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La inmigración es algo personal

La marcha a favor de la reforma migratoria en el Capitolio de Washington DC, el 8 de octubre de 2013, y las otras manifestaciones en al menos 20 ciudades de todo el país no alcanzaron el clamoroso nivel de ira y reivindicación de las manifestaciones de abril 2006. Sin embargo, el mismo sentimiento permanece: un sistema migratorio quebrado necesita arreglos profundos y se debe poner fin a los ataques contra familias inmigrantes vulnerables y a las deportaciones masivas.

El martes en el Mall Nacional de DC, Los Tigres del Norte y Lila Downs entonaron la agridulce banda sonora de miles de familias hispanas inmigrantes que se sienten defraudadas por el presidente Barack Obama quien se empeña en seguir diciéndoles que “No se puede”.

Ésa es la razón por la que los miles que se congregaron delante del Congreso gritaban sin cesar “¡Sí se puede!” desde el fondo de sus corazones solitaros.

El martes en el Mall Nacional de DC, Los Tigres del Norte y Lila Downs entonaron la agridulce banda sonora de miles de familias hispanas inmigrantes que se sienten defraudadas por el presidente Barack Obama quien se empeña en seguir diciéndoles que “No se puede”.

Porque la manifestación del martes 8 de octubre mostró menos esperanza y más desespero en los rostros de esos hombres, mujeres y niños latinos que se alejaban del Mall a paso lento en la tarde temprana de un martes gris.

La marcha culminó con un acto de desobediencia civil que resultó en el arresto de unas 200 personas, entre ellos el cofundador del movimiento de derechos civiles de los años 60 John Lewis, D-Ga.; Luis Gutiérrez, D-Ill.; Raúl Grijalva, D-Ariz.; Keith Ellison, D-Minn.; Joseph Crowley y Charles Rangel, ambos D-N.Y.; Al Green, D-Texas; y Jan Schakowsky, D-Ill.  Gustavo Torres de CASA de Maryland, Jaime Contreras (SEIU) y la delegada de Maryland Ana Sol Gutiérrez también fueron arrestados.

Los legisladores y los activistas coincidieron en algo: esto no es política, esto es personal.

Después de dos décadas trabajando con la comunidad hispana, escribiendo sobre temas latinos, y escuchando historias de vida, hay siempre un denominador común descorazonador: la historia de personas que están convencidas de que si trabajan lo suficiente, pueden conseguir el premio de la ciudadanía. En este país puedes ganártela, pensaban.

María Gómez vino a la manifestación con sus dos hijos, Emily y Chris, cuyo padre Carlos Gómez vive en Honduras desde que fue deportado. Alexander Cáceres es un salvadoreño que lleva unos 30 años en el país y vino a la marcha desde Silver Spring, Maryland, para mostrar su solidaridad. Lorena Ramírez, Guatemalteca, tomó unas horas de su trabajo en un restaurante  de Arlington, Virginia, para estar presente en el Mall.

Dereck Funes tiene 8 años y vino cn su mamá salvadoreña desde Silver Spring, Maryland. Y Brandon López de 7 años, bajo un  cartel, observó como la policía se llevaba a quienes cometían desobediencia civil bloqueando una calle principal junto al Capitolio.  En el cartel se leía: “Keep families together –keep my daddy here”.

Para la prensa estadounidense en inglés, la manifestación en el Mall de DC pudo no haber sido demasiado importante; pero para millones de latinos en este país hay mucho en juego. Cantar las baladas de los  Los Tigres del Norte y dar gritos de esperanza: ése es el material del que están hechos los sueños.

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