Una de las cualidades que más me ha cautivado, y no me deja de impresionar, de nuestra comunidad inmigrante es su resistencia individual y como comunidad. En el ámbito de salud mental, la resistencia o resiliencia (resilience en inglés) es uno de los factores elementales que ayuda a un individuo a superar desafíos. La resistencia es la habilidad de seguir adelante a pesar de los retos, de crecer ante la adversidad, de levantarnos cuando nos caemos, de no darnos por vencido, de buscar alternativas a nuestros problemas y perseverar. Es como cuando aprendemos a andar en bicicleta. Al principio nos caemos unas cuantas veces, pero la determinación de aprender a andar en la bicicleta nos da el impulso para levantarnos e intentarlo de nuevo hasta lograrlo.
Como terapeuta tengo el privilegio de escuchar decenas de historias que demuestran esta capacidad en los inmigrantes. Históricamente, la comunidad inmigrante ha sobrevivido guerras, violencia, gobiernos autoritarios y dictaduras, persecuciones, pobreza, desafíos en la frontera, separaciones familiares, discriminación. Y estos son solamente algunos de los retos que nos hemos enfrentado. ¿Qué otro desafío no mencionado ha superado y cómo logró vencerlos?
En mi punto de vista el significado de la resistencia es sinónimo con la experiencia de ser inmigrante. El simple hecho de tener la valentía de decir “voy a enfrentarme a lo desconocido para brindarle una mejor vida a mi familia o tener un mejor futuro”, y lograr establecerse, lidiar con estar alejado de su familia, aprender un nuevo idioma, acoplarse a una nueva cultura, abandonar alguna profesión para embarcar en cualquier tipo de trabajo que haya disponible, balancear varios trabajos y estudios, simboliza su resistencia innata o aprendida a través del tiempo.
Cuando la incertidumbre desata, tal como lo que estamos viviendo ante políticas migratorias no favorables, es fácil olvidarnos de todo lo que hemos logrado y dejarnos llevar por el miedo hasta sentirnos incapaces de poder sobrevivir en el futuro porque el temor, u otras emociones como el enojo y la tristeza, es como una tormenta que predomina, nos empapa, nos sigue y no nos permite ver claramente. El experimentar emociones como el miedo no quiere decir que usted sea menos resistente, sino que está reaccionando ante la posibilidad de un cambio.
En momentos como estos es importante observar cómo se siente y reconocer sus emociones. Tal como la tormenta, las emociones son pasajeras, pero algunas pueden sentirse intensas y perduran más que otras. El primer paso si se siente temeroso o experimenta alguna otra emoción por la situación política es reconocer cómo se siente y expresarlo. Puede decir: “tengo miedo a ser deportado”, “tengo miedo a ser separado de mi familia”, o cualquiera sea la situación. El reconocer una emoción y expresarla ayuda a minimizar la potencia de esta.
Cuénteselo a alguien a quien confíe y lo pueda escuchar sin juzgar o escríbalo en un diario o hable con un profesional de salud si el temor o la emoción perdura por más de dos semanas consecutivas y comienza a impactar áreas de su vida como el trabajo, los estudios, las relaciones familiares o con otros y genera cambios en el sueño, apetito y concentración.
Una vez que verbalice como se siente, visualice una imagen o recuerdo de algún reto que venció y acuérdese de todo lo que tuvo que hacer para lograrlo. Para fomentar la resistencia mantenga presente sus capacidades y momentos triunfantes (haga una lista de cuales son) y desarrolle el hábito de pensar positivo. Si en estos momentos no se siente de un estado de ánimo en donde los pensamientos positivos fluyen naturalmente, escriba algunos de los pensamientos que le gustaría tener presente, léalos y repita diariamente.
La resistencia es una cualidad que puede cultivarse diariamente para que cuando la tormenta llegue usted se sienta más capacitado.