WASHINGTON (AP) — El Congreso estadounidense no aprobó este año leyes de reforma de inmigración y control de armas respaldadas por la Casa Blanca. No elevó el salario mínimo, tampoco aprobó otros puntos en la agenda del presidente Barack Obama.
Pero republicanos allegados al ultraconservador tea party llevaron al país a un cierre parcial del gobierno federal por 16 días que costó a la economía 24.000 millones de dólares, de acuerdo a un estimado.
El Congreso estadounidense no aprobó este año leyes de reforma de inmigración y control de armas respaldadas por la Casa Blanca. No elevó el salario mínimo, tampoco aprobó otros puntos en la agenda del presidente Barack Obama.
El Congreso no revocó la ley de salud conocida como “Obamacare”. Ni aprobó la propuesta construcción del controversial oleoducto Keystone. Tampoco dificultó a la Casa Blanca poner en marcha nuevas regulaciones federales, ni logró otras decenas de medidas en la agenda republicana.
Pero los senadores demócratas, unilateralmente, en forma arrogante, dicen los republicanos, cambiaron procedimientos establecidos en la cámara para debilitar la capacidad republicana de bloquear la confirmación de nominados por Obama.
Eso también fue parte de un año tempestuoso en el que los legisladores pasaron de enfrentamiento al cierre, con tiempo suficiente para que el senador republicano Ted Cruz leyese el clásico de Dr. Seuss “Huevos verdes con jamón”, hablando en la sala del Senado durante todo un día para protestar contra la ley de salud.
“El pueblo estadounidense tendría un mejor gobierno de la Isla de los Monos en el zoológico local que el que le estamos dando hoy nosotros”, dijo el representante demócrata John Dingell cuando el gobierno se acercaba al cierre.
“Esto no es un maldito juego”, dijo el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner.
El veterano senador republicano John McCain se refirió a algunos de sus correligionarios más jóvenes e intransigentes como “pájaros locos”.
Uno de a quienes aludía, Cruz, dijo: “No confío en los republicanos, no confío en los demócratas, y pienso que los estadounidenses no confían ni en los republicanos ni en los demócratas porque son los líderes de esos partidos los que nos tienen en esta situación”.
Para el final del año, el líder de la mayoría senatorial demócrata, Harry Reid, dijo: “El Congreso termina este año menos popular que una cucaracha”.
Entre los republicanos, la posición de Reid pudiera ser aún peor que una cucaracha.
Reid “va a ser recordado como el peor líder del Senado” si insistía en cambiar las reglas de maniobras dilatorias, predijo el líder republicano Mitch McConnell. Reid lo hizo de todas formas, causando la furia de los republicanos, que dijeron que un día los demócratas lo lamentarían.
Cucarachas o no, el Congreso comenzó el año con su popularidad en el sótano, luego siguió bajando.
En enero, un sondeo Associated Press-GfK dijo que la aprobación de los congresistas en el país era de apenas 17%.
En noviembre, tras el cierre parcial del gobierno, un estancamiento de meses e insultos constantes, estaba en 13%.
La ley de salud fue un tema constante, objeto de ataques de todo tipo por los republicanos.
“No deberíamos ser juzgados por cuántas nuevas leyes creamos, sino por cuantas leyes anulamos”, dijo Boehner cuando los republicanos votaban por 38va y 39na veces desde el 2011 contra la ley de salud.
Iba a haber más votaciones similares, superando las cuarenta, en ruta al primer cierre del gobierno federal en 17 años. Fue tan perjudicial para los republicanos que Boehner culpó a grupos exteriores del tea party que dijo eran responsables de “empujar a nuestros miembros a lugares en los que no quieren estar”.