En una sociedad, la igualdad y la libertad requieren de un equilibrio virtuoso difícil de conseguir. Los gobiernos comunistas optaron erradamente por imponer una igualdad ficticia donde se cercena la libertad y se promueve la pobreza humana: física y espiritual. Los sistemas exitosos han sido capaces de combinar un capitalismo saludable con un Estado celosamente velador de su salud. Ambos son necesarios e indispensables.
Cuando tenía 18 años fui socialista creyente en la planificación centralizada desde el Estado para lograr la igualdad social. Quizás como muchos de ustedes. La desigualdad social y económica de nuestros países eran mi angustia, mi tristeza, mi pesadilla y lo siguen siendo. Pero Dios mío ¿hay que destruir el sistema público de transporte de los más necesitados en Chile y Colombia para lograr una mejor vida para ellos?, no ¿Hay que culpar de la pobreza en nuestras sociedades a quienes han sido exitosos por su propia cuenta y asfixiar con más impuestos a los Bill Gates de este mundo?, no. Eso más que un error, es una estupidez.
El capitalismo, mis queridos amigos, tiene las siguientes virtudes que no las posee el socialismo. Estas virtudes las han aprovechado Steve Jobs, Jeff Bezos y el dueño del negocio latino que usted más respeta en su comunidad. Y es que el capitalismo permite crear un proceso de aprendizaje sin la imposición de nadie. Una búsqueda en libertad que ayuda a responder las preguntas fundamentales a quien desea montar un negocio ¿Riesgoso?, sí, pero el riesgo es siempre el precio de la libertad. Por ejemplo, si desea montar una empresa de servicios de limpieza para casas y oficinas, usted puede conseguir una buena cantidad de señales de clientes, de precios, de los mercados que le permiten decidir. Repito, decidir libremente lo que a usted le parece son los servicios que tienen más demanda, dónde, quiénes serían sus competidores y cuántas personas potencialmente serían sus clientes. En otras palabras, dispone usted de un ambiente competitivo con información para motivarle a aprender e innovar y, por qué no, a ganar dinero para disfrutar de una vida más confortable para usted y su familia.
En economías socialistas planificadas donde el estado decide todo y la propiedad es común, se suprimen o eliminan los motivos de lucro que impulsan a las personas a aprender y mejorar. De esa ideología fallida hemos venido huyendo inmigrantes desde Cuba, Centroamérica, Venezuela, Argentina, Brasil, Bolivia y Europa Oriental, entre otros.
En un excelente artículo en el New York Times del pensador David Brooks, él nos recuerda que el capitalismo ha provocado la mayor reducción de la pobreza en la historia humana. En 1981, el 42% del mundo vivía en la pobreza extrema. Ahora, es solo alrededor del 10%. Y es que en los lugares más poblados y donde había más pobreza se instituyeron reformas de mercado: Corea del Sur y en la China de Deng Xiaoping. Los países que se movieron al socialismo por el contrario: Gran Bretaña en la década de 1970 y Venezuela más recientemente, tendieron a ser más pobres.
Las naciones con indicadores más altos de libertad económica poseen un promedio de ingreso per cápita por año de $ 36 mil 770. Sin embargo, en aquellas con menos libertades, es apenas de $ 6 mil 140. Las personas en las economías libres tienen una esperanza de vida de 79.4 años, las atrapadas en economías planificadas tienen una esperanza de vida de 15 años menos!
Las economías planificadas producen una enorme cantidad de pobreza y escasez. Así que cuando las cosas son escasas, solo las obtienes si sobornas a los funcionarios del gobierno. Un sistema que comienza en un alto idealismo termina en corrupción, deshonestidad, opresión y desconfianza. La novela “El Engranaje” de Jean Paul Sartre es una obra magistral que ilustra esta contradicción.
¿La mentira que ronda por las Américas? La de quienes pretenden convencernos de la vuelta a un sistema donde un gobierno populista y todopoderoso resolverá los problemas que solo nosotros tenemos la capacidad de enfrentar. No te dejes engañar.