VACUNACIÓN. Durante una brigada de vacunación, la doctora Ligia Peralta acudió a inmunizar contra el coronavirus a los trabajadores. | FOTO: Cortesía
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Está por definirse si la inteligencia, la empatía y esa independencia vital se heredan o se aprenden. Lo cierto es que Ligia Peralta cuenta con estas cualidades y con el pasar de los años las ha ido perfeccionando, ampliando y repartiendo.

Peralta es una profesional de la medicina que se ha ganado un puesto de primera fila en batallas epidemiológicas junto a pesos pesados como el doctor Anthony Fauci. Ella no lo piensa dos veces al llamado de ir a la entrada de Home Depot o de un mercado a poner la vacuna contra el coronavirus.

Hay que retroceder en el tiempo y entrar en el hogar de los Peralta, en Salcedo, República Dominicana, para entender a esta doctora, entrenada en Israel en las consecuencias del trauma encefálico y fogueada en la innovación en salud dentro del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), cuerpo de elite del que todavía es parte.

Con un currículum ganado a fuerza de quemarse las pestañas, hoy distribuye su tiempo dando testimonios en el Congreso, participando en foros especializados o en charlas virtuales para la comunidad sobre el COVID-19.

SALUD. En 2003, Ligia Peralta junto a su hermano Rubén, crearon Casa Rubén. Allí se da atención médica a la población pobre de MD. | FOTO: Cortesía

Sus batallas contra el VIH-sida

Si se trata de servir a los demás, la inagotable inquietud intelectual de Peralta siempre tiene reserva para un tramo más. Experiencia en el manejo y entrenamiento del VIH-sida y su epidemiología se suman a su larga trayectoria. “He trabajado con el VIH-sida desde los tiempos en que no había tratamiento, pero sobraban los estigmas. Desde entonces entendí que si al paciente se lo juzga no hay esperanza. Hay que atenderlos y ayudarlos, pero no juzgarlos”. En eso también se parece a su padre, quien era un fiel creyente de la reivindicación de la dignidad del ser humano.

En la casa de sus padres Rubén y Ligia y en la de su abuelita, María Félix Báez, el día a día se resolvía con anchos despuntes de vocación de servicio y largos ribetes de calidez hacia el prójimo y de buen ejemplo para sus dos hijos.

Peralta padre fue un cirujano que se especializó en el hospital Johns Hopkins en Maryland. Volvió a Salcedo -como directora de esa casa de salud- a seguir luchando entre un mar de necesidades, entrenando a sus colegas en las técnicas de cirugías y entre campañas de vacunación.

Por eso y más, Ligia y su hermano Rubén, quien también comparte el nombre y la especialidad con su padre, decidieron honrar al progenitor con la creación de Casa Rubén, en el 2003. Con esta misión: ayudar con cuidados primarios, prevención y vacunación a la comunidad pobre que no tiene seguro ni documentos, no en República Dominicana sino en Maryland. 

CORONAVIRUS. Para la doctora Peralta, cualquier lugar es bueno para vacunar a la población contra el coronavirus. | FOTO: Cortesía

“Con la ciencia a tu favor”

Con su madre muy enferma, a Peralta la llamaron para que se sume al trabajo de investigación del COVID-19 del Instituto Nacional de la Salud. “‘Hazlo’, me dijo mamá y me embarqué en el trabajo de hacer análisis de los ensayos de las vacunas al lado de la cama del hospital”.

Su progenitora murió no hace mucho de cáncer y su hija pegadita junto a la cama hospitalaria dio un testimonio al Congreso sobre la pandemia. “No quiero que estés triste, quiero que tu voz siga siendo necesaria para nuestra gente, regresa a la comunidad sigue ayudando como siempre lo has hecho con la ciencia a tu favor”, fue el pedido de su madre y la hija piensa cumplir este deseo al pie de la letra.

Como detrás de un gran hombre, hay una gran mujer, la madre de Ligia Peralta también a su manera fue una pionera. Cuando los patronatos y fundaciones eran cosas de países y ciudades grandes, ella los creó en Salcedo para auxiliar a los pobres, a las embarazadas y a las mujeres que necesitaban aprender un oficio para ganarse la vida.

Con ese bagaje familiar, Peralta estudió medicina en República Dominicana y después con una beca de la Unesco fue a estudiar farmacología en Suiza. Con ese título fue a la Universidad de Connecticut para convertirse en pediatra. Más tarde se matriculó en la Universidad de Maryland para especializase en adolescentes y adultos jóvenes.

“Vengo de familias y de mujeres interesantes y solidarias. De allí creo que viene la vocación de ser doctores. María Félix Báez, mi abuela paterna, era una mujer que, sin haber ido a la escuela, escribía poesía, tocaba guitarra y componía música. Era sicóloga nata y el confesionario del pueblo”.

ESPECIALIDADES. La doctora Peralta tiene distintas especialidades, entre ellas la lucha contra el VIH-sida. | FOTO: Cortesía

En el salón de la fama

Mientras en el regazo de la abuela Félix la nieta leía y declamaba poemas de Salomé Ureña o sor Juana Inés de la Cruz, para el padre las revistas de New England Journal of Medicine eran los cuentos de dormir de sus hijos. “No eran aburridos porque crecimos en un ambiente de salud pública”, recuerda su hija.

“Como inmigrante no habría logrado ni la mitad sin mi familia. Ellos han sido mi inspiración y mi pilar”, algo parecido dijo cuando la incluyeron en el Salón de la Fama de Mujeres de Maryland en el 2011. Peralta tiene el prodigio de pocos: su conocimiento científico lo trasmite con el alma y con una compasión aparejada a sus vivencias y a las de sus pacientes.

Con 20 proyectos en busca de fondos para programas de salud, conferencias, análisis de ensayos clínicos, se da tiempo para ofrecer apoyo a jóvenes con habilidades artísticas, como el teatro, arte del que sacó adelante algunos cursos en el MIT. A a esta experiencia gratificante le puso un apóstrofe para dedicarse al cuidado de su madre, en el último año.

PEDIATRA. Ligia Peralta es pediatra y estos días redobla sus esfuerzos para vacunar contra el COVID-19 a los menores entre 12 y 18 años.

Debido a su ocupada agenda, no son buenos tiempos para mimar a sus oídos con música clásica ni para aprender algo más del hip-hop o Cardi-B, esto es muy importante porque de algo hay que conversar para crear una atmósfera de acercamiento con sus jóvenes pacientes; y, que nadie piense que esta mujer de ciencia no sabe cocinar, Peralta aprendió los secretos del mofongo, el sancocho o el mangú en Nueva York. “Viví un tiempo con una familia dominicana y aprendí para que cuando la dueña de casa llegara de trabajar en la fábrica yo tuviera su comida lista”. 

POR OLGA IMBAQUINGO – ESPECIAL PARA EL TIEMPO LATINO

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