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Romero fue beatificado en una misa 35 años después


Monumento a monseñor Romero en San Salvador.

Monumento a monseñor Romero en San Salvador.

El cardenal y enviado especial del papa Francisco, Angelo Amato, preside hoy, sábado 23 de mayo de 2015, la ceremonia de beatificación de Óscar Arnulfo Romero (1917-1980) en la plaza Salvador del Mundo de San Salvador

El cardenal y enviado especial del papa Francisco, Angelo Amato, preside hoy, sábado 23 de mayo de 2015, la ceremonia de beatificación de Óscar Arnulfo Romero (1917-1980) en la plaza Salvador del Mundo de San Salvador

Un grupo de acólitos carga las reliquias del mártir salvadoreño monseñor Romero (la camisa que llevaba el día de su asesinato)durante su ceremonia de beatificación hoy, sábado 23 de mayo de 2015, en San Salvador

Un grupo de acólitos carga las reliquias del mártir salvadoreño monseñor Romero (la camisa que llevaba el día de su asesinato)durante su ceremonia de beatificación hoy, sábado 23 de mayo de 2015, en San Salvador

Fotografía cedida por la Presidencia de El Salvador hoy, sábado 23 de mayo de 2015, que muestra a (i-d) los presidentes de Panamá, Juan Carlos Varela; de Ecuador, Rafael Correa, y de Honduras, Juan Orlando Hernández, durante la ceremonia de beatificación de Óscar Arnulfo Romero (1917-1980),

Fotografía cedida por la Presidencia de El Salvador hoy, sábado 23 de mayo de 2015, que muestra a (i-d) los presidentes de Panamá, Juan Carlos Varela; de Ecuador, Rafael Correa, y de Honduras, Juan Orlando Hernández, durante la ceremonia de beatificación de Óscar Arnulfo Romero (1917-1980),

Devotos asisten hoy, sábado 23 de mayo de 2015, a la ceremonia de beatificación de Óscar Arnulfo Romero (1917-1980) presidida por el cardenal Angelo Amato, enviado del papa Francisco, en la plaza Salvador del Mundo de San Salvador

Devotos asisten hoy, sábado 23 de mayo de 2015, a la ceremonia de beatificación de Óscar Arnulfo Romero (1917-1980) presidida por el cardenal Angelo Amato, enviado del papa Francisco, en la plaza Salvador del Mundo de San Salvador

Fotografía fechada el 22 de mayo de 2015 que muestra a Jorge Alberto Hernández, chófer de Romero cuando fue obispo de la diócesis de Santiago de María (Usulután), entre 1974 y 1977, mientras sostiene fotografías durante una entrevista en San Salvador (El Salvador). Defensores de derechos humanos y allegados a Romero dicen que el arzobispo, asesinado el 24 de marzo de 1980, era el "ancla" que impedía a El Salvador zarpar a un viaje de sangre y dolor que le costaría la vida de unas 75.000 personas en 12 años de guerra civil.

Fotografía fechada el 22 de mayo de 2015 que muestra a Jorge Alberto Hernández, chófer de Romero cuando fue obispo de la diócesis de Santiago de María (Usulután), entre 1974 y 1977, mientras sostiene fotografías durante una entrevista en San Salvador (El Salvador). Defensores de derechos humanos y allegados a Romero dicen que el arzobispo, asesinado el 24 de marzo de 1980, era el "ancla" que impedía a El Salvador zarpar a un viaje de sangre y dolor que le costaría la vida de unas 75.000 personas en 12 años de guerra civil.

San Salvador, 23 may (EFE).- Cientos de miles de católicos salvadoreños, junto a sacerdotes y jerarcas de esta iglesia, celebraron hoy la beatificación del arzobispo Óscar Romero con una misa que dio termino a la que celebraba el religioso cuando fue asesinado en 1980.

En la historia del nuevo beato persistían dos misas inconclusas, la primera fue el 24 de marzo de 1980 en la que se disponía a consagrar las especies del rito católico cuando una bala le perforó el pecho y destrozó la aorta.

La segunda, seis días después, el 30 de marzo del mismo año en la Catedral Metropolitana de San Salvador en el día de su exequias, unos estallidos iniciaron la estampida humana de los millares de feligreses presentes, el saldo fue un número indeterminado de muertos por aplastamiento, asfixia, tiros… y otra misa inacabada.

Pero el 23 de mayo de 2015, los asistentes inundaron los alrededores del monumento al Salvador del Mundo en San Salvador apenas amanecía.

En el 2013, el actual arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar, dijo que el uso político de Romero “para bien o para mal” afectó el proceso canónico abierto en el Vaticano desde 1994.

Pero llegó el día y miles de personas se congregaron en el centro de la capital salvadoreña. Muchos luchaban por el mejor lugar para ver el altar dispuesto para el acto religioso, otros se conformaban con la sombra de sus paraguas.

Antes de que el incienso inundara el altar, el ambiente en la asamblea religiosa parecía no tomar vida, los animadores cansados por la vigilia de la noche anterior no lograban prender el fuego de los devotos.

“Dále que la marcha es lenta pero sigue siendo marcha, dále que empujando al sol se acerca la madrugada, (…) dále salvadoreño, dále”, cantaban.

Al igual que la noche anterior, los recuerdos del beato pululaban, Romero multiplicado caminaba con el pueblo en camisas, bufandas y hasta en bolsas con agua para los sedientos.

Al repicar por tercera vez las campanas virtuales se dio inicio a la ceremonia, el canto de un coro fue la inyección de adrenalina que alejó lo soporífero de la mañana soleada.

“Que alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del señor, ya están llegando nuestros pies…”, resonaba en los edificios colindantes con el lugar.

“En virtud de nuestra autoridad apostólica, facultamos para que el venerable siervo de Dios, Óscar Arnulfo Romero Galdámez, obispo y mártir, pastor según el corazón de Cristo, evangelizador y padre de los pobres (…) en adelante de se le llame Beato”, leyó el biógrafo de Romero, Jesús Delgado, de un documento enviado por el papa Francisco.

El incienso subió a los cielos, corrieron lágrimas, los vivas espontáneos aparecieron, el calor no importaba, el cansancio era cosa de “paganos”, Romero subió a los altares y un halo de luz multicolor coronó el cielo salvadoreño.

“Es Romero, el cielo está de fiesta, nosotros estamos de fiesta”, dijo Esmeralda Ochoa.

“Con esta celebración se lleva a término la misa interrumpida el día de martirio y la interrumpida el día del funeral”, dijo Vincenzo Paglia, postulador de la causa de Romero en el Vaticano.

Agregó que “mientras sube a los altares como beato y mártir de frente a tanta violencia sangrienta en el mundo”, Romero sigue “hablando y pidiendo nuestra conversión”.

Por su parte, Angelo Amato, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos dijo en su homilía que “el martirio (de Romero) no fue una improvisación, sino que fue una larga preparación” porque “era un hombre de fe inquebrantable”.

“Romero no es símbolo de división sino de paz, de concordia y de fraternidad”, señaló el purpurado.

Tras estas palabras, un silencio protocolario y un grito solitario que desde la multitud decía “bajen al hijo del asesino”, otro par de asistentes lo repitieron, pero no causó el mismo efecto que los “vivas” de Romero.

El grito hacía referencia a Roberto d’Aubuisson hijo, cuyo padre, con el mismo nombre, es señalado por el informe de la Comisión de la Verdad de las Naciones Unidas que investigó los crímenes contra derechos humanos cometidos antes y durante la guerra civil salvadoreña de ser el autor intelectual del asesinato de Romero.

En contraste, María Luisa d’Aubuisson, hermana de Roberto d’Aubuisson padre y seguidora de monseñor Romero, dijo estar “contentísima” con la beatificación de Romero porque “le sienta muy bien no solo a El Salvador, sino a todo el mundo y a la Iglesia que tienen que unificarse, (porque) está muy dividida”.

“Se ha sentido la presencia de monseñor Romero entre nosotros, y mi mayor deseo es que nos traiga paz y reconciliación a este pueblo”, dijo.

Con Romero nombrado beato y la misa concluida, los millares de personas se dispersaron, con la esperanza que el beato Romero interceda por ellos, habitantes de uno de los países más violentos del mundo.

“Yo le pido a Romero mucha fortaleza para luchar y tener un pueblo mejor, sin violencia, sin tanto sufrimiento”, dijo Alma Argentina Flores, una octogenaria que disfrutó del evento desde una silla de ruedas.