La tierra se estremeció desde sus entrañas antes del amanecer, despertando abruptamente a Los Angeles de su descanso. En un abrir y cerrar de ojos, los puentes de las autopistas se desplomaron. Muchos edificios se derrumbaron o quedaron inhabitables. Y hubo incendios por doquier.
Dos décadas después que un terremoto de magnitud 6,7 causó estragos en Los Angeles y en las comunidades vecinas, los edificios de la región siguen siendo vulnerables. Aunque ha habido progreso en la reconstrucción y en el reforzamiento de autopistas y hospitales, se ha prestado menor atención a los edificios de concreto y a las viviendas con estacionamientos bajo el nivel del suelo.
“Eso representa un problema importante. En realidad no hemos avanzado mucho”, destacó Jonathan Stewart, un ingeniero especializado en estructuras sísmicas de la Universidad de California, campus Los Angeles.
A las 4:31 de la madrugada del 17 de enero de 1994, el terreno se estremeció debajo de la comunidad de Northridge. Cuando el terremoto terminó, secciones de la ciudad quedaron en ruinas.
Por lo menos 57 personas murieron, de acuerdo con el estado. Un estudio de 1995 que incluyó ataques cardiacos puso la cifra en 72. Cerca de 9.000 personas resultaron heridas. El terremoto provocó daños por unos 25.000 millones de dólares, siendo el desastre natural más costoso en su momento.
El mayor número de muertes tuvo lugar en el complejo de Northridge Meadows, donde 16 residentes murieron cuando sus departamentos del primer piso se hundieron en los garajes subterráneos.
La municipalidad no tiene un registro de cuántos edificios de ese tipo existen y no ha obligado a que se hagan remodelaciones porque muchos de esos edificios quedaron de pie después del terremoto de 1994.
El Departamento de Construcción y Seguridad de Los Angeles recientemente propuso que se realice una inspección de 30.000 departamentos construidos antes de 1978 con el objeto de determinar qué podría dañarse durante un violento terremoto como el primer paso para una posible modernización. La dependencia aún debe recibir el financiamiento para iniciar el trabajo.
Después del sismo de Northridge, la municipalidad obligó que unos 200 edificios de estructura de acero que inesperadamente registraron grietas en las soldaduras y en 2.750 edificios con muros de carga de concreto cuyo diseño era defectuoso. Ambos tipos de reparaciones fueron hechas con relativa facilidad y sin que fuesen un gasto oneroso para los propietarios.
Aun así, simulaciones en computadoras divulgadas esta semana por el Instituto de Tecnología de California y el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés) hallaron que los edificios de acero de mediana altura tenían resultados diferentes dependiendo del tipo de soldadura.
Otras modernizaciones fueron voluntarias, como el reforzamiento de edificios de estructura de concreto.
Existen unos 1.500 edificios de ese tipo en el condado de Los Angeles, y entre 16.000 y 17.000 en todo el estado. Solo del 10 al 15% de esos edificios se considera peligroso, dijo Craig Comartin, que dirigió un estudio por la Coalición Concreto, un grupo voluntario de científicos, ingenieros y gobiernos.
A principios de semana, la municipalidad anunció que se asociará con el USGS para desarrollar un plan para abordar la seguridad sísmica que incluirá mecanismos para lograr que los edificios de propiedad privada sean convertidos en estructuras de mayor seguridad contra sismos.
Asimismo, el Departamento de Transporte de California ha gastado más de 1,000 millones de dólares para reforzar 1.155 puentes que estaban en riesgo. Sólo dos proyectos siguen pendientes, un puente de autopistas en Oakland que debe completarse este año y el puente Schuyler Heim de Long Beach que se terminará en el 2017.
Para los estándares sísmicos, el terremoto de Northridge no fue un monstruo en términos de la destrucción que dejó. No provocó la cifra de víctimas que dejó el terremoto de Haití en el 2010, pero otro sismo podría provocarla en el futuro.
Si un segmento de la Falla de San Andreas que se extiende por 1.287 kilómetros (800 millas) se desprende y provoca un terremoto destructor, “El Grande” como le llaman los científicos, podría causar un mayor caos a la vida, propiedad y al suministro, por interrupciones en carreteras, tuberías de gas y agua, y los sistemas de telecomunicaciones. Pero pese al intenso estudio, no hay una solución mágica que permita a los científicos pronosticar cuándo se producirá ese gran sismo destructor.