Sirvió en la primera Guerra del Golfo, en 1990, con el rango de teniente. Y su vida es un camino de servicio y búsqueda. La puertorriqueña Irene Zoppi-Rodríguez con 21 años, ya había recorrido el mundo vestida de militar.
“Decidí entrar al ejército cuando vivía en Puerto Rico porque nunca vi latinas en las Fuerzas Armadas”, dijo Zoppi-Rodríguez a El Tiempo Latino.

La coronel en la reserva, Irene Zoppi-Rodríguez
“Siempre quise demostrar que la mujer latina puede llegar a ocupar puestos de liderazgo. Y de hecho se puede”, añadió.
Se unió al ejército en 1985 con el rango de soldado de primera clase. Casi no hablaba inglés, y lo primero que escuchó fue que las mujeres no tenían futuro en el ejército. Sin embargo, el apoyo de su familia fue crucial.
Hoy, es una de las 15 latinas con el rango de coronel en la reserva del ejército, habla cinco idiomas, tiene un doctorado de la University of Maryland; una maestría en Administración de Negocios en la Johns Hopkins University, y otra, en Estudios Estratégicos del US Army War Colllege, entre otros títulos.
“Por décadas nos dijeron que nos quedáramos en la casa”, recordó. “Y ahora las mujeres latinas tenemos posiciones de liderazgo, y aprendimos a adaptarnos a la cultura anglosajona. Y si no lo hacemos, quedamos marginadas”.
Ferviente defensora de los valores que caracterizan a la mujer hispana, Zoppi-Rodríguez es miembro de la facultad de empresas y educación del Campus Anne Arundel de Strayer University en Maryland, y se dedica al área de liderazgo.
Tiene varias décadas de experiencia académica, profesional y militar, y da cursos en la maestría de Administración de Empresas y de Educación en esta universidad.
A través de su propia experiencia intenta demostrar a sus alumnas que, a pesar de no saber el idioma y de tener que adaptarse a una nueva cultura cuando se emigra a este país, la mujer puede lograr sus objetivos y sus sueños.
“El liderazgo tiene la bandera del espíritu luchador de las mujeres latinas”, aseguró.
“Las ayudo a ser voluntarias en las escuelas. Y mediante las clases, aprenden a descubrir el potencial que tienen”, aseguró.
Desde su trabajo en la universidad, Zoppi-Rodríguez intenta integrar al estudiante para que sea parte de la comunidad, y conseguir así quebrar la marginación y la falta de entendimiento que ocurre cuando no se produce la fusión entre las dos culturas. El trabajo lo realizan a través de mentores que ayudan a las alumnas a desarrollar las capacidades de liderazgo en las distintas áreas de la vida.
“Éxito equivale a oportunidad y deseo”, dijo Zoppi-Rodríguez. “A eso lo divido por motivación, lo multiplico por educación, preparación y capital social o ‘network’, y le quito negatividad. Y la suma de todo eso es: afirmarnos en nuestros propios sueños. Confirmo que puedo porque soy mujer latina, y lo hago por mi comunidad y por mi orgullo. Es una receta de cocina”.
Su abuela y sus tías le enseñaron que tenía que seguir su vocación y su voz interior. Y su abuelo, que tenía octavo grado, siempre insistía en que tenía que educarse para salir adelante. Y le decía: “El éxito es igual a deseo y a oportunidad. Y si no encuentras la oportunidad, debes buscarla”.

FAMILIA. Irene Zoppi-Rodríguez con su esposo e hijos.
FAMILIA, MUJER Y DESTINO
Los pilares de una educadora y su ejemplo:
PRIORIDADES: Su esposo, Tomás, es policía, y tienen tres hijos: Andrew de 21; Isabel, de 16, y su hijo menor, Antonio, de 13 años. Y la enseñanza: en ese ambiente ha encontrado una razón de ser.
“La universidad me ha tocado el corazón”, comentó Zoppi-Rodríguez.
“Porque el corazón siempre se regocija cuando un estudiante logra graduarse y uno puede ver su emoción por todo lo que ha pasado para lograrlo”.
Reconocida como una de las 100 mujeres más importantes de Maryland en 2009, fue distinguida como Profesora del Año en 2012 en Strayer University.
Como docente, diseña estrategias para que sus alumnas aprendan a descubrir oportunidades y a planear el futuro a través del diseño de un “mapa” del propio destino, de lo que cada una quiere ser y de cómo lo lograrán.
“Las mujeres latinas tienen algo increíble”, comentó.
“Las impulsa el deseo y la fuerza del corazón para hacer lo mejor que pueden. Lo que deben desarrollar es la competitividad y la confianza en sí mismas. Muchos nos ven agresivas, pero en realidad somos pasionales, y los empleados son como la familia. En mis clases las estudiantes aprenden cómo brillar”.