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"Un pedazo del cielo de GALA"

Gala: homenaje a Marta Casals y al chef José Andrés

Cuando la directora ejecutiva del Teatro GALA, Rebecca Reed Medrano, mostró la figura que servía de galardón para los homenajeados en la Noche de Estrellas dijo que era “un pedazo del cielo de GALA”—se refería a una de las imágenes que desde los años 20 del siglo pasado decoran el techo del teatro ubicado en la Columbia Heights de Washington, DC, y que recientemente volvió a la vida gracias al trabajo de una compañía de restauradores bolivianos.

Y al “cielo de GALA” se hicieron merecedores, la noche del 19 de mayo, dos personalidades que dejan huella humana en lo cultural, lo social y lo filantrópico: Marta Casals Istomin y José Andrés. La primera es la gran dama y protectora del legado de uno de los músicos más influyentes del siglo XX, su esposo Pablo Casals. El segundo es un generador de tendencias que ha utilizado la cocina como instrumento de cambio social.

Doña Marta nació Marta Montáñez Martínez en Huamacao, Puerto Rico. De adolescente fue estudiante de violonchelo con Casals en Nueva York y pocos años después se casaría con el genio musical español. Ella tenía 20 años, él 80. A la muerte de Casals, uniría su vida a un estudioso de su música, el pianista Eugene Istomin.

Casals Istomin, doña Marta, irradia música. Y ha dejado su huella en el Kennedy Center, en el  Manhattan School of Music, en festivales internacionales, en su apoyo a las causas culturales que, como ella nos dijo, alimentan el espíritu y nos hacen mejores. Ella es un pedazo de historia.

Y ese valor histórico-artístico es el que hizo que el chef José Andrés sintiera “el privilegio y el honor” de compartir con doña Marta aquella Noche de Estrellas. Una noche que el chef  vivió como un regalo recibido con humildad. Un regalo que Andrés compartió con su “faro de luz” —su esposa Patricia.

El chef José Andrés —español de origen— nos recordó su pasado de reinvención americana y su presente de orgullo hispanounidense. El teatro, dijo, le ayudó a ser mejor en la cocina. Pero el premio le llegaba al chef, no sólo por su capacidad artístico-culinaria, sino por su habilidad de generar el cambio social a través de World Central Kitchen y otras iniciativas internacionales y comunitarias.

Al final de la noche, las estrellas brillaron en su justa medida humana: reivindicando el valor de lo intangible y ayudando a una audiencia entregada a visualizar sueños.

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