Todo cambia, los barrios también. El Adams Morgan de los 50s es un pálido reflejo de lo que un día fue. Los latinos lo transformaron en una extensión de lo que dejaron atrás. Abrieron bodeguitas con ñame y plátanos verdes. Organizaron festivales, coronaron reinas, cantaron a todo pulmón con los Inti Illimani en vivo, las bodas y las fiestas de quinceañeras las bailaron en casa.

La 18 y Kalorama tienen una larga historia de expatriados latinos que contar. En sus casas y departamentos se apañaban tanto a quienes la suerte les sonreía mucho, poco o nada. Adams Morgan era su casa, su barrio, su país. Eso lo narraron en una serie de videos, trabajada durante cinco años con miras a rescatar la historia oral. La organización Hola Cultura y sus voluntarios juntaron esas voces que aún quedan y contaron con el apoyo de DC Oral History Collaborative.

Para las nuevas generaciones esa colinita todavía conserva cierto aire de latinidad. Una dosis de esa magia de tiempos idos se degustó en el festival anual de Adams Morgan. El mismo día y a la misma hora que esas voces hablaban de un pasado que no volverá, entre ríos de gente, bandas de funk-rock y samba se escuchaban los versos de “Era la piragua, era la piragua de Guillermo de Cubillos”, cantada por De Sanguashington.

No importan los ritmos cumbiamberos de “La Piragua”, aquellos que un día hicieron de Adams Morgan su hogar, hoy son tripulantes de una nave llamada nostalgia. La gentrificación y el alto costo de las rentas los desplazaron, pero un pueblo sin memoria es un pueblo sin fundación, por eso esa historia la contaron antes que se les olvide y Nancy Shia la respaldó con sus fotografías.

Aquí compartimos algunas de sus impresiones:

Margarita Dilone, empresaria

“Mis padres tenían una bodeguita. Eran amigos de Carlos Rosario, él logró que se reconociera a los latinos como un grupo que tenía mucho que dar. En los 80s me involucré con la comunidad, fui tesorera del festival latino aquí en Adams Morgan, ahora se lo llevaron al Mall. Éramos más unidos y Adams Morgan ya no es más el centro de la Latinidad. El barrio vecino Mount Pleasant es el que sigue conservando ese aire de latinidad”.

Olvia Cadaval, curadora del Smithsonian Center for Folklife

“Aquí había un puñadito de cubanos, puertorriqueños y dominicanos. Estaba el centro de artes Wilson, los concursos de teatro y el gran festival en el verano. La música era esencial y se hacía mucha vida afuera. La gente se paraba a conversar o a jugar después de el trabajo. En los 70s, no había una predominancia racial ni de nacionalidad. Muchos de los residentes eran empleados que cocinaban y planchaban para las embajadas y que no regresaban a sus países. En los ochentas llegaron los que huían de la guerra de El Salvador. Aquí leíamos los periódicos El Pregonero y El Barrio (El Tiempo Latino salió al mercado en 1991). Adams Morgan y Mount Pleasant para los latinos era lo mismo, hoy Mount Pleasant todavía conserva esa latinidad”.

Carmen Turruela Campos, artista

“Éramos como una sola familia, todos tratábamos de mostrar lo mejor de cada comunidad. Vine al barrio en 1948, cuando tenía cuatro años. Mi madre Juana Campos llegó a este país 1940, huyendo de la dictadura de Trujillo en República Dominicana. Consiguió un departamento en la 18 y Kalorama, fuimos los primeros niños extranjeros y de color, pero no teníamos miedo, porque no había un tigre (bandido) que no conociera y respetara a mi madre. Las mujeres blancas eran dueñas de estas casas, empezaron a rentar cuartos porque se quedaron solas, sus maridos nunca volvieron de la Segunda Guerra Mundial. Ya se sabe cómo somos los latinos, entra uno en un edificio y en cinco años está todo el mundo. El primer restaurante latino fue El Omega y el padre Martínez de la iglesia Sagrado Corazón, bautizó, casó y hasta enterró a muchos latinos del barrio. Así como hacíamos festivales y procesiones de Semana Santa también promovíamos el voto latino”.

Nancy Shia, fotógrafa

“Adams Morgan abría los brazos a todo el mundo, eso era divertido. Había un centro de artistas y eso le daba un ambiente bohemio. Siempre he hecho fotografía, lo que me permitía ver que había una revolución en el aire, porque muchos de los que llegaban eran perseguidos por ser de izquierdas en sus países. El festival era más pequeño y era parte de mi vida, había tanta ilusión y el deseo de exponer lo mejor, ese tiempo fue el mejor. Cuando el festival se agrandó se perdió la magia. Todavía vivo aquí, pero ahora más duro por el costo de vida. Los latinos se han ido y eso es triste porque hemos perdido eso que llamamos latinidad”.

PRESENTE. El Adams Morgan de hoy todavía conserva cierto aire de latinidad, pero abundan restaurantes de Asia, India y África



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