Nada de cámaras, micrófonos y camiones de transmisión vía satélite. Tampoco ceremonias, discursos o abrazos de condolencia con políticos. Newtown conmemora en la intimidad este sábado que hace un año Adam Lanza segó 26 vidas en una escuela elemental después de matar a su madre y antes de descerrajarse un tiro con su propia arma.

Paz y tranquilidad para llorar a los suyos quieren los familiares de los 20 niños y 6 miembros del personal docente asesinados esa mañana de diciembre. Por eso pidieron a la prensa que se abstengan de desplegar la carpa del circo mediático en su pequeña población. La mayoría de los medios han accedido a la petición.

Paz y tranquilidad para llorar a los suyos quieren los familiares de los 20 niños y 6 miembros del personal docente asesinados esa mañana de diciembre. Por eso pidieron a la prensa que se abstengan de desplegar la carpa del circo mediático en su pequeña población. La mayoría de los medios han accedido a la petición.

Tal vez el silencio sea la mejor manera de conmemorar el primer aniversario de la matanza en la escuela Sandy Hook, porque aparte del recinto –que fue recientemente derruido- poco ha cambiado en el país que pueda evitar otra tragedia de esta magnitud.

De hecho, desde los trágicos hechos del año pasado se ha registrado la descarga de un arma de fuego en un recinto escolar o universitario cada dos semanas, según un reportaje del portal “The Daily Beast”. En algunos casos no hubo víctimas o el portador del arma simplemente se suicidó, en otros resultaron abatidos estudiantes o personal del centro.

Igual de horrible es esta cifra: 194. Es el número de menores de 12 años que han perdido la vida en Estados Unidos a causa de las armas de fuego en 2013, según un extenso análisis de la revista Mother Jones que incluye una desgarradora galería de fotos de las víctimas.

Para poner en contexto esta sangría de menores, el artículo cita un estudio de la entidad Fondo de Defensa Infantil según el cual la incidencia de muertes de niños por disparos en Estados Unidos es cuatro veces más alta que en Canadá y 65 veces más alta que en Reino Unido, donde las armas de fuego están severamente restringidas desde mediados de los años noventa en respuesta a una masacre parecida a la de Newtown.

Esos 194 menores fallecidos, que no son todos sino los que la revista pudo documentar, son una parte minúscula de las macabras estadísticas de la violencia armada. Las balas han segado la vida de al menos 11,436 personas desde la masacre en la escuela Sandy Hook, según la revista digital “Slate”, que también advierte de que la cifra real es probablemente mayor, ya que su conteo se basa exclusivamente en fallecimientos recogidos por la prensa.

“Cuando ocurre [una masacre escolar] una vez más, piensas: ‘este tendría que ser el momento, pero lo más probable es que no lo sea’”, dijo al diario Boston Globe Greg Gibson, cuyo hijo Galen falleció en un tiroteo en una escuela de Massachusetts en 1992. “Siempre hay mucha consternación, lágrimas, gritos de porqué y promesas de soluciones. Y luego todo se disipa”, agregó.

Ese patrón también se ha repetido en el caso de Newtown, por mucho que el inmenso impacto de la tragedia pareciera un punto de inflexión en el debate sobre la tenencia de armas. Pero ya sabemos qué paso: el modesto proyecto de ley para obligar a revisar antecedentes en todas las ventas de armas fracasó en el Senado, pese al cabildeo de las familias de Newtown y contar con el respaldo de la opinión pública.

Un año después, los sondeos indican que no se ha producido el giro en el sentimiento de la ciudadanía que algunos esperaban. Un 50% de la población considera lo más importante regular la tenencia de armas, mientras que un 48% antepone a todo el derecho a portarlas, según el Pew Reserach Center. Es más o menos, la misma división de opiniones de los últimos seis años.

En su intervención en la ceremonia en recuerdo de las víctimas en Newtown hace un año, el presidente Barack Obama dijo que la sociedad estadounidense no podía atribuir un suceso de esa magnitud a la fatalidad, quedarse de brazos cruzados y no hacer nada para impedir que se repita.

A juzgar por lo sucedido desde entonces, eso es precisamente lo que ha hecho.

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