El dinero siempre ha sido la gran obsesión del hombre y oscuro objeto de deseo capaz de corromper el alma más noble. Con su libro “Cómo preocuparse menos por el dinero”, el escocés Jonh Amstrong se propone enseñar a relativizar su importancia y a cambiar la forma de relacionarse con él.
En medio de la debacle financiera que ahoga a gran parte del mundo occidental, el dinero ha pasado a convertirse, más que nunca, en el asunto primordial de individuos, empresas y gobiernos.
Entre el sinfín de manuales, libros y guías orientadoras que han aparecido en los últimos años prometiendo quimeras económicas, se encuentran un libro que no centra su atención en el propio dinero, sino en la forma de relacionarse con él.
Se trata de “Cómo preocuparse menos por el dinero”, del filósofo escocés Jonh Armstrong, en el que el autor no minusvalora la importancia que indudablemente tiene, pero sí trata de hacer comprender que su papel en la vida depende en buena medida de la relevancia que se le de.
Hay cuestiones que resultan ineludibles y verdaderos quebraderos de cabeza: la hipoteca, gastos imprevisibles, deudas… Problemas económicos que no queda más remedio que afrontar. Sin embargo, Armstrong prefiere prestarle atención a otro concepto más complejo y distinto al de la realidad objetiva de los problemas económicos: las preocupaciones económicas.
Que el automóvil sea antiguo, que los hijos puedan disfrutar de un futuro próspero, o la imposibilidad de alojarse en un hotel de lujo son asuntos que pueden crear ansiedad, plantea Armstrong, para quien las preocupaciones van más allá del factor puramente económico, con ellas se ponen en marcha valores, emociones y actitudes, y se vinculan directamente con la relación con el dinero.
Armstrong no sugiere que éste deje de inquietar, pero invita a hacerlo con confianza, determinación y madurez. Para ello hay que tener claros qué sentimientos produce la relación con el dinero y qué significado tiene para cada persona: seguridad, estatus, venganza, superioridad moral…
Significados simbólicos que a menudo se niegan, aunque sea inconscientemente. Por eso Armstrong invita a “desnudar” el dinero, en un ejercicio de autoconocimiento que consiste en analizar las frases o conceptos que se le asocian, en reflexionar sobre el papel que ha tenido en cada historia personal, y qué se ha aprendido de la experiencia con él.
En su manual, Armstrong tira por tierra la tan extendida idea de que el dinero da la felicidad. Reconoce que es un elemento fundamental para disfrutar de una buena vida, pero matiza: es una pieza de las muchas que conforman el puzzle de la idea de prosperidad, un “ingrediente”. El dinero puede comprar los elementos que provocan alegría, pero no las causas de ese sentimiento.
El escocés lanza una pregunta al lector: “¿Cuánto dinero necesitamos en realidad?. La respuesta reside, según Armstrong, en la actitud. Poco dinero puede ser tremendamente provechoso, y mucho totalmente inútil.
Otro de los mitos que Armstrong se propone desmontar con su obra es el de asociar las necesidades a la idea de supervivencia, y los deseos, a los caprichos y el lujo. Lejos de vincularse a lo “barato” y lo “caro”, la diferencia entre “necesitar” y “desear” en realidad radica en la identidad y el significado que aporta a nuestra vida aquello que se anhela.
Por tanto, es perfectamente posible que no se puedan permitir ciertas cosas que se necesitan para prosperar, y que sea desaconsejable comprar otras aunque se quieran y puedan permitirse.
El autor recuerda que los ricos no están exentos de problemas. Muchos de ellos caen en la codicia, y además, según el escocés, para conseguir lo que desean no requieren de esfuerzo ni dedicación, y por tanto sus vidas están vacías y carecen de riqueza personal.
Incluso se atreve a resaltar las virtudes de la escasez, afirmando que se puede aprender de ella, e invita a tenerle menos miedo (del comprensible) a la pobreza. Una sólida seguridad interior, frente a la fortuna exterior que ofrecen las posesiones, es una buena forma de hacerlo.
Mezclar las cuestiones económicas con los asuntos del corazón nunca ha estado bien visto. Sin embargo Armstrong cree que esta idea procede de una visión excesivamente romántica que no es adecuada.
Para el filósofo, el matrimonio es un tipo de asociación empresarial que para prosperar necesita, entre otras cosas, una buena base económica. Por tanto, no es criticable tener en cuenta los ingresos a la hora de buscar pareja; y es que las preocupaciones económicas son motivo de conflicto hasta en las mejores relaciones.
Para muchos el dinero es un afrodisíaco, puede comprar lujo y privacidad, y reduce la fragilidad de la relación. Son elementos que ayudan a reducir la infelicidad sexual, y por tanto, a consolidar la sociedad del matrimonio.
¿Es posible generar dinero y ser buena persona? Armstrong está convencido de que ello. Ciertas maneras de enriquecerse son totalmente rechazables, pero el dinero no es negativo en sí mismo. Podemos ganar dinero sin ser avariciosos, si haciéndolo logramos algo positivo y enriquecedor para uno mismo o para la sociedad. La clave está en preguntarse cómo se ha obtenido el dinero y no cuánto.