WASHINGTON, DC.— Daniela Rojas llegó a Estados Unidos de su natal Santiago de Chile en 1982. Tenía dos años y había sido diagnosticada de una grave enfermedad muscular y con pocas posibilidades de caminar.
Fue internada en el Shriner’s Hospital de Philadelphia, Pennsylvania, donde vivió por casi 20 años. Después de someterse a 50 operaciones, Rojas pudo caminar, estudiar, trabajar y traer al mundo a sus tres hijos, quienes le cambiaron la vida y hoy, asegura, son su principal motivación.
Rojas admite que vive con el dolor de sus piernas pero impulsada por el gran amor a sus hijos Elizabeth “Lizzy”, Briana y Tony Rojas, quienes son “la bendición” que le mandó Dios para recompensarla por su sufrimiento.
“Soy invalida, tengo 50 operaciones porque nací con una enfermedad en los músculos muy agresiva que me generó la deformidad de las piernas”, dijo Rojas entre lágrimas a El Tiempo Latino.
La felicidad que le brindan sus tres hijos, quienes son buenos deportistas y estudiantes, le ayudan a soportar los dolores extremos con los que tiene que vivir.
“Me siento muy orgullosa de los niños… me motiva mucho verlos cuando juegan y nunca pienso que estoy muy enferma. A mí me encanta el deporte y nunca pude hacerlo pero ver a mis hijos jugar es una recompensa”, admitió Rojas.
Rojas nació con pie “equino varo” (“club feet”), múltiples condiciones neurológicas, deformidades de las extremidades inferiores y neuropatía periférica.
“Cuando tenía dos años me trajeron de Chile a tratarme la enfermedad porque los médicos de allá dijeron que no podría caminar”, recordó Rojas.
Ingresó al Shriner’s Hospital y ahí le comenzaron a practicar operaciones.
La deformidad en sus piernas no fue impedimento para que Rojas estudiara su escuela primaria desde el hospital. Logró caminar y más tarde se matriculó en la Fairfax, H.S., de día, y la Wilbert Tucker Woodson H.S., de noche, ambas escuelas en Fairfax, VA. Terminó su secundaria y salió definitivamente de Shriner’s Hospital a los 21 años.
Luego se enamoró.
“Conocí y viví con el padre de mis hijos pero eso no funcionó y fue una desilusión”, lamentó. Pero ese desengaño amoroso mucho menos le impediría a Daniela abrirse paso en la vida.
Terminar la secundaria fue un logro para ella, pero a nivel académico no estaba satisfecha. Aspiraba a lograr más.
Y quizás para retribuir a otros pacientes los cuidados que ella recibió, estudió para asistente de enfermería en el Northern Virginia Community College entre 1996 y 1999, realizó su pasantía en el “Fairfax Nursing Home” y luego ejerció su carrera en el Inova Fairfax Hospital hasta el 2010.
Inhabilitada y pensionada hoy en día por el Seguro Social, Rojas realiza sus sueños criando a sus hijos como “madre soltera” y dándoles todo en la vida para que sean personas de bien.
“Hago lo más humanamente posible para tener a mis hijos en buen camino”, agregó sobre Elizabeth, de 15 años, Briana, de 10, y Tony, de 8.
Briana y Tony están en Young Scholars Programs para los estudiantes talentosos (gifted) en la Daniels Run, E.S, de Fairfax, y Elizabeth en clases de honor en la Fairfax High School. Además, las dos niñas y el varón, practican varios deportes.
Rojas se pasa la vida de una cancha para la otra, arreglándoselas para manejar, y cuadrando los horarios para poder cumplir con los compromisos de los tres.
Sus hijos le reconocen todo su esfuerzo. “Me gusta ir con mi mamá a todas las canchas y verla siempre apoyándome”, dijo Tony, quien practica fútbol americano, fútbol y baloncesto.
“Cuando mi madre puede ir a nuestros partidos como locales es algo que realmente me motiva”, acotó Elizabeth, integrante del equipo JV Field Hockey de la Fairfax, H.S. “Es muy bueno verla ahí apoyándome. Ella hace un gran trabajo para mantenernos a los tres haciendo todas estas cosas”, agregó Elizabeth.
“Ella me ayuda y siempre está ahí para mí”, reconoció por su parte Briana.
Rojas admite que prefiere todas esas actividades como bálsamo, antes que tener que tomar las fuertes medicinas. Hoy, a ella le cuesta caminar más porque el desorden muscular está muy avanzado y lo único que podría calmarle el dolor son las medicinas pero son muy fuertes.
“Me abstengo de tomarlas porque tengo a mis tres niños y no puedo andar ‘drogada’ con ellos de un lado para el otro”, puntualizó.
También reconoce que vive con dolores pero se ha tenido que acostumbrar. “Prefiero eso antes que tener que acostumbrarme a los relajantes musculares que me ponen a dormir”, explicó Rojas, quien mantiene a su familia con la ayuda de sus padres y su pensión.
Y asegura que tiene que ingeniárselas para armar la logística de atender tantos compromisos deportivos y estudiantiles.
“A veces tengo que dejar a unos de los niños jugando y salir corriendo a llevar a otro pero siempre resuelvo y casi nunca tengo problemas de que los partidos coincidan. Pero sí me muevo de un lado para otro llevando y trayéndolos a los tres. Parezco un taxi”, sonrió Rojas.
Y como para no perder la costumbre, todavía tiene que ir a las salas de emergencia como sucedió el domingo 26 de enero. Su hija Briana recibió esa tarde un fuerte golpe en el tobillo en un partido de baloncesto y Rojas tuvo que llevarla al hospital.
“Le chequearon el tobillo para descartar cualquier lesión pero ella es fuerte igual que su mamá”, afirmó Rojas, una mujer realmente comprometida con la vida.