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“Todo lo que sabemos sobre los indocumentados es erróneo”, escribió Ezra Klein, el 10 de agosto en The Washington Post, haciéndose eco del análisis del profesor de la Universidad de Princeton Doug Massey en un estudio publicado en 2007 titulado “Understanding America’s Immigration ‘Crisis.’” Ojo, la palabra “crisis” va entre comillas. Massey no es un político, conoce el peso que tienen las palabras y “crisis” junto a la palabra inmigración es propio de demagogos y de intereses especiales, no de académicos.

El análisis de Massey se remonta al principio del siglo 20 cuando las empresas estadounidenses “suplicaron” la ayuda de los trabajadores mexicanos, los contrataron y luego les pagaron con promesas rotas. Los años 20 vieron una explosión de la fuerza laboral inmigrante, luego llegó la “era de las deportaciones”, como resultado de la Gran Depresión cuando más de medio millón de mexicanos fueron expulsados de Estados Unidos.

La Segunda Guerra Mundial volvió a generar la demanda de mano de obra extranjera. Es la época del Programa Bracero por el que los trabajadores recibían fácilmente visas para Estados Unidos y cuando se registró uno de los menores indices de cruces ilegales en la frontera US-México.

1986: una ley migratoria, y una creciente y positiva relación económica en la frontera US-México, debía traducirse en acuerdos laborales más fluidos. Pero no fue así.

La “era del inmigrante indocumentado” nace con el fin del Programa en 1965 y la subsiguiente represión migratoria. El número de visas de trabajo expedidas pasaron de unas 400,000 en 1959 a 1.725 en 1979. Sin embargo, cruzar la frontera en los 80 era más fácil y los trabajadores indocumentados no se veían obligados a quedarse en este país.

En 1986, el Congreso aprobó una ley de reforma migratoria y el president Reagan dio amnistía a tres millones de indocumentados. Una ley migratoria, y una creciente y positiva relación económica en la frontera US-México, debía traducirse en acuerdos laborales más fluidos. Pero no fue así. De hecho, a finales de los 80 comienza la militarización de la frontera sur. Massey dice que cuando Estados Unidos pone más difícil el cruce fronterizo, provoca un resultado imprevisto: el aumento de los inmigrantes indocumentados. Y esto nos lleva a la actual paradójica “crisis”: La reducción a cero de inmigrantes indocumentados cruzando la frontera incita al Congreso a enfocarse por encima de todo “a militarizar más una frontera ya militarizada”.

La ley migratoria del Senado —actualmente en Limbo, o sea, en la Cámara de Representantes— le dedica una obscena cantidad de dinero a la seguridad fronteriza. A la luz del análisis de Massey, parece que algunos en el Congreso tartan de pervertir el significado de la palabra inmigración —un fenómeno humano, el gran catalizador de la experiencia americana.

“Crisis” migratoria? “Crisis” es lo que gritan siempre aquéllos cuyo negocio es mantener viva la “crisis”.

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