No se puede celebrar los triunfos de los hijos sin reconocer el sacrificio maternal. Para muestra tres botones: Denise Ortiz, Luisa Tío y Milagros Salazar fueron el centro de atenciones y hasta testigos de lágrimas de agradecimiento por parte de sus vástagos, quienes sin ellas no serían lo que son. Dania Matos es doctora en leyes y renombrada por su trabajo en la educación superior; Ana Humphrey avanza con pies firmes hacia su sueño: ser una astrofísica; y, Sebastián Salazar es sobreviviente de cáncer y periodista deportivo de ESPN.

PROFESIONALES. Sebastián Salazar y su madre Milagros. Ella es una científica y él un reconocido periodista de deportes bilingüe.
Hace falta tinta y papel para enlistar los logros de Matos: doctora en jurisprudencia, ganadora de prestigiosas becas y, según la revista Diverse, una de las 25 mujeres más destacadas en educación superior, todo gracias a su madre, Denise. Con un “te quiero mucho” y unos ojos que se enjuagaron en lágrimas le dio gracias por haber decidido traerla al mundo sola y cuando solo tenía 20 años.
Le recordó lo agradecida que está por haber dejado Puerto Rico por Miami para seguir estudiando biología, “porque sabías que la vida te puede quitar todo menos la educación”. Hubo tiempo para reír cuando dijo “creo que soy inteligente porque fui a la universidad a los dos años”, pues su madre a veces no tenía con quien dejarla en casa y se la llevaba a clases. “Me enseñaste a seguir siendo latina e insististe que ni los títulos ni un hombre definen mi vida. Tú eres el significado de lo que es ser mujer y madre y en esta historia atrás del éxito, tú eres el éxito”.
Ortiz, en cambio, recordó que se fue de Puerto Rico porque “la policía disparó a los estudiantes que reclamaban en contra del aumento de pensiones. En Miami la universidad empezó a con un programa de cuidado infantil para los estudiantes que tenían hijos. Eran como las naciones unidas de niños y nos ayudábamos entre todos”.
En ascenso

EXITOSAS. Luisa Tío, junto con su hija Ana Humphrey, fue agasajada con un ramo de flores y departieron alegremente con los otros asistentes a esta celebración.
Donde hay latinos la calidez no necesita permiso y por eso todos se sintieron como en familia. Así como los presentes celebraron los logros de Matos, se entusiasmaron al ver que una nueva generación de latinas empieza a escribir sus triunfos con letras mayúsculas. Es el caso de la adolescente y futura científica, Ana Humphrey, cuyas teorías y ecuaciones ya están encontrando planetas fuera del sistema solar. Ella es hija de padre americano y madre cubano-americana y pronto será estudiante estelar de la Universidad de Harvard.
“Mi mamá es la mamá de 100 niños o más”, dijo Ana. “Si me gustan los museos y el arte es por ella. Mi madre es profesora de arte para niños de primaria y verlos correr para abrazarla diciendo ‘señorita Luisa venga a ver mi pintura’, siempre fue una inspiración”. Fue su progenitora quien siempre le dijo que debía sacarle el máximo partido a lo que aprendía o estaba por empezar. También le enseñó a ser gentil, le despertó la curiosidad y creatividad y siempre le recordó que todo era posible.
Luisa Tío, en cambio, lamentó que pese haber sido el español su primera lengua ahora ya no lo es, porque quedó rezagado por temor a la discriminación, pero está haciendo esfuerzos por recuperarlo. “Creamos un grupo de amigas de Venezuela, Argentina, España, Panamá y nos reunimos y hablamos en español. Siempre animo a los niños que lo hablan a no dejarlo. Me encantaría que mis hijas hablaran español y que no lo hagan es mi falta”, dijo la madre de Ana.
Salazar, hijo de una científica mexicana que se vino a Estados Unidos a los 20 años y a los 26 ya era una doctora en química de la Universidad de George Washington, mirándola a los ojos le dijo cuánto la quería y contó que desde la Administración de Drogas y Alimentos (FDA por sus siglas en inglés) ella “dedicó su vida a proteger la salud de los americanos”. También es una artista, le gusta pintar, dibujar y es fotógrafa, pero por sobre todo ama el fútbol y en su infancia era la única niña que corría tras el balón en una cancha llena de chicos. “Es una gran cocinera aunque nunca me dijo cómo hacer mole, en contrapartida me enseño nuestro idioma y eso me da una gran ventaja”.
Milagros tiene dos amores: el fútbol fue su primer amor y luego su hijo. “Crecí jugando ‘cascarita’, como decimos en México, en las calles de cemento y con las rodillas raspadas, era la única niña. Ahora tengo un hijo que le fascina el fútbol y que se ha vuelto muy mexicano y que siempre esta buscando sus raíces”. Ella formó un club de mujeres que juegan fútbol en el condado de Montgomery.