Por más de cien años la St. James Catholic School de Falls Chuch, Virginia, ha impuesto su presencia en el área a través de sus planes académicos combinados con la enseñanza del catolicismo. Administrada por hermanas de la congregación de las Siervas del Inmaculado Corazón de María, fue fundada en 1906 como una escuela rural para niños y niñas.
Hoy, premiada con el National Blue Ribbon of Excellence por el Departamento de Educación, la escuela, que es parte de la National Catholic Education Association, cubre desde jardín de infantes hasta octavo grado.
Con una fuerte presencia de las familias la institución propone diferentes actividades extra escolares, entre ellas, el Spanish Club, creado hace algo más de cinco años por una mamá venezolana que por entonces era profesora de español en la escuela.
Este club en el que refuerzan la cultura y el idioma de los diferentes países latinoamericanos, se reúne una vez por mes con los niños de séptimo y octavo grado.
La colombiana Paula Alvano, mamá de Ian, de 13 años y de Alejandro, de 6, es quien capitanea estos encuentros en español.
Una función que va rotando cada dos años y que está a cargo de los padres de los alumnos de la escuela como una forma de reforzar y reafirmar los conocimientos que los niños adquieren desde pequeños en las clases de español que dicta la escuela como parte de su programa.
La región de Washington, DC, vive un auge de los programas de español en programas escolares tanto de escuelas privadas, como públicas.
Escuelas como Oyster Adams Bilingual School y Washington International School llevan ofreciendo español y otras lenguas a los más pequeños.
A ellas se han unido en los últimos años escuelas de preescolar como Communikids —en Falls Church y DC—, o escuelas charter con un énfasis en la educación multilingüe como Yu-Ying Academy, Elsie Whitlow Stokes y Mundo Verde, así como escuelas privadas como la Maryland International day School en el condado de Prince George’s.
En Estados Unidos, el número de los programas de inmersión casi se ha doblado entre 2005 y 2011 y continúa creciendo el interés por el español.
En septiembre, a poco de empezar las clases, el Spanish Club de la St. James Catholic School de Falls Chuch, planifica sus reuniones que, por lo general, comienzan entre la última semana de ese mes y la primera de octubre.
“Planeamos actividades basadas en el calendario anual de los países latinos”, afirmó Alvano. “Les explicamos las tradiciones utilizando distintos recursos, planificamos las palabras clave y luego, son los niños los que hacen su propia presentación y explican lo que entendieron”.
Alvano confesó que luego de un “Open House” se enamoró de la escuela.
“Era justo lo que buscaba: educación católica, una comunidad pequeña, y un lugar donde prevalezcan los valores humano”. Hija de padres colombianos y criada en Honduras, Alvano llegó a los Estados Unidos en 1998 en una pasantía de verano, después de haber terminado la universidad en México. Aquí se casó y tuvo sus hijos.
Actualmente trabaja en el área financiera de una entidad sin fines de lucro de Arlington, Virginia, que se dedica a cuestiones de medio ambiente.
“Queremos que los niños tengan la idea de que cada país es diferente”, comentó.
“El objetivo es quitarles el concepto de que todos los latinoamericanos somos iguales y utilizamos las mismas palabras. La intención es que tengan una educación más especializada de la cultura de cada país y puedan advertir las distintas costumbres”, añadió Alvano.
En cada encuentro de una hora del Spanish Club, donde abordan temas diversos, los padres voluntarios presentan las comidas tradicionales de cada país, los juegos y los bailes. La inscripción es optativa, y los padres deben pagar una membrecía de $20 por año. Los grupos son de alrededor de 25 estudiantes por clase.
Desde los primeros grados en St. James, los niños reciben cursos de español una o dos veces por semana. Y los que están en grados más altos tienen una hora de español todos los días.
“Los niños tienen un buen nivel de comprensión en español, si tenemos en cuenta que es segundo idioma”, remarcó Alvano.
“Hay una mezcla de distintas nacionalidades, y no todos los padres hablan español. De los 25 niños que tuvimos el año pasado aproximadamente siete u ocho tenía alguna raíz hispana. El resto, pertenecía a una comunidad diversa. Y lo que los une es el interés por aprender y hablar el español”, concluyó.