La derrota de Mitt Romney obliga al Partido Republicano a replantear su estrategia para los próximos cuatro años, en un país con un creciente peso de las minorías, y en un momento en que tendrá además que negociar con el presidente Barack Obama temas clave para la recuperación económica del país.
“Cambiar o morir, esa es la lección para los republicanos”, explicó Peggy Noonan, columnista del diario financiero de cabecera The Wall Street Journal.
El Viejo Gran Partido (GOP, por su sigla en inglés), como también se conoce al partido republicano, parece ahora más viejo que nunca, ya que los resultados muestran que solo se impuso a los demócratas en el segmento demográfico de hombres blancos adultos, un grupo en clara disminución en el que cada de vez más plural EE.UU.
“No creo que todo esté perdido para los republicanos, pero tendrán que hacer cambios significativos para mantenerse como partido relevante en los próximos años”, explicó a Efe Jennifer Marsico, investigadora del American Enterprise Institute (AEI), centro vinculado al partido republicano.
Lo cierto es que los cambios en la demografía de EE.UU. están redefiniendo el panorama político, y estados como Virginia o Florida, tradicionalmente más cercanos a los republicanos, están poco a poco siendo redibujados por el crecimiento de minorías como hispanos y asiáticos.
Los resultados en estos grupos fueron abrumadores: Romney perdió anoche respecto a Obama por cerca de 40 puntos entre los hispanos, casi 50 entre los asiáticos y más de 80 puntos entre los afroamericanos.
El expresidente de la Cámara de Representantes y aspirante a la candidatura republicana, Newt Gingrich, reconoció la “gravedad” de la situación.
“Creo que el país estaba mirando a un conjunto de cosas totalmente diferente de aquellas a las que mirábamos nosotros”, afirmó Gingrich, quien había pronosticado una amplia victoria de Romney.
Asimismo, reconoció las dificultades mostradas por su partido a la hora de seducir y atraer a estas crecientes minorías, así como al sector femenino de la población, que también favoreció mayoritariamente a Obama.
“La diferencia entre apelar a estos sectores e incluirlos es cuando cinco hombres blancos tienen una reunión y te llaman. Inclusión, en cambio, es cuando tú estás en la reunión”, reflexionó Gingrich con su característica franqueza.
A estos problemas de respaldo popular se suma la difícil situación económica que afronta EE.UU. con la amenaza del “precipicio fiscal”, en el que caería si se aplican drásticos recortes de gasto y subidas de impuestos, para comienzos de año, en el caso de que ambos partidos no alcancen un acuerdo para evitarlos.
De acuerdo con los cálculos del Fondo Monetario Internacional (FMI), de caer en ese precipicio fiscal la economía estadounidense podría volver a entrar en recesión en 2013.
En el Congreso, las elecciones dejaron el control de las dos cámaras dividido, y será allí donde se juegue el futuro político inmediato.
La Cámara de Representantes seguirá dominada por los republicanos, mientras que los demócratas dominarán el Senado.
En su discurso de reconocimiento de la derrota ante sus seguidores en la sede de su campaña en Boston, Romney advirtió sobre el “punto crítico” en el que se encuentra Estados Unidos, con especial énfasis en la economía.
Por ello, urgió al entendimiento de los legisladores de ambos bandos para poner los intereses del país por delante de los partidistas.
El otro elemento fundamental que deja la holgada victoria de Obama, quien se impuso en siete de los nueve considerados estados clave y mucho mayor que la pronosticada por las encuestas las elecciones, es si le queda futuro político a Romney.
“Dudo que Romney tenga vida política después de ayer: ha perdido unas primarias presidenciales y unas elecciones presidenciales”, subrayó tajante Marsico sobre el exgobernador de Massachusetts.
Por tanto, el reto ahora para los republicanos es rediseñar una estrategia política que les permita tener posibilidades en 2016, algo que pasa por redefinir su base electoral.
Uno de sus líderes en alza, el senador por Florida Marco Rubio, quien estuvo entre los posibles “números dos” de Romney y cuyo peso político ha subido tras los resultados, identificó este desafío con claridad.
“El movimiento conservador debe trabajar más duramente que nunca para comunicar nuestros desafíos a las comunidades minoritarias e inmigrantes”, afirmó en un comunicado tras la noche electoral.
Precisamente, Rubio, de 41 años y origen cubano, representa una de las opciones de regeneración desde dentro y ya se le considera un posible contendiente para las elecciones de dentro de cuatro años.