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Dicen que la política es el juego de saber dormir con el enemigo —un juego de tronos donde el poderoso (reyes y reinas, caballeros y renegados, mentirosos y honrados)juegan duro para merecer sentarse sobre el Trono de Hierro.

¿En quién confiar para que te apoye en tus objetivos políticos? ¿Cómo atraer el apoyo de una mayoría en un ambiente políticamente fragmentado, donde optar por el centro es fácilmente percibido como demasiado a la izquierda?

¿Sufre Jeb Bush, ese candidato presidencial al que solo le falta declararse, bajo la pesada carga del linaje familiar? ¿Existe mayor esfuerzo y trabajo que el de un Bush que tiene ante sí el reto de la diferenciación?

Una rosa es sin duda una rosa, pero un Bush no es necesariamente un Bush.

Y cuando la política estadounidense comenzaba a hacerme sentir superficialmente filosófico, un artículo del 10 de junio firmado por los periodistas de The Washington Post Ed O’Keefe y Robert Costa me puso los pies en la tierra —de regreso a la realpolitik.

El gobernador Bush tiene problemas, escribieron. No se acerca a la proyectada recaudación de $100 millones, está empatado con otros cinco aspirantes, y persisten las cuestiones sobre su incapacidad para avivar a la base. Sí, “it is all about the base” —Meghan Trainor Dixit. “No treble.”

El problema para Bush es que en realpolitik, el tamaño importa. Y según una encuesta de Wall Street Journal-NBCnews: Mitt Romney tuvo problemas con los conservadores más tradicionales en 2011, pero lo de Jeb Bush puede ser peor en 2015.

Según el sondeo, un 28% de los conservadores tienen una concepción “negativa” de Bush, esto es el doble del “negativismo” que enfrentó Romney hace 4 años. A la pregunta: Si la primaria presidencial republicana fuera hoy, ¿a cuál de estos candidatos apoyaría? Marco Rubio ocupó la primera posición con 22%, luego Scott Walker con 17% y Bush se quedó tercero con 14%. En contraste, Romney fue líder, por amplio margen, en esta encuesta entre los conservadores en junio de 2011.

¿Tiene esto relevancia? Mucha. Estos conservadores dominan las primarias del GOP, son dos tercios del grupo que acaba eligiendo al candidato.

¿Qué le ocurre a Bush? ¿Es la posibilidad de un tercer presidente Bush lo que mantiene a distancia al votante del partido? ¿Es su centrismo y su actitud de conservador compasivo en el tema migratorio lo que le pasa factura? Una cosa es clara, Bush pasó de ser el candidato mejor posicionado para la escena presidencial a ser uno más de un grupo de apretujados aspirantes intentando subir a la cima. Y entonces llega la sorpresa: Bush rehace su equipo mientras se va de tour político por Europa y nombra al estratega republicano Danny Díaz para liderar una operación presidencial todavía por anunciar. ¿Sangre hispana para la campaña? ¿Es este nombramiento una buena señal?

La cuestion permanece: ¿Está Bush preparado? ¿Necesitará de dureza épica para controlar los Siete Reinos del GOP o le bastará con una pequeña dosis de maquiavélica House of Cards —ya saben, el empleo de astucia y duplicidad en el arte de gobernar?

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Avendaño es director de El Tiempo Latino, la publicación hispana de The Washington Post

@albertoavendan1

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