El plan de la Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte de Centroamérica, impulsado por la administración del expresidente Barack Obama en 2014 para frenar las migraciones irregulares de niños centroamericanos no acompañados hacia Estados Unidos ha llegado a un letargo que se agudiza ante la presión que ejerce la administración de Donald Trump.
La complicada situación migratoria para El Salvador, Guatemala y Honduras se vería agudizada por el letargo en estos tres países de la región que firmaron el plan conjunto con Estados Unidos para frenar las migraciones irregulares hacia la potencia del norte.
El plan incluye mejorar la seguridad en la región, apuntalar la economía en algunas regiones deprimidas y crear oportunidades de desarrollo para empresas que inviertan y generen empleo en los países; todo para cerrar la válvula de escape de miles de migrantes que cada año buscan llegar a Estados Unidos de manera irregular.
En un foro realizado el viernes 20 de abril en el Centro de Análisis del Diálogo Interamericano se revisó la “Migración en Centroamérica y las políticas en Estados Unidos”, para entender la dinámica migratoria de la región en contraposición a la presión que ejerce el gobierno de Donald Trump en el tema migratorio.
En el evento participó el salvadoreño Oscar Chacón, director ejecutivo de Alianza Américas y la experta Kristen Lionetti, directora de la Oficina de Justicia y Ecología de la Conferencia Jesuita de Canadá en Estados Unidos. La moderación del conversatorio estuvo a cargo de Manuel Orozco, director de los programas de Migración y Remesas de Diálogo Interamericano.
Para la experta de la Conferencia Jesuita es claro que a nivel regional no hay una estrategia clara para hacer frente a la migración irregular y tampoco la capacidad de los países para absorber una eventual deportación masiva de sus ciudadanos.
“Es muy claro que no hay una estrategia, ni como región, ni como países, considerando algunas diferencias para hacer frente a deportaciones”, remarcó Kirsten Lionetti.
Por su parte el salvadoreño Oscar Chacón consideró que la raíz del problema radica en que el mismo plan sobre el que se cimentaron esperanzas está sustentado en viejas premisas y no se está yendo a la raíz del problema que activa las migraciones irregulares.
Para Chacón en este momento los países signatarios carecen de liderazgo. El experto apuntó que por un lado El Salvador está con un gobierno en su fase final que tiene poca aprobación ciudadana dado el resultado de las elecciones recientes del 4 de marzo; mientras que en Honduras el gobierno enfrenta un conflicto interno luego de la reelección de Juan Orlando Hernández y el ejecutivo guatemalteco tampoco escapa a los escándalos de corrupción. “Todo esto hace que las antenas y la atención estén fuera de foco”, dijo.
El analista agregó que el mismo plan fue sacado por la administración Obama como un “parte aguas” para buscar una solución rápida al estallido de la llamada “crisis migratoria de los niños no acompañados”, en el verano de 2014.
“Honestamente ese era un plan viejo (Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte) que el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) había tenido engavetado por muchos años y lo retoman en el momento de la crisis de los niños no acompañados, que fue muy oportuno para ver si habían donantes internacionales dispuestos a comprometerse, cosa que no pasó y eso conlleva a que el programa esté vivo en papel, pero no en la práctica”, acotó Chacón.
El salvadoreño cree que el plan sirvió “como un producto de mercadeo” para venderlo en un momento determinado, pero “sin hacer trabajo de carpintería previo dentro de cada país para adecuar piezas” y ver donde se podría apuntalar para llegar al fondo del problema y buscar las causas de las migraciones irregulares.
Para el director del programa de Migraciones y Remesas del Diálogo Interamericano, el mayor problema de la región norte del istmo es que con la presión que se está dando desde Estados Unidos queda evidenciado que no hay dentro de las economías de estos países (Guatemala, Honduras y El Salvador) un activador ajeno a los flujos de remesas, lo que plantea una gran preocupación.
Según Chacón el panorama es desafiante desde todos los ángulos que se vea, porque explica que “en el fondo están surgiendo situaciones diametralmente opuestas entre los intereses de los migrantes centroamericanos y la pasividad de sus gobiernos, ante la clara premisa de Estados Unidos”.
“El escenario a corto y mediano plazo es que habría una intensificación de los factores que hacen que la gente quiera buscar mejor vida fuera de su país, en un momento en que la decisión política de Estados Unidos es exactamente a la inversa: no solamente restringir a personas que quieran llegar ahora y en el futuro, sino incluso sacar a los que ya están acá. En ese sentido hay una realidad casi opuesta”, puntualizó Chacón.
Los expertos coincidieron en que las reglas que está imponiendo Estados Unidos para cerrar los flujos migratorios se traducirán a la postre en más tragedia humana, porque al cerrarse los espacios de tránsito, los migrantes se arriesgarán más para llegar a la nación de norte; todo porque los factores que impulsan esa migración irregular no están resueltos.