La negativa de Nicolás Maduro a aceptar observadores internacionales en las parlamentarias del 6 de diciembre, obedece a que está convencido de que sólo con trampa podrán derrotar a un pueblo cansado de tanta corrupción en el poder, de la incapacidad para solucionar los graves problemas que afectan al país y el desgate de un Gobierno “robolucionario” que ya está cavando su propia tumba.
Aún así, no podrán hacer nuevos fraudes para mantenerse en el poder por la avalancha de votos que la oposición sacará, no sólo en las parlamentarias sino en las presidenciales de 2019.
Es que la situación “no la aguanta nadie” como decía aquella vieja cuña presidencial de Luis Herrera Campins quien gobernó a Venezuela de 1979 a 1984, como parte de esos 40 años de verdadera democracia en los que AD y COPEI se repartieron el poder, con elecciones que nadie se robó
En esos años los venezolanos nos queríamos sin importar la ideología política, no nos mataban en las calles como hoy para robarnos un par de zapatos, ni mucho menos un paquete de papel toilet.
El chavismo-madurismo ha destruido al país en estos últimos tres quinquenios y yo soy una víctima de ello: cuando voy a Venezuela, tengo que estar encerrado. No me dejan ir a visitar a los amigos en Caracas porque me pueden atracar o matar en las mismas calles en las que me crié.
Es triste ver cómo hoy mis familiares cuando vienen a visitarme —sin dólares porque si los consiguen tienen que pagarlos a precios insólitos en el mercado negro— ya no quieren visitar los centros comerciales sino me piden que los lleve a los supermercados o farmacias para comprar comida o medicinas. En bochornoso como la comida y medicinas que brillan por su ausencia en un país rico que se encuentra entre los productores de petróleo con las más altas reservas probadas y probables de ese hidrocarburo en el mundo entero.
Muchos creyeron que con la muerte de Chávez empezaría a cambiar el problema. Ha sido peor. El caudillo tenía liderazgo y carisma y al menos podía dirigir a sus seguidores, algo que no ha podido hacer Maduro, quien dirige un Gobierno en el que sólo hay saqueadores asociados con los tiranos cubanos.
La situación actual es insostenible, imposible que empeore, estamos en recesión económica, con hiperinflación, impunidad, no hay división de poderes. Necesitamos un poder judicial confiable y que castigue.
Que ataqué la inseguridad y no con “pañitos calientes” y operativos disfrazados que han querido armar como el de la Cota 905 y los recientes de Juan Pablo II, que ellos han bautizado como Operación de Liberación del Puebol. Ahí están los mismos delincuentes que el Gobierno ha armado para que los proteja.
Tenemos que reconstruir la democracia que perdimos y las instituciones que han sido vulneradas, principalmente la vital PDVSA.
Pero sí hay esperanzas para Venezuela y el 6 de diciembre las empezaremos a hacer realidad.
Eso sí, tiene que haber una participación valiente y masiva de todos los venezolanos, no importa dónde estemos, para que haya una diferencia incuestionable y el Gobierno no pueda de ninguna manera alterar los resultados.