SAN SALVADOR, El Salvador (AP) — El equipo de médicos que atiende al naufrago salvadoreño José Salvador Alvarenga se mostró sorprendido el miércoles 12 de febrero por la condición física general del pescador, quien solamente presenta un problema de anemia, pero expresó preocupación por su situación psicológica.
Cuando Alvarenga, de 37 años, llegó el martes 11 por la noche al aeropuerto internacional de El Salvador, “rápidamente cayó en depresión y se puso a llorar porque todavía no está listo para la comunicación con el mundo”.
“Todos los exámenes que se le han hecho prácticamente están cercanos a la normalidad, increíble”, dijo el miércoles la ministra de Salud María Isabel Rodríguez.
La ministra expresó que se trata de “un caso médico rarísimo, importantísimo, (porque) tiene una recuperación tan rápida desde el punto de vista físico, con algunos elementos de salud mental”, un caso que hay que estudiar.
Dijo que cuando Alvarenga, de 37 años, llegó el martes por la noche al aeropuerto internacional de El Salvador, “rápidamente cayó en depresión y se puso a llorar porque todavía no está listo para la comunicación con el mundo”.
En un video de 1:49 minutos, grabado y difundido por el ministerio de Salud Pública, Alvarenga dice que se encuentra bien, pero “quisiera que me dejarán tranquilo, yo no quiero presión de los medios, no quiero hablar con ellos, quiero estar tranquilo, que mi familia esté tranquila… No más preguntas, ni más fotos”, agregó.
“Que me den tiempo para poder yo hablar después que me recupere porque ahorita no estoy para dar explicaciones y es lo que les pido, que me dejen tranquilo, que me recupere, que no molesten a mi familia para estar yo bien”, agregó desde la cama del hospital y vestido con una bata.
Al finalizar la grabación, su padre José Ricardo Orellana, de 65 años y vestido con ropas del hospital pero color café, se acercó a la cama y se fundieron en fuerte abrazo.
Se informó que Alvarenga y su familia no permitieron que el personal de Salud Pública tomara fotografías.
El pescador relató a los médicos que lo atienden que pidió ayuda a barcos que pasaron cerca de su bote y que ninguno quiso auxiliarlo.
“Me imagino (que no le ayudaron por) la condición que estaba, un hombre peludo, desnudo, porque se le acabó la ropa y entonces no tenía con que cubrirse”, dijo la ministra.
El jefe de la Unidad de Cuidados Intensivos, el médico Manuel Bello Quezada dijo que le harán una evaluación mental para saber si hay daño psicológico y luego se le va a dar un tratamiento específico.
Pero Rodríguez destacó sus deseos de vivir, y reveló que “está comiendo bien, tiene mucha hambre, está pidiendo una pupusa y quiere comer tortillas, eso es lo que quiere. Ya comió tortilla con queso”.
El caso de Alvarenga atrajo la atención de todo el mundo y cientos de periodistas llegaron al país ávidos de conocer en detalle una odisea que muchos consideran un cuento chino: un hombre que atraviesa 10.500 kilómetros (6.500 millas) en el Océano Pacífico en un pequeño bote entre México y las Islas Marshall.
“Él nos cuenta que se alimentó con la sangre de las aves, de tortugas, los ojos de las aves, todo ese líquido era el que consumía demás de sus propios fluidos corporales, especifico orina, para mantenerse al menos hidratado, demás la lluvia que caía le permitía mantenerse hidratarse”, dijo Yeerles Ramírez, director del hospital.
El caso de Alvarenga, “reta a la concepción de la fisiología que hemos manejado durante mucho tiempo, pero los milagros existen y eso considero que no hay que dudarlo”, señaló.
La ministra destacó que Alvarenga tuvo la capacidad y perspicacia de alimentarse, protegerse del sol con lo que le había quedado en el bote, “una hielera que le permitía cubrirse del sol, y que hizo todo lo necesario para mantenerse hidratado”.
En cambio, dijo la funcionaria, su compañero de viaje que murió un par de semanas después, “no toleraba la comida (que Alvarenga comía), la vomitaba, le repugnaba, no fue capaz de tomar su orina, no soportaba la comida cruda”.
En una breve presentación ante los periodistas el martes, Alvarenga trató de hablar, pero cuando tomó el micrófono no pudo articular palabras, se cubrió el rosto con su manos y dio la impresión de que lloraba.
El pescador fue trasladado de inmediato al hospital donde fue recibido por una hija que no lo recordaba y su madre que pensó que había muerto por no tener noticias sobre él desde hace años.
También se reunió con dos de sus seis hermanos que llegaron el martes de Maryland, Estados Unidos.
La odisea de Alvarenga causó sorpresa y dudas cuando apareció en el atolón de Ebon hace unas dos semanas, de complexión robusta y menos tostado de lo que parecería después de pasar más de un año a la intemperie. Pero al iniciar la travesía su cuerpo era mucho más voluminoso, y los médicos hallaron que estaba inflamado y dolorido y que padecía deshidratación.
Su padre, propietario de un comercio y un molino harinero en la costa salvadoreña, dijo que su hijo se hizo a la mar desde los 14 años. “El mar era lo suyo”, dijo Orellana la semana pasada.
María Julia Alvarenga, de 59, afirmó que su hijo siempre ha sido muy fuerte y resistente.