“Creo en el componente mágico de la existencia. Vivimos en un mundo misterioso en el que pasan cosas extrañas, que no tienen explicación, y que a mí me enriquecen la vida y enriquecen lo que escribo”, dice Isabel Allende con energía contenida.

“Creo en el componente mágico de la existencia”

“No me propongo convocar fantasmas, poner en literatura cosas sobrenaturales, simplemente pasan”.

La última novela de Isabel Allende, “El juego de Ripper” —“Ripper” en su versión en inglés—, es la primera incursión de la autora en el género policiaco.

“Yo quiero que el escenario donde transcurre la ficción sea tan realista que el lector me crea”.

“¿Por qué tengo que elegir? ¿Por qué no puedes tener un pie de donde vienes y un pie a donde vas?”

“Tengo la ventaja de haber sido hija de diplomático, haber viajado toda mi infancia, haber sido exiliada política, y después inmigrante… He sido extranjera toda mi vida”

Asegura que se siente siempre “otro”: “Soy siempre la más bajita y ahora soy también la más vieja en cualquier reunión… Pero eso me enorgullece, me da una tremenda seguridad, no me diluyo en el ambiente”.

“El bagaje cultural que nosotros (los latinos) tenemos nos hace más ricos, podemos tener las dos cosas, no hay que perder nada”.

“Alberto: vengo de la cultura latinoamericana y desde hace 26 años estoy inserta en la cultura estadounidense influenciada por el inglés. No me quiero poner títulos: realismo mágico, escritora feminista… ¡Déjenme en paz!”
Es temprano en esta tarde cubierta del frío metálico de Washington al finalizar enero. Y Allende encaja el tema de la “magia” con estrategia pugilística, amenazando con un doblete de golpes que noquee de una vez por todas eso de que una de las escritoras más celebradas y más prolíficas de las últimas décadas tiene que ser “una realista mágica”.
“Acabo de estar en The Thurbur House en Columbus, Ohio… fue manicomio, se quemó, murieron varias personas… tienen un fantasma… incluso han ido síquicos a fotografiar los fantasmas… Pero no es Sudamérica, es Ohio. Aquí eso no es realismo mágico”.
La explicación la sentí como un golpe en el mentón. Pensé que lo que venía a continuación iba a impactar por debajo de la cintura. Pero me salvó la campana: “Alberto, yo no estoy segura de nada y estoy abierta a todas las posibilidades. No me propongo convocar fantasmas, poner en literatura cosas sobrenaturales, simplemente pasan”.
La última novela de Allende, “El juego de Ripper” —“Ripper” en su versión en inglés—, es la primera incursión de la autora en el género policíaco. “Ripper” es un juego de internet que consiste en buscar a Jack el Destripador en el Londres de 1888. Allende vio jugar a su nieta en línea y pensó que podía construir una novela con ese concepto. Y así nace la historia: un grupo de cinco adolescentes y un abuelo se ponen a resolver crímenes que suceden en San Francisco en 2012. La chica que maneja el juego, Amanda, es hija del jefe de homicidios en San Francisco y conoce detalles de lo que está pasando. Los crímenes se suceden y los jóvenes siempre van un paso más adelante de la policía porque no están sujetos a limitaciones éticas, morales, protocolo policial… Ellos van jugando y la novela se va poniendo más truculenta.
¿Pero por qué un “thriller”? “Porque mi agente, Carmen Balcells, me sugirió que escribiera una novela a medias con mi marido (el ex abogado y autor de novelas de crímenes, William Gordon)… Lo intentamos, pero acabamos peleando como perros: él escribe en inglés, yo en español; él escribe por 11 minutos, yo por 11 horas en la computadora. Conclusión: yo iba a hacer el trabajo y él se iba a llevar la mitad del crédito”.
Allende habla con golpes de humor secos, realistas, terrenales. Sólo una irónica dulzura, que viene de muy lejos, y adorna sus expresiones, suaviza la contundencia de sus palabras.
Me interesa saber el trabajo de trinchera que hay en la mayoría de sus novelas. Dice que “La Isla bajo el mar” fue muy difícil. Le menciono “Inés del alma mía” y reitera que fue “muy difícil de investigar también”. ¿Meticulosa o exigente?
“Yo quiero que el escenario donde transcurre la ficción sea tan realista que el lector me crea. Y hasta ahora ningún historiador ha notado ningún fallo porque los investigo y de la investigación sale nueva información… En el caso de ‘Ripper’, como ocurre en una ciudad —San Francisco— que conozco muy bien, la investigación se centró en armas, venenos, medicina forense, autopsias…”
Le pregunto por la identidad, por las raíces, por la sensación que da Isabel Allende de ser una escritora global.
“¿Por qué tengo que elegir? ¿Por qué no puedes tener un pie de donde vienes y un pie a donde vas? Yo quiero quedarme con lo mejor de Chile y con lo mejor de Estados Unidos. No quiero tener que elegir… Tengo la ventaja de haber sido hija de diplomático, haber viajado toda mi infancia, haber sido exiliada política, y después inmigrante… He sido extranjera toda mi vida”.
Asegura no importarle esa sensación de “otredad”: “Soy siempre la más bajita y ahora soy también la más vieja en cualquier reunión… Pero eso me enorgullece, me da una tremenda seguridad, no me diluyo en el ambiente”. Y un mensaje para los jóvenes latinos que “se diluyen”: “Cuando me toca hablar ante jóvenes latinos que se pintan el pelo de amarillo y pretenden ser más estadounidenses perdiendo la lengua, les digo: es todo lo contrario, el bagaje cultural que nosotros tenemos nos hace más ricos, podemos tener las dos cosas, no hay que perder nada”.
Allende vive con serenidad su propia multiculturalidad y huye de estereotipos: “Vengo de la cultura latinoamericana y desde hace 26 años estoy inserta en la cultura estadounidense influenciada por el inglés. No me quiero poner títulos: realismo mágico, escritora feminista… ¡Déjenme en paz!”
Pero también es ella quien dice que “toda mujer inteligente es feminista”.
“En todos mis libros hay historias de mujeres que tienen que vencer obstáculos para sobrevivir y salir adelante”. ¿Y el feminismo?: “Cuando era una niña me di cuenta que ser mujer no tenía ninguna ventaja. Vivía en la casa de mi abuelo con unos tíos solteros, mis hermanas, mi mamá y yo. Los hombres de la familia lo tenían todo… mi mamá era una joven con hijos y sin marido porque el marido la abandonó en un país sin divorcio. Mi mamá vivía enferma por el estrés en que estaba…. En la pubertad me di cuenta que tenía que luchar contra la autoridad, mi abuelo, el patriarcado, la policía, la iglesia, todo el poder representado por el hombre… Después de los 20 empecé a leer a escritoras feministas… Empecé a trabajar como periodista y transformé mi rabia profunda en algo concreto: la lucha contra el machismo en Chile”.
Allende estaba convencida de que una lucha “tan justa y tan lógica” terminaría con el patriarcado en menos de una década: “Tengo 71 años y aquí estamos”.
Se define “realista y con los pies bien plantados en el mundo”. Y lo prueba explicando con lujo de detalles el trabajo de la Fundación Isabel Allende. La fundación nace en 1996: “En homenaje a mi hija Paula Frías cuya muerte prematura me devastó. Paula tenía solamente 28 años, era una joven graciosa y espiritual, la luz de nuestra familia. Durante su corta vida, Paula trabajó de voluntaria en comunidades marginales en Venezuela y España, ofreciendo su tiempo, su dedicación total y sus habilidades como educadora y psicóloga. Tenía un profundo espíritu de servicio”. La fundación ayuda a niñas y mujeres, sobre todo latinas, en áreas de educación, salud y protección (isabelallendefoundation.org).
Allende cree que todo lo que hacemos tiene consecuencias. Que no es casualidad que un martes 11 de septiembre, a la misma hora en que se produjo el golpe militar en Chile —apoyado por Estados Unidos— en Nueva York se produjera el ataque terrorista.
“Yo tengo la sensación de que camino por la vida con cuidado”, susurra Allende después de un silencio minimalista contrapunteado por dos ojos cuya expresión llena el breve vacío de palabras. Asegura que la literatura capta lo que está en el aire, que escribir es un acto de responsabilidad que trae consecuencias.
Rechaza ser la maga, pero admite que la palabra es mágica. Dice que, desde su segundo libro, tiene la sensación de que de tanto estar en silencio capta “cosas”.
Pero en esta tarde fría de Washington, acechando nieve, Allende, cálida y pasional, se reitera real como la vida misma. Y se ofrece terrenal y tangible, como en un poema de Neruda.
“Lo que me mueve son las emociones. Es la familia. Estoy muy metida en el mundo. Creo en la pasión por la vida, en que hay que tener un propósito, y estar comprometida con la realidad”.