Ubicadas en la frontera con Canadá, en el estado de Nueva York y en el área de Buffalo, las Cataratas del Niágara están entre esos imponentes saltos de agua que dejan al turista con la boca abierta en distintos continentes, tales como las del Iguazú, en la frontera de Argentina y Brasil, el Salto del Ángel en Venezuela, las Tres Hermanas en Perú o las Victoria, en el límite entre Zambia y Zimbawe, en África.
Las Cataratas del Niágara están a 8 horas de manejo de DC. La ruta, intrincada por momentos justifica la compra de un inteligente GPS. Pero el comienzo el fácil: se debe tomar la ruta 270 y luego la 70 oeste, hasta pasar de Maryland a Pennsylvania.
La mayor parte del camino se realiza por ese estado, atravesando los pequeños e históricos pueblos surcados por colinas. Asombra a los habitantes del área —acostumbrados a cruzarse con venados y mapaches— la posibilidad de que aparezca un oso paseándose por la ruta: hay carteles de “cuidado con el oso” en varias partes del trayecto.
Ya en Buffalo, el acceso a la ciudad de Niágara Falls, hogar de las cataratas, es a través de una ruta rápida que bordea la ciudad —la Robert Moses Parkway—, y atraviesa un puente cuyo peaje es $1 y, cuidado, hay que tener al menos monedas, a la ida y a la vuelta, porque sólo aceptan cash.
A diferencia de las otras cataratas famosas, las del Niágara están rodeadas de ciudad, un espacio que se fue construyendo alrededor de estos saltos, cuando se estableció el Niagara State Park, el 15 de julio de 1885, el primer parque que se creó en el país.
Hay muchas opciones de hoteles que, en temporada alta, están repletos. La infraestructura hotelera de la ciudad es pequeña, y los hoteles construidos en los años 70, suelen estar abarrotados en esta época del año. Oscilan entre $150 y $300 la noche y suelen estar a no más de dos cuadras de las mismísimos saltos.
Existe la opción de quedarse del lado canadiense pero, alerta, conseguir la visa para los que la necesiten no es un trámite rápido (ver recuadro).
A lo largo de rutas aledañas hay muchas alternativas de moteles súper económicos. Una vez en el sitio, la primera visita obligada es al mismo parque, para disfrutar deliciosas vistas panorámicas de los saltos y dar una caminata inicial, cruzando a Goat Island, que forma parte del parque y cuyos senderos ofrecen distintas perspectivas de esos increíbles caudales de agua que golpean la superficie del Niagara River, que hace frontera entre ambos países.
Se ofrecen muchas visitas guiadas por la zona, pero el paseo obligado es el que se llama “Maid of the Mist”, que combina una excepcional vista desde un puente y navegar en un barco que se acerca al pie mismo de las cataratas.
Theodore Roosevelt y la princes Diana de Gales fueron algunos de los pasajeros ilustres que con un poncho de plástico, que apenas evita empaparse, disfrutaron de esta fantástica experiencia. Cuesta, del lado estadounidense, $15,50 los adultos y $9 los niños entre 6 y 12 años. Los de 5 años o menos no pagan, y, en algunos casos, pueden pedir prueba de edad.