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Asdrúbal Cabrera, la grúa venezolana que no le falla a los Nats

Tal vez los Nacionales se sacaron la lotería con Asdrúbal Cabrera. Tal vez. Después de todo, tenía .235 de average cuando disputó su último juego con los Rangers, el 31 de julio, y hoy es una grúa que promedia una carrera empujada por juego desde que llegó a Washington.

Cabrera tiene historia, y eso explica en parte por qué ha respondido con el madero en DC. Desde 2011 tiene el récord de jonrones para un shortstop nacido en Venezuela, que este año igualó Gleyber Torres, la sensación juvenil de los Yanquis, y ya en otra oportunidad los Nats lo buscaron en el mercado para ayudarse en una recta final.

Aquella vez, en 2014, no funcionó como esta. Tal vez entonces no se sintió cómodo con la transición. El jugador oriundo de Puerto La Cruz, una soleada ciudad balneario en el caribeño oriente de su país, era un campocorto natural y pasó a ser segunda base en su nuevo destino. Durante mucho tiempo, después de eso, siguió considerándose un torpedero. Pero el tiempo y el trabajo han ido modelándolo en este otro pelotero, que puede ayudar de muchas maneras.

Cabrera cerró la ronda regular con 91 remolques. A punto de cumplir 34 años de edad, prácticamente igualó su tope personal de 92, que también data de 2011. Saliendo como emergente, como reemplazo defensivo o empezando cada vez más choques, ligó para .321 en agosto, con un robusto .936 de OPS. Y en septiembre estuvo mejor aún. Cuando más contaba, subió a .324 y .996, mientras aumentaba también su tiempo de acción.

Este viernes fue llamado a batear en el octavo inning, con dos hombres a bordo y la pizarra 3 por 2. El manager Davey Martínez y los suyos ardían en la necesidad de conseguir una rayita extra que le diera a su bullpen al menos un mínimo margen de error en los últimos dos tramos. Y el venezolano respondió con el sencillo que llevó a casa a Ryan Zimmerman.

Martínez había empleado con éxito el arma que tan bien le ha respondido en los últimos dos meses.

Después apeló a su arma secreta, Max Scherzer, cuya rutinaria sesión de mantenimiento, esos 25 o 30 pitcheos que los abridores hacen entre cada apertura, para mantener a punto el brazo, fue aprovechada por el piloto para llamarlo a la acción y pedirle que mejor hiciera una “sesión de bullpen en vivo”, ese trabajo que, ya se sabe, maniató a los Dodgers en octavo inning y allanó el camino al cierre de Daniel Hudson.

Cabrera llegó a 41 impulsadas en 41 juegos con Washington. Se entiende la cifra, claro, porque bateó para .412 con corredores en posición anotadora en el campeonato regular, una vez que, por fortuna, empezó a usar el uniforme de los Nats.

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