciso ayudar a quienes más lo necesitan”, dijo Canales que Kaine le dio la impresión de ser una persona “que entiende a los pobres”. Y en Virginia, el liderazgo latino del estado se hace eco de lo que se dijo en El Progreso: “Tim es una excelente persona y en la comunidad latina le llamamos el latino honorario”, dijo Walter Tejada.
Tejada es un estadounidense de origen salvadoreño que ha servido en el Arlington County Board como concejal y presidente de la Junta. Aunque su carrera política comenzó en 2003, su amistad con Kaine viene de más atrás. Tejada aseguró que la experiencia de Kaine en Honduras ha ayudado al politico virginiano a entender que los latinos “debemos acceder a la mesa de decisiones”.
“Kaine tiene un buen conocimiento del español y conoce nuestra diversidad cultural y es consciente de las luchas de las familias pobres y de la gente trabajadora”, dijo Tejada.
Mientras, en El Progreso, el sacerdote jesuita, John Warner, reflexiona sobre qué significaría una posible victoria del tándem Clinton-Kaine en las presidenciales de noviembre.
“Mi esperanza es que entre el liderazgo de la Casa Blanca habrá un punto de vista Latinoamericano, que es lo que yo creo que Kaine representa… esto significará que no todo irá en la perspectiva anglo, el inglés… empezando por ahí… que el mundo es algo muy diferente de lo que se ve desde Wasghington”, dijo Warner.
Marvin Canales sonríe y dice que es muy especial e importante que Kaine lleve un poco “de la tierra y del lodo de El Progreso en sus zapatos” y que espera que esto sea un recuerdo para quien puede ser el futuro vicepresidente de Estados Unidos “de que debe seguir ayudando a los pobres, especialmente a los jóvenes pobres de Honduras, y en otras partes cuando se tomen decisiones en Estados Unidos”.
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Éste es un video-reportaje de Armando Trull, periodista de WAMU 88.5FM. El video-reportaje fue producido y versionado al español por Alberto Avendaño, director de El Tiempo Latino, y la edición del video corrió a cargo de Alfredo Duarte.