Fue un día de fiesta: niños revoloteando por doquier, jóvenes jugando futbolín, adultos fundiéndose en generosos abrazos; todos embriagados con el olor del pavo horneado, el puré de papa con mantequilla, el choclo y el arroz con frijoles. La música a ritmo de salsa, reggaeton y cumbia en altos decibeles no faltó. Así fue el “día del pavo” o propiamente dicho, la cena de Acción de Gracias o Thanksgiven, en el Latin American Youth Center (LAYC).
Afuera hacía frío, adentro todo era pura calidez latina, en el barrio de Columbia Heights, en DC. Lupi Quintero (presidenta), Pedro Rivera (director) y Millie Pérez (coordinadora), el personal y los voluntarios de LAYC iban de la cocina a los salones, observando que todo estuviese en orden para atender a unos 400 invitados.
La flexibilidad que les da la experiencia de inmigrantes a los latinos la ponen en práctica en su gastronomía y “el día del pavo”, como le llama Pérez, no fue la excepción: ¿Por qué iban a faltar el arroz y los frijoles tan insustituible para los salvadoreños, hondureños, guatemaltecos, mexicanos, dominicanos y puertorriqueños?, eso agradeció el boricua Pedro Biaggi, productor de televisión, quien desde hace 14 años nunca falta a esta cena. “¡El arroz con frijoles, está muy rico!, ¿puedo repetir?”, preguntó a Pérez, quien muy contenta fue por más. Esta cena no siempre es para llenar el estómago sino para saciar el apetito de amistad, de cariño, de un abrazo acogedor y una franca sonrisa. Eso hubo a raudales el martes 20 de noviembre, en el LAYC.
Entre ese murmullo de música y voces, apenas son audibles las palabras de la abuelita Teresa Hernández, que pacientemente quería poner en los labios de su nieta, Amari. “Soy de Perú y este es el segundo año que vengo, me ha traído mi nieta que es beneficiaria de los programas de este Centro. Estoy agradecida por la comida calientita y por estar entre mucha gente latina en un lugar abrigadito”, dijo.
En la mesa de al lado Argentina y Daisy comían en silencio. Son guatemaltecas y por ahora el único hogar que tienen es el que les ofrece el LAYC. “Vivimos en una casa temporal, no sabemos hasta cuando, estamos aquí porque nos invitaron a pasar un rato en familia”, dijo la primera. En la mesa de enfrente dos niños latinos, en edad de kindergarten reían. “Están viviendo con una foster family. No se por qué les han quitado a sus padres. Verlos me parte el corazón” comentó Pérez. El pequeño se llenaba la boca de macaroni y la niña parecía un arbolito de navidad. La madre adoptiva es caucásica y cuidaba de los críos atentamente.
Las gracias había que extenderlas a Hover Moreno, Rafael Mondragón y Elsi Cruz, personal de soporte del centro, por pelar las papas, limpiar y repartir 145 pavos y comida para familias pobres. Trabajamos de siete a siete y lo hacemos con gusto y compromiso. Todo sea por la comunidad”, dijo Cruz.
La cena comenzó a las 4:20, tres horas después los comensales seguían llegando, entre ellos varias mamás afroamericanas con sus bebés en sus coches. El LAYC atiende a un 59% de jóvenes latinos y a un 39% afroamericanos. Rivera, para la ocasión, no era el director del Centro sino el que repartía los platos y Pérez ponía ojos en las bandejas que les faltaba pan, arroz o pasteles. Tampoco olvidó que hay que alimentar a los oficiales de policía que estaban en las afueras, garantizando la seguridad. “Ellos son parte de nuestra comunidad y estamos agradecidos porque siempre nos colaboran”, dijo.
Los platos seguían multiplicándose y el árbol de papel pegado en una de las paredes del ingreso al centro, desnudo como un roble en invierno al comienzo de la velada, a las 6:30 estaba maduro y lleno de manos de papel con mensajes de agradecimiento por la gente buena que tengo en mi vida, por tener una madre tan independiente, por un buena salud, por las pequeñas cosas, por despertarme cada mañana y por mi nueva familia llamada LAYC.