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Activistas locales quieren erradicar analfabetismo en la comunidad latina

Gustavo Torres, director de CASA, una de las organizaciones de apoyo a inmigrantes más grandes de EE.UU., cree que los países latinos no se ocuparon de proveer la educación necesaria para alfabetizar a una gran parte de quienes emigraron en búsqueda de una mejor vida.

“En el área metropolitana de Washington DC estamos hablando de miles que no saben leer y escribir. Llegan aquí huyendo de la guerra civil, de las pandillas, de la pobreza o la situación económica y vienen a trabajar como buenos luchadores. Para nosotros son unos héroes”, afirma Torres.

CASA ofrece desde hace quince años sus programas de alfabetización bilingües, porque cuando los inmigrantes latinos que viven en el área de DC llegaban a la institución con la intención de aprender inglés, una evaluación arrojaba como resultado que no sabían leer ni escribir en su idioma nativo.

“La educación es la que nos va a liberar como comunidad, por eso hacemos énfasis en la importancia de aprender nuestro idioma y manejarlo bien, pero también aprender el inglés para poder comunicarnos en esta sociedad”, dice el director de la organización, quien invita a la comunidad inmigrante a educarse.

Dentro de los programas, los tiempos estipulados están distribuidos en niveles de tres meses, que van en ascenso a medida que el alumno los va completando y obtiene calificaciones que le permiten avanzar.


Analfabetismo en cifras

Al menos 32 millones de personas en los Estados Unidos tienen problemas para leer y escribir de forma apropiada y un 14% se encuentra por debajo del nivel básico, representado en su mayoría por adultos hispanos (44%), seguidos por afroamericanos (24%), blancos (9%) y otros grupos (13%), según el Instituto Nacional de Alfabetización del Departamento de Educación de la Nación.

La cifra es alarmante, cuando se traduce en números que, incluso, podrían ser más altos, debido a la falta de exactitud en la cantidad de inmigrantes indocumentados que habitan en el país. Aunque Donald Trump durante su campaña desconoció la cifra de 11 millones que el Gobierno Federal ha mantenido por años, existen organizaciones como el Instituto de Políticas Migratorias y el Centro de Investigaciones Pew que coinciden en el número.

“Honestamente, hemos estado oyendo ese número por años, siempre es 11 millones. Nuestro gobierno no tiene idea, podrían ser tres millones, podrían ser 30 millones. No tienen idea de cuál es el número”, sentenció Trump en un discurso pronunciado en Arizona después de visitar México.

El 44% de hispanos que no sabe leer o leen por debajo de un nivel básico, según la institución del Estado en 2013  – actualizado en 2016-, equivale a más de 1’800.000 analfabetos en el país.

Particularmente, en Washington DC, para el año 2003 más de 80 mil habitantes no sabían escribir, según el Centro Nacional de Estadísticas Educativas (NCES, por su siglas en inglés). Esta cantidad incluye a personas que no pudieron ser entrevistadas por la barrera del idioma. Probablemente esta cifra haya aumentado, ya que la población del Distrito de Columbia, desde entonces, creció más de 250 mil habitantes (Se registraron 681,170 para el año pasado, de acuerdo a la Oficina de Censo de EEUU).


Aprender para liberarse

Rosario Reyes, activista local de CASA, insiste en que aprender a leer y escribir no solo es necesario para comunicarse o desenvolverse en la comunidad, sino que puede ser un factor determinante a la hora de evitar engaños y estafas.

“Hay muchos que firman hasta órdenes de deportaciones porque ni siquiera saben leer. Entonces nuestro enfoque es que la comunidad sepa el español y aprenda un poquito de inglés, porque venimos a un país de libertad y somos de culturas diversas. No importa la raza y el color, sino el deseo de querer aprender. Cuando no saben leer, piensan que no tienen derechos”, asevera Reyes.

La activista hace énfasis en otras ventajas de ser alfabetizado en el campo laboral, pues conoció a una persona que no sabía registrar su hora de entrada y salida del trabajo, ni firmar ningún documento, sino que un compañero lo hacía por él. “La gente se aprovecha de una persona analfabeta e incluso pueden llegar a pedirle parte de su salario para asistirlos”, concluye.