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La vida en California, Maryland

El condado St. Mary’s se estableció en Maryland en 1637. El nombre tiene carácter religioso: en honor a María, la madre de Jesús. Según el Censo de 2010, cuenta con una población de 105.151 residentes. El condado acogió la primera colonia de Maryland y se considera el lugar donde primero se estableció, por ley, la libertad religiosa  —entre comunidades cristianas— en América del Norte. Aquí se encuentra la jurisdicción de California, la base aeronaval Patuxent River y la prestigiosa Universidad para humanidades, St. Mary’s College of Maryland.

El desembarco en lo que hoy es el condado de St. Mary’s —el 25 de marzo de 1634— se celebra anualmente como el Día de Maryland. Los colonos llegaron en dos barcos que partieron de la británica isla de Wight  el 22 de noviembre de 1633. En este condado de Maryland fue donde se celebró la primera misa católica en territorio de una de las 13 colonia británicas originales.

En 1649, Lord Baltimore, en acuerdo con la Asamble General de Maryland, aprobó la ley Maryland Toleration Act, que proporcionó libertad de culto a cualquier grupo religioso cristiano. Se considera ésta la primera ley de libertad religiosa en el Nuevo Mundo.

En el condado de St. Mary’s creció el abogado Francis Scott Key, autor del poema que sería la letra del himo de Estados Unidos, The Star Spangled Banner. Y aquí nació el novelista Dashiell Hammett. El condado es una peninsula rodeada de agua: el río Patuxent al noreste, el río Potomac al sureste, la bahía Chesapeake al este y el río Wicomico al oeste.

Hollywood es una jurisdicción del condado que recibió su nombre en 1867, cuando el dueño de la tienda Thompson’s General Store tuvo que darle un nombre a la oficina postal que abrió en el establecimiento. Al parecer, el comerciante se inspiró en un enorme árbol —un acebo o “holly tree”— que estaba plantado delante de su tienda.

—Alberto Avendaño

Letrero de Hollywood, en el condado de St. Mary's, Maryland


           
   

Cort. María Antón Lorenzo

Letrero de Hollywood, en el condado de St. Mary's, Maryland

De izquierda a derecha: Desiderio Martínez, María Cárdenas, María Antón, María D. Vidal en una de las típicas urbanizaciones de California, Maryland


           
   

Cort. Desiderio Martínez Vidal

De izquierda a derecha: Desiderio Martínez, María Cárdenas, María Antón, María D. Vidal en una de las típicas urbanizaciones de California, Maryland

La estación de bomberos en California, condado de St. Mary's, sur de Maryland


           
   

Cort. Desiré Vidal Perea

La estación de bomberos en California, condado de St. Mary's, sur de Maryland

De izda a derecha; Nicolás De la Hoz, Natalia Pérez-Traverso, , Marieta De la Hoz, Joaquín De la Hoz y Joaquín De la Hoz junior “Pete” en California, al sur de Maryland.


           
   

Cort. Desiré Vidal Perea

De izda a derecha; Nicolás De la Hoz, Natalia Pérez-Traverso, , Marieta De la Hoz, Joaquín De la Hoz y Joaquín De la Hoz junior “Pete” en California, al sur de Maryland.

Banderas de España y Estados Unidos en un vecindario en California, en el condado de St. Mary's en el sur de Maryland


           
   

Cort. Desiré Vidal Perea

Banderas de España y Estados Unidos en un vecindario en California, en el condado de St. Mary's en el sur de Maryland

Arbol de acebo o 'holly tree' que dio nombre a Hollywood, en el condado de St. Mary's en el sur de Maryland


           
   

ETL-Archivo

Arbol de acebo o 'holly tree' que dio nombre a Hollywood, en el condado de St. Mary's en el sur de Maryland

Cuando nos dijeron que iríamos a vivir a California estoy segura de que a todas se nos llenó la cabeza de pájaros. Era inevitable. A pesar de que sabíamos que nuestra California no era la de la costa oeste, sino otra bien distinta, en el extremo opuesto de Estados Unidos, me apuesto el cuello a que, por un momento, a las tres se nos fue la cabeza soñando con playas de arenas rubias y automáticamente nos vimos degustando un colorido cocktail al ritmo de los Beach Boys.

Pero soñar despierta tiene un límite. Nuestra California está en el sur de Maryland y es un pequeño pueblecito a una hora y cuarto de Washington, DC.

A medida que pasa el tiempo cada vez estoy más convencida de que California, la nuestra, y su vecina población, Hollywood, son seguramente fruto de un guiño humorístico que alguien quiso hacer en esta costa del este norteamericano. Nacidas y crecidas a lo largo de la carretera, la Three Notch Road, estas poblaciones del condado de St. Mary’s consisten básicamente en una concatenación de Malls o centros comerciales, con sus correspondientes áreas de aparcamiento, y de restaurantes de las franquicias más populares.

Pero volvamos a nuestra historia. Nosotras, María Antón, Natalia Pérez Traverso y quien escribe —Desiré Vidal Perea—, estamos casadas con unos hombres que han sido destinados en una misión internacional: tres años en la Base Aeronaval de Patuxent River. Nosotras somos “el equipo de apoyo” por decirlo de alguna manera. Venimos de España y, aunque sabíamos a dónde y a qué veníamos, ocurre que luego la realidad siempre acaba sorprendiéndote.

Y es que vivir en California, Maryland, es como convertirse en un personaje Disney. Te despiertan los pajaritos en la ventana, los venados cruzan las carreteras en familia al más puro estilo Bambi, la nieve decora los tejados y los niños hacen sus muñecos… Las estaciones se suceden anunciándose a bombo y platillo con su correspondiente catálogo de tonalidades: rabiosos verdes en primavera, algo más oscuros en verano, ocres en otoño y la desnudez pelada del invierno.

“La llegada es impactante”, me dice mi vecina y amiga María Antón. “Saber que el destino está cerca de Washington hace que uno se imagine un lugar con más vida… Al principio estás muy ocupada, acomodando la casa, ultimando el papeleo de los colegios, etcétera. Pero, cuando todo ello está en marcha, es momento de ver las posibilidades que te ofrece el lugar. En mi caso, por ejemplo, nunca había dispuesto de tanto tiempo para dedicarme a mí misma; desde hacer deporte a estudiar o desarrollar mis hobbies. Una gran ventaja es la posibilidad de mejorar el idioma, importantísimo cualquiera que sea tu sector profesional. El tiempo del que disponemos nos  ofrece la oportunidad de preparar y obtener un título en inglés avanzado que nos será de gran utilidad al volver a España…”

Por su parte, Natalia Pérez-Traverso tuvo que quedarse un tiempo más en España con sus tres hijos, Nico de 8 y los gemelos Marieta y Joaquín de 12 años, por asuntos de trabajo. Si todo va bien en un par de meses se instalarán aquí. Aun así, ya conocieron la zona el verano pasado y también han pasado las Navidades en esta California.

¨Si has vivido en una gran ciudad, siempre encontrarás en Maryland un remanso de paz”, describe Natalia. “Pero con la ventaja de poder acceder a otros lugares más urbanos en pocas millas. El acceso a estos lugares es bastante cómodo para ir y venir en un mismo día. Tener Washington, DC, a una hora y no vivir en el ajetreo de la ciudad es un lujo”, añade Natalia.

Según el Censo de 2010, en California residían 11.857 personas y había 4.327 hogares. Un 70 por ciento de la población es “blanca”, un 18 por ciento es “negra”, cerca del 6 por ciento es “hispana” y casi un 5 por ciento es “asiática”.

Conocemos a la pequeña comunidad hispana en la base aeronaval en esta comunidad que vive del campo, de la industria agropecuaria y de las enormes oportunidades profesionales que ofrece el sector militar. Para nosotras, venir a vivir a Maryland supone un cambio de vida radical y de crecimiento en positivo.

“Escapar de la rutina y empezar una vida nueva en un país totalmente distinto siempre es un reto. Yo me lo planteo como un periodo de bienestar familiar donde el balance de cada día siempre es positivo y creo que los pequeños inconvenientes a la hora de cubrir las necesidades más básicas mantienen la mente ágil. Además la amabilidad de los estadounidenses ayuda mucho.  La colaboración que recibes demuestra la generosidad y hospitalidad de esta sociedad”, comenta Natalia.

A pesar de que el GPS sitúa California a poco más de una hora de Washington, el intenso tráfico de las horas punta puede hacer que el trayecto se prolongue como ocurre al entrar o salir de cualquier gran ciudad. Quizás por esa razón California, y su vecina Hollywood, quedan tan lejos del mundanal ruido de la capital y podrían ser consideradas por unas foráneas como nosotras como ejemplos de la América profunda.

Gran parte de sus habitantes trabajan y viven directa o indirectamente de la Base aeronaval, alrededor de la cual han crecido poblaciones como Lexington Park gracias al éxodo de técnicos llegados desde todos los puntos de USA. A la población extranjera, entre la que también se encuentran nuestros vecinos italianos, hay que sumar la comunidad hispana, cada vez más importante en el Sur de Maryland, los autóctonos, granjeros en su mayoría, y los Amish, cuyos mercadillos de verduras orgánicas constituyen una de las grandes atracciones de la zona.

Esta parte de Maryland es perfecta para desconectar. Abunda la vegetación, los paisajes idílicos la fauna (venados, conejos, castores, aves varias…) y los cangrejos, que son la especialidad culinaria de la zona. La pesca y la caza son las actividades deportivas más seguidas, aunque el golf cada vez gana más adeptos gracias al campo de la Base de Patuxent River.

“El estar tan cerca de la bahía de Chesapeake y poder tener un barquito es también una forma de disfrutar del entorno y de la familia”, cuenta María Antón. “Nosotros aprovechamos los fines de semana, sobre todo en primavera y verano, para salir en la lancha. Los niños hacen algo parecido a esquí acuático y atracamos en las pequeñas playas de los alrededores. Es una estupenda forma de combatir los días de calor y disfrutar a la vez de las zonas de mayor atractivo de este área, como puede ser la parte de Solomon…”

El sur de Maryland también es ideal para disfrutar de la familia, sobre todo, si se tienen niños pequeños. Las urbanizaciones, de grandes casas, están ideadas y acondicionadas para ofrecer un espacio sin peligros, y cuentan con parques infantiles. Además se organizan actividades temáticas aprovechando las fiestas; Halloween, Christmas, San Valentín… Todo el mundo decora las casas sin reparar en gastos, convirtiéndose las propias urbanizaciones en un acontecimiento en sí; la gente va y viene de una en otra haciendo una ruta para ver los ornamentos.

“Otra de las cosas por las que compensa el hecho de vivir aquí es la experiencia  que supone para los niños, aunque al principio también les cuesta acostumbrarse… Un sistema escolar diferente y, principalmente, un idioma diferente. Pero en cuanto les escuchas hablar con un acento perfecto te das cuenta que el esfuerzo merece la pena”, dice María. Uno de sus hijos, Yago, está en España en la Escuela Naval, pero los otros tres, María, Gonzalo y Carlos, de edades comprendidas entre los doce y los 23 años, han superado diferentes etapas educativas en Estados Unidos.

“También los padres tenemos que acostumbrarnos al sistema educativo. La relación con el colegio por ejemplo es distinta a la que suele haber en España. En algunos colegios los padres deben colaborar con la institución a través de unas horas de voluntariado repartidas a lo largo del año que suponen, además de un modo de ayudar al colegio, una gran oportunidad para conocer a gente nueva, relacionarte con otros padres y madres, y practicar inglés”. María explica que para los adolescentes y jóvenes, que se encuentran un poco más aislados en esta zona,  la vida aquí tiene un efecto muy positivo, puesto que “los hermanos se unen más y hacen planes juntos, tanto entre ellos como también con nosotros, algo que en España no pasaba porque cada cual tenía su ambiente y sus amistades. El resultado es más unión en la familia y ya solamente por eso constituye una gran experiencia”.

Para Natalia también es muy valiosa la experiencia que supone para los niños el hecho de trasladarse a vivir aquí: “Además de que aprendan un segundo idioma, para mí es todavía más importante el hecho de que aprendan a desenvolverse en un ambiente multicultural que les enriquecerá y les educará en el respeto y la tolerancia hacia otras formas de entender la vida”. En cuanto a las alternativas de ocio, Natalia destaca que “la Base de Patuxent River ofrece planes para los peques como los campamentos de verano para niños y jóvenes, el cine etc”.

En cuanto a mí, mi nombre americano es María, que es en realidad mi First Name. Al principio te cuesta responder, pero luego te vas acostumbrando. En mi caso, tengo la gran suerte de que mi hijo Desiderio, de 14 años, se ha adaptado de forma espectacular al American way of life. Además, vine embarazada de cuatro meses y hace poco hemos tenido a Amanda, una preciosa niña que ya tiene ambos pasaportes y el Social Security Number que tanto les cuesta conseguir a los extranjeros. En este sentido, me sorprendió el trato que se dispensa en USA a las mujeres embarazadas. Todo el mundo por la calle, en el supermercado, en el teatro, te da la enhorabuena. Porque aquí los niños, hayan nacido o no, son sagrados.

Y es que, en general, en Southern Maryland la gente es muy agradable y educada. En cualquier establecimiento al que vayas te despiden diciendo que tengas un buen día, con una sonrisa que no parece forzada. Como si estuvieran realmente felices de hacer su trabajo.

Esta es nuestra California y nuestro Hollywood. No hay glamour, ni estrellas de cine. Pero estamos felices en el sur de Maryland, en el condado de St. Mary’s apoyando a nuestros maridos en su destino profesional en la base aeronaval de Patuxent River y aprendiendo a apreciar la vida en esta península con nombres fascinantes. Nuestra manera de vivir en Estados Unidos —y en Washington, DC— es llevar adelante a nuestras familias en la California y en el Hollywood de Maryland.

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