Howie Kendrick viene de dos temporadas recortadas por las lesiones, tiene 36 años de edad y 14 zafras en las Grandes Ligas. Está recorriendo, en teoría, la recta final de su carrera como pelotero profesional. Y también es una efectiva arma secreta de los Nats, en su ruta a la Serie Mundial.
Bueno, tal vez no tan secreta. Un bateador con .294 en más de 1.500 juegos es alguien con habilidad. Máxime cuando ha sido capaz de ligar sobre .300 en cinco oportunidades.
Su mejor publicidad, además, han sido sus tablazos en el gran escenario de los playoffs. Su Grand Slam contra los Dodgers en la Serie Divisional eliminó a los casi unánimes favoritos de la Liga Nacional y metió a Washington en la Serie de Campeonato. Y luego se alzó con la distinción al Jugador Más Valioso en la barrida contra los Cardenales.
“Todo el sudor, la sangre, las lágrimas y la lucha, las pérdidas, las victorias, todo se reduce a este momento, aquí mismo”, declaró a la página oficial de los Nacionales este martes, en medio de la celebración. “Realmente puedo decir que este es el mejor momento de mi carrera. El mejor momento de mi carrera”.
Lo es. Aunque ya giró la última curva del recorrido, según los estándares habituales de la MLB, ha sido una fuerza desde que cumplió los 33 años de nacido.
Tiene promedios de .325/.373/.516 a partir de 2017, con .888 de OPS, y si eso no basta, su OPS ajustado es 127, lo que le pone como un bateador 27 por ciento superior a la media de la gran carpa en ese período. Eso es mucho y es bueno. Bueno para los Nats.
Sus problemas a la defensiva le hicieron ver como un villano contra Los Ángeles, antes de que su madero hablara con mayor contundencia. A partir de allí, ha sido un héroe. Es un jugador que sonríe todo el tiempo y no para de producir. Uno que, a pesar de estar en el otoño de su carrera, ha ayudado decisivamente a Washington a decir presente en su primera Serie Mundial.