Hay varias historias paralelas en el documental “Encontrando a Oscar” (“Finding Oscar”). La primera expone, de manera tradicional, las horroríficas circunstancias de la atrocidad perpetrada en 1982 por los comandos de la armada guatemalteca en contra de los residentes de una pequeño pueblo de Guatemala.
Tomando el nobre de la locación de la redada, la llamada Masacre Dos Erres dejó a 250 civiles muertos – muchos de ellos botados en una fosa sin ninguna ceremonia, algunos lanzados mientras se encontraban vivos – por un escuadrón de militares operativos élites conocidos como Kaibiles.
Los Kaibiles habían estado en búsqueda de guerrillas que sospechaban que habían recientemente emboscado a soldados del gobiernos durante la guerra civil que llevaba años en el país con los rebeldes izquierdistas de las zonas rurales. Las circunstancias de toda esa guerra sucia, epitomizada por los eventos en Dos Erres y seguido por cómo se encubrió y cómo se expuso, forman parte del centro de la película, sólidamente construida por el documentarista americano Ryan Suffern.
Otras narrativas complementarias incluyen la revelación de la complicidad tácita del gobierno estadounidense, bajo el mando del Presidente Ronald Reagan, en las acciones del
presidente Efraín Ríos Montt. Pero destaca más aún el trabajo detectivezco de Freddy Peccerelli, un antropólogo de la Fundación de Antropología Forense de Guatemala, cuya organización ayudó a identificar a las víctimas de la masacre a través de pruebas de DNA.
Entonces, ¿quién es Oscar?
El misterio sugerido por el nombre de la película tiene que ver con un niño pequeño – uno de los dos que se pensaba que sobrevivió a la masacre pero que se encuentra aún desaparecido – y la búsqueda de su paradero actual.
La cacería por encontrar a Oscar, liderada por el fiscal de derechos humanos Sara Romero, da al filme su título y esqueleto, al lado de un enfoque personal.
Resulta que la urgencia de la búsqueda no es tanto por los testimonios que los fiscales quieren obtener de Oscar, quien se mantiene como un enigma durante la mayor parte de la película.
El segundo niño, Ramiro Cristales, es identificado mucho antes y los testigos cuentan que el maltrato es atemorizante. Así mismos son las confesiones de dos cooperantes que fueron anteriormente Kaibiles, cuyos cuentos son suficientes como para helar la sangre.
Pero hay una inefable necesidad por cerrar ciclos, más allá y a parte de cualquier objetivo fiscal que alimente la búsqueda de la película de Oscar. Esto tiene más que ver con el impulso humano de restaurar conexiones rotas, tal como la que existía entre él y su padre, quien también sobrevivió a la masacre luego de aceptar de manera afortunada una tarea laboral lejos de su pueblo natal al mismo tiempo de las redadas. Este hombre – que una vez creyó quqe había perdido a toda su familia en Dos Erres – dijo luego de saber que muchos de ellos habían sobrevivido: “Traté de ahogar mis penas en alcohol, pero mis tristezas aprendieron a nadar”.
Ese es un sentimiento poético profundo, y encapsula un poderoso mensaje de esperanza y plenitud que envía este relato tan bien contado.
Tres estrellas. Sin rankear. En cines de la zona. Contiene descripción de atrocidades. En inglés y en español con algunos subtítulos. 100 minutos.
Guía de Clasificación: cuatro estellas obra de arte, tres estrellas muy buena, dos estrelas OK, una estrella pobre, sin estrellas una pérdida de tiempo.