Desde muy niña, Fátima Aybar recibió de sus padres la formación católica en su hogar de Santiago en República Dominicana.
Y cuando su madre murió, Aybar tenía sólo diez años pero tuvo la madurez suficiente para aferrarse a la fe católica, la principal herencia que su mamá le dejó y un legado que por casi cuatro décadas ha guiado su vida.
“Es muy lindo trabajar para el Señor, eso es lo que llena mi vida”, dijo Aybar a El Tiempo Latino.
De 48 años, 31 de ellos en este país, Aybar es responsable de varios ministerios en la Catedral de San Mateo de Washington, DC, entre ellos la educación religiosa en español. Este voluntariado lo ha ejercido por doce años, los últimos de las dos décadas en las que ha pertenecido a esa comunidad, siempre siguiendo las enseñanzas de su mamá.
“Ella murió cuando yo estaba pequeña y me dejó lo más lindo que puede haber: la fe. Esa fue su herencia. Mi mamá fue una mujer muy entregada a la iglesia y eso lo recibí de ella”, recordó.
Religiosa de vocación y oficio, esta activa mujer llegó a San Mateo como miembro del Consejo Parroquial y de ahí en más empezó a envolverse en diversos ministerios de la Iglesia Católica.
Hoy coordina la catequesis para los niños que van a hacer la primera comunión, la confirmación y algunas otras actividades religiosas y comunitarias en beneficio de los feligreses de la parroquia.
“Gracias a Dios que aquí tenemos un equipo bien lindo. Yo lo coordino pero ellos hacen principalmente el trabajo en la iglesia. Todos los miembros de la parroquia son los que hacen posible el éxito de nuestras actividades”, reconoció.
Aybar afirma que su principal recompensa es ver a los niños y jóvenes culminar su esfuerzo para recibir la primera comunión o la confirmación.
“Es una alegría muy grande, indescriptible. Me recuerda cuando Jesús dice ‘dejar que los niños vengan a mí’ entonces cuando ellos van a recibir la comunión es algo muy grande porque reciben el cuerpo de cristo en esos cuerpecitos. Es por eso que el Señor dice que tenemos que ser como niños para entrar al reino de los cielos”, agregó.
Y fue su inmensa fe lo que curó a Aybar de la enfermedad de lupus que sufrió hace unos años, gracias a pedirle a Dios que la sanara por intermedio del beatificado Papa Juan Pablo II.
Aproximadamente en el año 2004, Aybar fue diagnosticada con lupus “del más malo” y le pidió a Dios que la curara.
Fiel a sus creencias católicas, hizo una oración que rezó por nueve días para pedirle el milagro a Dios y a Juan Pablo II. Y ella asegura que ellos escucharon su petición.
El 25 de enero de 2008, Aybar fue declarada “libre de la enfermedad” y ese “milagro” es considerado por las autoridades de la Iglesia Católica como un posible recaudo para la santificación de Juan Pablo II.
“Me arrodillé y dije, gracias Juan Pablo, gracias”, recordó Aybar quien confía en que su caso pueda ser el segundo milagro que se necesita para la santificación de ese Santo Padre.
Juan Pablo II fue beatificado en Roma en 2011 y es venerado por unos 1200 millones de católicos alrededor del mundo. La beatificación es el último paso previo antes de ser designado como un santo, un proceso que puede tomar siglos.
A Juan Pablo II se le atribuye la curación de una monja francesa de la enfermedad de Parkinson después de que ella y su orden le rezaron.
Para alcanzar la santidad se requiere de un segundo milagro.
“No sé cómo describir la manera que él daba su amor. Algo en sus ojos penetraba dentro de ti”, dijo Aybar sobre el difunto Pontífice.
“No estoy segura si ya mi caso está en el Vaticano pero sí se enviaron todos los recaudos a la Arquidiócesis. El cardenal (Donald) Wuerl me dijo que ‘había recibido mi caso’ y que se encargaría de eso para que fuera considerado en la santificación de Juan Pablo II”, concluyó Aybar, quien tiene 20 años cuidando a una anciana en una clínica de salud de Bethesda, Maryland.