La Iglesia Católica logró que la Semana Santa no pasara sin un Papa. El martes 19 asumió Francisco, el primer Pontífice oriundo de Latinoamérica, Argentina precisamente, y el primer jesuita.
La Plaza de San Pedro, en el Vaticano, se colmó de fieles de todas partes del mundo. Y de mandatarios como la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, quien tuvo una tumultuosa relación con Francisco cuando era cardenal primado del país: se enfrentaron públicamente por el tema de la pobreza, la anticoncepción y el matrimonio gay.
Desde hace siglos, el nuevo Papa asume durante una misa de tradición bizantina. Sin embargo, Francisco —como antes lo hicieron Benedicto XVI, Juan Pablo II y Juan Pablo I— no fue coronado. El último en usar una tiara fue Pablo VI, cuando asumió en 1963. Tras la ceremonia, se decidió que la corona, de valor incalculable, fuera subastada y el dinero, se donara a la caridad.
Finalmente, a esa histórica tiara la compraron católicos de Estados Unidos y los residentes del área la pueden admirar, ya que se exhibe en la Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción, en Washington, DC.
También a diferencia del pasado, la ceremonia se realiza durante una misa al aire libre, frente a la Basílica de San Pedro. Ahora, los cardenales besan la mano del Papa en señal de obediencia una vez que es elegido en el cónclave, y no públicamente.
Algunos católicos seguidores de las tradiciones dicen no reconocer al Papa porque no usa su corona y, además, tampoco realiza una juramentación, como en los viejos tiempos.
Lo que sí recibe el nuevo Pontífice desde siempre es el “Anillo del Pescador”, símbolo del legado de San Pedro, el apóstol pescador.
Tras ese día histórico, el desafío de Francisco es el de un Papa distinto. Su primer viaje oficial será a Brasil en julio, para participar del encuentro mundial de jóvenes católicos.
Luego, su abultada agenda incluirá entrevistas con líderes internacionales, y reclamos de reformas que fieles y laicos esperan desde hace décadas.
