En 2013 visitó El Tiempo Latino un sacerdote mexicano que traía bajo el brazo y en el corazón un mensaje reivindicativo a favor de los inmigrantes. En aquel entonces, hace año y medio, el sacerdote Alejandro Solalinde venía a Washington, DC, para traer “la voz de los sin voz”. Hoy Solalinde, en México, denuncia la inhumana brutalidad de la violencia. Y sigue enfrentándose al poder establecido.

El sacerdote Alejandro Solalinde visitó El Tiempo Latino en abril de 2013 y, en entrevista con Alberto Avendaño, habló de reforma migratoria en Estados Unidos y de abusosa los inmigrantes en México. Ahora Solalinde le reclama al Gobierno mexicano por la desaparición de 43 estudiantes en el municipio de Iguala
Según informaron las agencias de noticias, la Fiscalía mexicana no recibió el 20 de octubre al sacerdote Alejandro Solalinde. El padre Solalinde —Premio Nacional de Derechos Humanos en México y amenazado de muerte por el temido cártel de Los Zetas— acudió a las instalaciones de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (Seido) para entregar información sobre la desaparición de 43 estudiantes en el municipio de Iguala.
“Yo vine a presentar mi declaración porque así me lo pidieron las autoridades. Yo viene a comparecer, pero resulta que no nos recibieron”, expuso el sacerdote a periodistas.
Solalinde pretendía entregarle a las autoridades un escrito en el que se recoge el testimonio de cuatro personas, que —según dijo— contribuiría a resolver el caso.
“Yo no soy policía, quiero aclarar, a mí me llegó esta información (…) ellos se acercaron a mí, yo soy responsable de esta información y yo no los voy a dejar solos”, expresó ante la prensa.
Pero, según informó la agencia de noticias EFE,
La Procuraduría General de la República (PGR) explicó que se le había comunicado al asistente del sacerdote para cambiar la fecha del encuentro dado que el fiscal, Jesús Murillo, tenía una reunión en Acapulco con los familiares de los estudiantes desaparecidos.
La PGR indicó que Murillo mantiene su invitación para que Solalinde “pueda asistir a su oficina a colaborar con esta investigación, dada la información que dice tener”, según reportó EFE.
Los 43 jóvenes permanecen desaparecidos desde la noche del 26 de septiembre, cuando un grupo de policías los subieron en patrullas en el municipio de Iguala, en el sureño estado de Guerrero, y nunca más se supo de su paradero.
Aquella noche fallecieron seis personas, entre ellas tres estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, y 25 más resultaron heridas en varios tiroteos protagonizados por policías locales presuntamente al servicio del cártel Guerreros Unidos.
Uno de los testimonios recogidos, explicó Solalinde, da cuenta de que los jóvenes fueron asesinados y “sus cuerpos fueron calcinados con diesel y sepultados en fosas clandestinas en las inmediaciones de Iguala”.
También mencionó que esa misma persona le mostró un mapa con la posible ubicación de las fosas, en un territorio “en el norte de Guerrero, casi colindante con el Estado de México”.
El activismo de un sacerdote
Solalinde le pidió al Gobierno mexicano que esclarezca el caso de los estudiantes desaparecidos.
El caso de los estudiantes de Iguala es la última cruzada en la que se ha embarcado el sacerdote mexicano quien ha protagonizado duras contiendas con el establecimiento político mexicano en años recientes.
Solalinde visitó Washington, DC, el 19 de abril de 2013 invitado por la Iglesia Unitaria Universalista de River Road en Bethesda, Maryland. Y habló con El Tiempo Latino. En aquella conversación su foco era la inmigración, el sufrimiento de los migrantes y el daño de la política de deportaciones.
Después de 30 años de servicio a la Iglesia Católica, y de luchar “contra la burocracia de la Iglesia”, Solalinde abrió el albergue de inmigrantes en Ixtepec, no sólo para interponerse a las violaciones a los derechos humanos de los indocumentados centro y sudamericanos, sino para “vivir el evangelio cerca de los que sufren”.
“En 2005, en Oaxaca, los sacerdotes nos reuníamos junto a las vías del tren y allí vi los trenes llenos de inmigrantes sucios, hambrientos y sedientos mientras esperaban el tren a Veracruz. Eso me creó una inquietud enorme”, nos explicó Solalinde aquel viernes 19 de abril de 2013. Y narró: “Pedí permiso al obispo para trabajar con los migrantes. Yo ya le había dado 30 años de mi vida como párroco y creía que era justo que viviera el evangelio a mi manera”.
Solalinde se movía siguiendo su conciencia y contra las normativas de la institución eclesiástica.
“Le dije al obispo que si él no estuviera encargado de llenar parroquias y fuera Jesús, no me metería en una parroquia a hacer más de lo mismo, sino que me encargaría de trabajar con los migrantes”, añadió.
México comparte con Estados Unidos 3.000 km de frontera que se extiende desde el océano Pacífico hasta el Atlántico y por el sur, México comparte fronteras con Guatemala y con Belice. Estas fronteras han sido en los últimos años el escenario de los crímenes más atroces contra los inmigrantes. Según la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México, este país ha visto 22.000 migrantes secuestrados en 2011, alrededor de 70.000 migrantes centroamericanos desaparecidos en su paso por México y alrededor de 100.000 muertes atribuidas a la guerra de las drogas.
Para Solalinde, “la migración es un derecho” y ha culpado a policías, políticos y mafias de ser responsables de este “holocausto del migrante”.
Ese espíritu activista le ha valido amenazas de muerte —ha salido del país por eso— y en 2013 cuatro policías estatales del gobierno de Oaxaca lo escoltaban en su albergue, algo que el sacerdote aceptó cuando Margarita Zavala, la esposa del ex presidente Felipe Calderón, se lo pidió.
En 2011, el presidente Calderón aprobó una Ley de Migración conocida como “Ley Solalinde” que descriminaliza la inmigración irregular y establece una “visa de transmigrante” que le permitiría a los migrantes transitar por México de manera segura y legal.
Pero Solalinde volvió a denunciar en febrero de 2013 “las violaciones a la ley y a los derechos humanos de migrantes en Veracruz y Oaxaca”. Y en la primavera de 2013 se puso al frente de la “Caravana por la Esperanza” que recorrió Estados Unidos para denunciar que los migrantes son, en su gran mayoría, víctimas económicas y desplazadas por la violencia, quienes viajan hacia Estados Unidos para romper con las dinámicas de pobreza y falta de oportunidades.
“Tras sufrir los más crueles abusos a manos de los extorsionadores en México, muchos migrantes sufren también injusticias a manos de las autoridades estadounidenses, quienes los deportan sin detenerse a investigar los riesgos a los que el migrante está expuesto”, nos dijo Solalinde en 2013, con espíritu sereno y tenacidad combative mientras abrazaba a algunos en la redacción de El Tiempo Latino y se hacía fotos con nosotros.