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El las manos del presidente

Parece inevitable que los presidentes se olviden de sus compromisos al llegar al poder. El hombre que hizo campaña por el cambio y la esperanza ha llevado muy poco de ambos al tema migratorio.

En junio de 2012, Obama utilizó su poder ejecutivo para detener las deportaciones de los “soñadores” —los jóvenes inmigrantes indocumentados que llegaron a este país de niños. Es más que posible que ese “mini Dream Act” de Obama le ayudara a ser reelegido con un récord de votos del electorado hispano y asiático. Su programa de “Deferred Action” (Acción Diferida) por medio de una orden ejecutiva ayudó a cientos de miles de jóvenes indocumentados estadounidenses.  No hacer nada hubiera significado la continuación de un status quo inaceptable para una generación de jóvenes que no han conocido otro país ni otro sistema que Estados Unidos. Cierto que muchos republicanos protestaron el programa “Deferred Action for Childhood Arrivals” calificándolo de “abuso de poder” cuando, en realidad, es parte  del juego democrático del país: se supone que las diferentes ramas del gobierno deber mantener un civilizado tira y afloja.

En este momento, la Cámara de Representantes —de mayoría republicana— está estancada en el tema migratorio. Nada nuevo:  el Congreso derrotó al presidente Bush en el mismo tema en 2006.

Ésa es la razón por la que muchas voces desde organizaciones latinas, grupos de fe y demócratas en el Congreso, como el legislador Luis Gutiérrez, claman que Obama puede expandir el programa de Acción Diferida para incluír a 11 millones de indocumentados, muchos de los cuales son padres o familiares de los “dreamers”.

Una decisión ejecutiva de Obama de tal calibre enviaría un claro mensaje: el presidente actúa sin el Congreso, y el presidente actuará unilateralmente hasta que el Congreso le envíe una propuesta de ley sobre inmigración.

La idea es suspender las deportaciones hasta que se alcance una resolución sobre la propuesta de ley de reforma migratoria que en este momento se debate en la Cámara Baja. Muchos piensan que si el Congreso  no toma una decisión en este tema, está en manos del presidente detener las deportaciones “de un plumazo”.

Una decisión ejecutiva de Obama de tal calibre enviaría un claro mensaje: el presidente actúa sin el Congreso, y el presidente actuará unilateralmente hasta que el Congreso le envíe una propuesta de ley sobre inmigración.

Una orden ejecutiva es un mandato presidencial que tiene el peso de una ley. Y tal acción es parte de la historia de nuestra democracia. Algunos ejemplos: la “Emancipation Proclamation” de Abraham Lincoln se hizo vía orden ejecutiva; el presidente Truman consiguió la integración racial de las Fuerzas Armadas con una orden ejecutiva; el presidente Clinton expandió estos poderes y le siguieron Bush y Obama quien firmó 144 órdenes ejecutivas en sus primeros cuatro años.

La acción presidencial para detener la deportación de indocumentados que no han cometido crímenes serios sería consistente políticamente y contaría con precedentes. Sin embargo, el enorme número de deportaciones con Obama —1,5 millones en su primer mandato— ha dejado a miles de niños en manos del cuidado institucional, según un estudio del Applied Research Center.

¿Por cuánto tiempo olvidará el presidente su compromiso con el votante hispano?

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