Reflexionar sobre un idioma en el contexto de las redes profesionales implica un análisis en clave laboral. Sin embargo, resulta también necesario abordar aspectos de naturaleza formativa, empresarial y sociológica, además de lingüística. Por ello, de forma preliminar, ha de subrayarse la importancia de la movilidad académica. Sin vivencias ni contactos interculturales disminuyen las oportunidades de trabajar y establecer redes. En este horizonte de proyección y atracción de talento, España dispone de una ventaja competitiva de primera magnitud, su idioma. El español es la segunda lengua más hablada del mundo y la tercera lengua más usada de internet, con un 8% de usuarios en el mundo. Estos datos adquieren todo su relieve ante el proceso de digitalización empresarial.
Por supuesto, educación y digitalización están cada vez más entrelazados. La enseñanza no se concibe sin recurrir a herramientas virtuales y en los países en desarrollo el reto es ahora la alfabetización digital. Por su parte, en la universidad la irrupción de los cursos masivos en línea está recomponiendo los esquemas heredados. Ello refleja lo que sucede a nivel profesional, donde la hegemonía digital es concluyente: los campeones de la economía son empresas tecnológicas. Ahora bien, quizá lo más relevante radique en la exigencia de que toda empresa se digitalice, toda vez que un mayor nivel de innovación empresarial revierte en una mayor productividad y en un riesgo menor de perder empleo.
Estas tendencias no son nuevas. Son norma desde hace años en los medios de comunicación, así como en los sectores financiero y turístico. Pero hoy afectan también a la economía industrial, a las infraestructuras, al ámbito inmobiliario, a los transportes y a la distribución. Estos sectores también tienen que innovar. En rigor, esto tampoco es nuevo: en economía, según Schumpeter, toda fase expansiva requiere de un progreso tecnológico derivado de la experimentación: a esto es a lo que hoy se dedican las startups. En consecuencia, la modernización del tejido productivo pasa por la innovación y la formación digital. Pero también pasa por el uso activo de las redes.
Cabe recordar que, antes de que apareciese internet, el concepto de red social ya existía. Hacía referencia a las capas en las que se estructuraba la vida cotidiana. En el mundo laboral, la inclusión en una red significaba entrar en un círculo de confianza, comunicarte con tus homólogos y cooperar con ellos. Dicho de otro modo, entrabas a formar parte de su comunidad. Actualmente, la “red de redes” ha convulsionado estas dinámicas. Tanto es así que internet ha dejado obsoleta la teoría de los “seis grados de separación”, esa hipótesis que afirmaba que es posible conectar a dos personas cualesquiera a través de seis intermediarios. Y es que las redes sociales han roto con todos los filtros, intermediaciones y circuitos jerárquicos que antes prevalecían.
Si, llegados a este punto, tomamos los elementos considerados (formación, digitalización y redes) y evaluamos su situación en Iberoamérica, se constata la importancia del español en las redes profesionales. En este sentido, no podemos olvidar que Iberoamérica registra ritmos de crecimiento con tasas medias del 4%. Pero tampoco que, como ha mostrado el sociólogo Frédéric Martel, las comunidades de internautas se agrupan simbólicamente, conforme a culturas y valores afines. De aquí se deduce que internet está favoreciendo el afianzamiento de la Comunidad Iberoamericana. Con todo, el momento en el que nos encontramos todavía es primario, debido a los modestos índices de penetración en los países de habla hispana; quizá por ello el español en LinkedIn registre cifras mejorables. Sin embargo, esto no hace sino presagiar el porvenir que le aguarda a nuestro idioma como lengua para los negocios. Baste con imaginar el impacto económico que supondrá que países como México, Venezuela o Perú doblen el porcentaje de internautas del que hoy disponen (en torno al 40%).
A tenor de lo dicho, el papel del español en la construcción de redes sin duda va a experimentar un incremento exponencial, fruto de una triple causa: la proliferación de empresas de base tecnológica en el subcontinente, la intensificación de relaciones comerciales entre Europa, Iberoamérica y Estados Unidos y, por último, la necesidad de las economías del resto del mundo de conocer el español. Se trata de predicciones que ya se están produciendo y que están implícitas en la articulación del Espacio Iberoamericano del Conocimiento. En definitiva, a la lengua española le esperan más buenas noticias, aunque solo llegarán con una decidida agenda digital iberoamericana, en la que participen todos los sectores de la sociedad, porque todos somos imprescindibles en el mundo virtual.
Jesús Andreu Ardura es director de la Fundación Carolina. El texto es parte de las palabras pronunciadas por Andreu durante el Primer Foro Internacional del Español, Madrid 23-26 de abril de 2015.