Se llama Walda Yon, es guatemalteca y la latina que quizá mejor sabe cómo funciona el sistema de crédito y de ayudas federales, estatales y locales para quienes quieren comprar su casa, sea en Washington DC o Maryland.
Pese al conocimiento adquirido desde hace 16 años en el Latino Economic Development Center (LEDC), Yon sigue siendo la chica que no mira horarios ni calendarios si se trata de capacitar a su personal y de guiar a un cliente de medianos y bajos recursos, que quiere comprar una casa o evitar un desalojo.
Así lo hizo durante la pandemia. Con el conocimiento como herramienta, ella y su equipo trabajaron para que todos, más a los hispanos, obtengan la información necesaria y en español para evitar un embargo de su vivienda o el desalojo de los inquilinos. “Los latinos nos quedamos a la cola de muchos beneficios porque no conocemos ni entendemos el sistema y a esas barreras se suman la desinformación y un idioma distinto”.
La salud financiera de las familias hace que levantarse muy temprano y trabajar hasta muy tarde no sea un inconveniente, porque tiene un axioma: “una economía saneada es como tener una buena salud física”. Eso lo aprendió en sus tiempos de estudiante de administración de empresas en Guatemala.
Desinformación y el idioma son barreras a superar para que los latinos conozcan sus derechos como inquilinos o dueños de casa
Sus esfuerzos solo merecen la expresión de “valió la pena” al ver a una familia que al fin puede decir “ya tengo mi casa”. Ese acto de recibir las llaves, “da significado a lo que hago”.

“Ni secretaria, ni maestra ni contable”
Creció en Escuintla, una ciudad próspera gracias a al cultivo de azúcar y de los ingenios azucareros. De hecho, su último empleo fue en el ingenio Santa Ana.
Esta hija de madre soltera es la manzana que no cae lejos del árbol. Su progenitora jamás se cansó de redoblar esfuerzos para que a ella y a su hermano no les faltara nada. A la hora de ir a la secundaria decretó: “ni maestra, ni secretaria ni perito contable. Quiero hacer computación”.
Mamá Marta se arremangó la vida, la mandó a la capital a un colegio de monjas con prestigio de disciplina y calidad. La chiquilla le pagó siendo una joven seria, estudiosa y respetuosa. “Ya de grande me puse rebelde”, dice sin lograr contener una risa.
“Lo siento si me pongo emocional, es que mi madre falleció hace cinco años, pero a ella le debo que descubrí mi talento con los números”. Yon estudió y adquirió experiencia profesional en Guatemala y allá estaría de no ser por Cupido que se cruzó en su camino y le susurró al oído que eso era el pasado y que Estados Unidos era el futuro.
“Mi esposo, Daniel, ya vivía aquí, pero lo conocí allá. Soy creyente, para mí todo tiene un propósito y todo pasa por algo. El mío no era quedarme en mi país como yo quería, era venir y hacer lo que está a mi alcance para aliviarles en algo el peso de no saber el idioma y desconocer las oportunidades”. Al margen de las circunstancias hay una virtud que es inamovible, su deseo de ayudar a la gente desde cualquier puesto de avanzada.
Traía algo de inglés en su portafolio, para completarlo estudió en la escuela Carlos Rosario. Pronto se involucró en el gobierno estudiantil y escuchó de primera la mano los obstáculos que enfrentaban sus compañeros. En ese momento pensó: “ya sé a qué vine a este país”.

“Ella era todo oídos”
Su primer empleo fue en una oficina de preparación de impuestos en Mount Pleasant. Después volvió a medio tiempo a la Carlos Rosario para acercar a los estudiantes a los servicios que les hacía falta. Eso incluía buscar ayuda para los hijos de los estudiantes con necesidades especiales.
Este trabajo demandaba ir a los barrios, a las viviendas a enseñarles cómo funciona el sistema y conectarlos con los servicios. Por eso cuando, en 2006, llegó al LEDC sabía que su labor era más de calle que de oficina.
Comenzó como consejera de vivienda, hoy es la directora. “Nuestra misión es ofrecer asesoramiento para adquirir casas, abogar por la vivienda de bajo costo y trabajar con los inquilinos para que conozcan sus derechos”.
Manuel Ochoa, quien fue su jefe en el LEDC, la recuerda como una joven comprometida con hacer el bien. “Walda era de las que no tomaba en cuenta el tiempo, si un cliente quería contarle la historia de su vida y de las dificultades para pagar su casa o la renta ella era todo oídos”. Así sigue, porque lo suyo dice ella es como “una lucha entre David que son los inquilinos y Goliat, las empresas que dejan destruir los edificios para que los arrendatarios se vayan”.
“No solo era una transacción, era una relación personal. Eso era lo que me impresionaba, aparte de que siempre venía en busca de trabajo extra, preguntando ‘¿Qué más puedo hacer?’, lo que era de agradecer porque estábamos pasando por la peor crisis hipotecaria en 2008. Tenía buen criterio y ya empezaba a perfilarse como líder”, así la recuerda Ochoa. Yon también está al frente del programa de radio que ofrece información financiera en español.
