El día de la carrera todos esperaban el regreso del campeón argentino retrasara la salida, sin embargo, este permaneció ausente. Foto: Twitter (@CarlosAlmanzarR).

La vida de Juan Manuel Fangio dio un giro inesperado el 23 de febrero de 1958, vinculando para siempre a la leyenda del automovilismo con la historia revolucionaria cubana.

El Gran Premio de Cuba de 1957, un gran éxito, vio cómo Juan Manuel Fangio se hacía con la victoria. En 1958, multitudes entusiastas llenaron el centro de La Habana, esperando ansiosamente el evento. Sin embargo, la carrera de ese año se desarrollaría de forma diferente gracias a Fidel Castro.

GP de Cuba: glamur, casinos y revolución

El presidente Fulgencio Batista regresaba al país y esperaba convertir a Cuba en un retiro glamuroso, atrayendo a turistas estadounidenses adinerados a sus vibrantes casinos y lugares de ocio.

El Gran Premio de Cuba ya había alcanzado fama internacional en 1957, atrayendo a pilotos como Fangio, Carroll Shelby y Stirling Moss al pintoresco bulevar del Malecón.

Batista quiso replicar el éxito en 1958 y La Habana se esforzó por reflejar una Las Vegas latina con eventos de alto nivel. Pero Castro, quien dirigía el movimiento guerrillero Movimiento 26 de Julio (M-26-7), tenía el plan perfecto para dejarlo en ridículo y hacer una declaración mundial.

Secuestro de Fangio sacude La Habana

Mientras Fangio se preparaba para cenar la noche anterior a la carrera, un hombre con pistola en mano se le acercó. "Fangio, tienes que venir conmigo", le ordenó. Fangio, manteniendo la compostura, obedeció y se lo llevaron rápidamente.

El caos invadía el Hotel Lincoln. Los guardias se arremolinaban para proteger a otros conductores, encarcelando erróneamente a algunos por sus barbas, un símbolo rebelde. Kessler navegó por esta confusión, incluyendo un extraño escenario en el que había mujeres riéndose en su habitación, enviadas como distracción.

El motivo de este audaz secuestro era sencillo: interrumpir el evento de Batista y llamar la atención mundial sobre la revolución cubana. Batista, decidido a mantener el control, ordenó que la carrera continuara mientras la policía lanzaba una intensa persecución. Mientras tanto, Stirling Moss pasó una noche incómoda bajo vigilancia, encarnando la tensa atmósfera.

Fangio: el invitado de lujo de Fidel Castro

En medio de los nervios Frangio se sorprendió aún más cuando al llegar al lugar donde lo mantendría captivo parecía más una fiesta que un secuestro. Los rebeldes de Castro lo trataron más como un invitado de honor que como un cautivo.

"Teníamos que demostrar que íbamos en serio con la revolución sin ser los matones asesinos que decía Batista", le explicó Arnold Rodríguez Camps.

Retenido en una villa de los suburbios de La Habana, Fangio vivió momentos de normalidad. Cenó con sus captores, se mezcló con sus familias e incluso firmó autógrafos. Aunque se perdió la carrera, sus captores le permitieron seguir el evento por radio, gesto que Fangio no aceptó.

Carrera empañada por accidente

El día de la carrera amaneció bajo una nube de tensión. Todos esperaban el regreso del campeón argentino retrasara la salida, sin embargo, este permaneció ausente. Casi 90 minutos después, comenzó la carrera, sólo para verse empañada por el desastre.

El piloto cubano Armando García Cifuentes perdió el control debido a una mancha de aceite del Porsche de Roberto Mieres, lo que provocó un accidente en el que murieron 7 espectadores y 40 resultaron heridos.

A pesar del caos, la carrera se reanudó brevemente. Los pilotos Masten Gregory y Stirling Moss sortearon las condiciones alteradas. Moss se aprovechó de las normas internacionales relativas a las banderas rojas, consiguiendo una victoria parcial y compartió el premio en metálico con Gregory.

Un final surrealista para el Gran Premio de Cuba

Terminada la carrera, la liberación de Fangio captó toda la atención. Los secuestradores negociaron su liberación con la condición de que la policía se mantuviera al margen. La residencia del embajador argentino se convirtió en el lugar de encuentro, donde Fangio, que fue apodado revolucionario honorario, recuperó su libertad.

Fangio no expresó ningún resentimiento hacia sus captores, de hecho, los describió como personas honorables. "El vino era estupendo, las chicas eran preciosas", relató, reconociendo que un cautiverio prolongado habría perjudicado su causa.

Aunque desaprobaba sus métodos, admitió: "Si me secuestraban por una buena causa, entonces estaba de acuerdo", lo citó ESPN.

El respeto era mutuo; años más tarde, el Movimiento 26 de Julio le envió un mensaje por su 80 cumpleaños, firmado como "tus amigos, los secuestradores".

La liberación de Fangio cerró un capítulo inolvidable de la historia del automovilismo. Sus interacciones con los rebeldes pusieron de relieve el respeto y la comprensión mutuos, subrayando su carácter. La salida de la isla de Bruce Kessler, encargado de entregar un misterioso maletín que se creía contenía fondos para la carrera, cerró la surrealista narración del Gran Premio de Cuba de 1958.

Este acontecimiento, grabado en la historia de las carreras, sirve como conmovedor recordatorio de una época en la que el deporte, la política y la resistencia humana se cruzaron de forma dramática.

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