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De vendedor de lotería a gerente cervecero

DEDICACIÓN. Bustillo asegura que sus padres le enseñaron el valor del trabajo.


           
   

Gabriela López para ETL

DEDICACIÓN. Bustillo asegura que sus padres le enseñaron el valor del trabajo.

Calles de tierra, casas modestas, niños correteando bajo un hermoso clima cálido en el extenso campo bananero Santa Rosa fue el escenario donde Miguel Bustillo disfrutó de su niñez.

Desde Campo Santa Rosa, Bustillo viajaba durante su adolescencia hasta la ciudad La Lima, Honduras, mejor conocida como la ciudad del oro verde, a recibir sus clases de secundaria.

Desde pequeño Bustillo se caracterizó por ser emprendedor. Con apenas siete años y con el afán de ayudar a sus padres, comenzó a vender la lotería y recuerda que después de la escuela llegaba a su casa a cambiarse de ropa y luego iba en busca de clientes. “Mi mamá me instruyó eso. No me daba pena y salía a ofrecer “el bólido” que se jugaba de lunes a viernes. No tenía sandalias así que andaba descalzo, vendía de cuatro a nueve de la noche y luego llegaba hacer mis tareas”, con una sonrisa recordó Miguel sus años de infancia.

Años después, Bustillo se empleó en el Banco de los Trabajadores y más tarde mientras estudiaba lo hizo en la Embotelladora de Pepsi Cola en San Pedro Sula. Se graduó como Contador Público y Perito Mercantil en el Instituto Patria de La Lima.

Miguel es el sexto de nueve hermanos, fue hasta los 23 años que se dedicó a este negocio y con ello logró ayudar a su numerosa familia que pasaba por momentos difíciles. Con gran esfuerzo logró seguir sus estudios y consiguió educarse dos años y medio en la carrera de Mercadeo y Comercio Internacional, en la Universidad Tecnológica de Honduras.

“La lotería me hizo que valorara el costo de lo que mis papás hacían por mí”, afirmó.

Con ganas de comerse el mundo, Bustillo juntó a su amigo de estudios Saúl Martínez, emprendieron el viaje a los Estados Unidos en 1992, con la idea de llegar a Nueva York en donde vivía un tío de Martínez, quien les conseguiría trabajo para lavar carros. Sin embargo, no lograron pasar y debieron retornar a continuar sus estudios universitarios. “Cuando anduve en la odisea entre Guatemala y México, nunca pude pasar la frontera, lo más lejos que pude llegar fue a Tijuana, allí nos agarraron y decidimos volver a nuestro país”, manifestó.

No obstante, darse por vencido no era lo suyo, al contrario, ese intento fallido motivó a Bustillo a emprender un segundo viaje en 1993, pero lo que enfrentaría esta vez sería más intenso. Fue atrapado y arrestado en ocho ocasiones por la Guardia Fronteriza Mexicana. En su intento desesperado por conseguir llegar a los Estados Unidos, caía preso y volvía a la frontera a desafiar al peligro.

Pero la odisea no terminaba allí, en una de esas ocasiones en un parque de Tijuana, migración los atrapó a él y a un guatemalteco llamado Noé, confundiéndolos con los “coyotes” encargados del bus en el que viajaban con más inmigrantes. Bustillos recuerda que los llevaron esposados en carros de policía privada hacia la cárcel de Tijuana, frontera con San Diego.

“Nos encerraron y escuché cuando estaban golpeando a Noé. A mí un grandote me pegaba en el pecho y yo me reía, pero del miedo, creo que fue la única vez que lloré, porque cuando me dijeron que podía ir cinco años preso, dije Dios mío ya no voy a ver a mi familia por mucho tiempo y en otro país”. Finalmente, no les comprobaron nada y los dejaron libres.

Entre desveladas, cansancio, sed, hambre y viajes extensos en camiones junto a decenas de pasajeros, Miguel había vivido los días más fuertes de su vida, con desanimo volvió a su país. Pero como dice el dicho “la tercera es la vencida”, el joven Bustillo consiguió llegar a los Estados Unidos el 29 de octubre de ese mismo año, con una visa falsa.

“Me presentaron a la persona que me ayudó a venir, me entrenaron para poder viajar hasta acá. No le voy a mentir yo por dentro estaba nervioso, pero debía mostrarme seguro. Cuando subí las escaleras sentí como que era una gelatina -risas- y ya estando en el avión me encomendé a Dios”. Finalmente logró instalarse en Washington, DC, y desde entonces han transcurrido más de dos décadas.

Actualmente Bustillo trabaja como Gerente de Cuentas para la Distribuidora de Cervezas Premium, en donde gracias a su dedicación y determinación a logrado ganarse su puesto y como incentivo a su desempeño ha logrado viajar a otros países como México, Honduras e Irlanda.

Con su primer matrimonio Bustillo mantuvo una relación de once años, en la cual nacieron sus dos hijos, Miguel Ángel Jr. y Anna Elizabeth, quienes son su mayor orgullo.

“Mis hijos son lo máximo, yo le digo a muchos amigos que son papás, que no hay cosa más grande que te haga sentirte como un millonario, que te haga sentirte tan feliz en este país que ver que tus hijos sean un ejemplo”.

Miguel Jr. tiene 21 años y es becado por la Guardia Nacional, estudia negocios y tecnología en la Universidad de Virginia Beach. Mientras su hija Anna de 16 años, está a un año de graduarse en la secundaria.

“La relación con mis hijos ha sido excelente, quizás en los últimos años no he podido estar 24/7 (tiempo completo) pero prefiero darles calidad de tiempo, no cantidad. Con mi hijo conviví más tiempo, pero amo a los dos por igual”.

Hace dos años el niño amante de la vida, el fútbol y la buena música, que comenzó su historia vendiendo la lotería en Honduras, encontró de nuevo el amor y justamente su vecina de toda la vida en su pueblo natal. Aunque en aquel tiempo ni se saludaban, el paso de los años los hizo coincidir y gracias a las redes sociales entablaron una conversación y hoy en día Karen y Miguel disfrutan de su vida juntos.

“Vivíamos a cuatro casas de diferencia y apenas ella tenía catorce años cuando yo me vine para acá, con el papá siempre fuimos amigos y no me recordaba de la hija que tenía, lo que sí recuerdo es cuando la mamá la ponía a barrer afuera de su casa”, recordó entre risas.

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