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El terror en la puerta de al lado

Amanda Berry, Gina De Jesús y Michelle Knight.


           
   

Amanda Berry, Gina De Jesús y Michelle Knight.

Otros casos escalofriantes

Sobrevivientes:

Jaycee Dugard. Fue secuestrada a los 11 años por Philip Garrido, en junio de 1991, en South Lake Tahoe, California, cuando iba a esperar el bus escolar. Fue rescatada en 2009, 18 años después. Tuvo dos hijos con su captor, quien cumple una sentencia de 431 años.

Elizabeth Fritzl. Su propio padre, Josef Fritzl, la mantuvo cautiva en el sótano de su casa de Amstetten, Austria, por 24 años, desde sus 18. Siete hijos nacieron de las sucesivas violaciones. En 2008, por la enfermedad de uno de los hijos, el caso sale a la luz. Fritzl cumple una sentencia de por vida.

Shawn Hornbeck. Fue secuestrado a los 11 años por el pedófilo Michael Devlin en Richwoods, Missouri, en octubre de 2002. Violado y torturado, lo hallaron mientras la policía buscaba a otro joven desaparecido. Devlin cumple una sentencia de por vida.

Elizabeth Smart. Fue secuestrada a los 14 años por Brian Mitchell, un hombre que trabajaba en su casa, en junio de 2002, en Salt Lake City, Utah. Sufrió violaciones y fue rescatada en marzo de 2003. Mitchell tiene cadena perpetua.

Cerca de 800.000 niños y adolescentes desaparecen cada año en el país: un promedio de 2.185 por día, según datos del Departamento de Justicia. En el 99 por ciento de los casos, vuelven a sus casas en las primeras 24 horas. Después, la posibilidad de recuperarlos disminuye drásticamente minuto a minuto. Es entonces cuando para los secuestrados comienza la pesadilla, que para tres mujeres de Cleveland duró una década.

Gina De Jesús, de 23 años; Amanda Berry, de 27, y Michelle  Knight, de 32, fueron secuestradas entre 2002 y 2004. Y permanecieron cautivas, encadenadas y violadas en la casa de Ariel Castro, de 52 años y de origen puertorriqueño, quien el jueves 9 recibió cuatro cargos de violación y tres de secuestro. Dicen que hubo seis embarazos y uno solo llegó a término, Berry fue mamá en cautiverio y su hija tiene 6 años.

Fuera de la casa, las familias de las jóvenes sufrieron lo que Pauline Boss, socióloga de la Universidad de Minnesota, define como “duelo ambiguo”, que ocurre cuando no se puede enterrar al ser querido porque no se sabe si está vivo o muerto.

Aunque lo que ocurría dentro de la casa de dos plantas de un suburbio de Cleveland, Ohio, aún es un rompecabezas sin armar, se sabe que las víctimas de secuestros y ultrajes prolongados pueden tener síntomas de lo que se conoce como Síndrome de Estocolmo: un particular lazo de asco y odio profundo, pero también de dependencia, entre víctima y victimario.

Y por fuera de los actores principales está el vecindario, indignado, hasta traicionado, preguntándose, ¿cuánto conocíamos a Castro? Una encuesta de la aseguradora State Farm realizada con 17.000 personas  en 2011 comprobó que sólo el 25 por ciento conoce el nombre de sus vecinos, quién es el que vive en la puerta de al lado.

Los vecinos que convivieron durante 39 años con Ariel Castro sí sabían su nombre. Pero no que era un monstruo de dos caras.

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