Los padres tienden a creer, equivocadamente, que el hijo mayor es más capaz en la escuela que su segundo hijo, pese a que los precedentes puedan indicar que ambos son igual de capaces, lo cual se traduce en que el de menor edad suele acabar rindiendo menos, de acuerdo a un estudio de la Universidad Brigham Young, BYU, en Utah.
Esta investigación encontró que las creencias de los padres sobre sus hijos —y las comparaciones que efectúan verbalmente en presencia de los niños— pueden hacer que las diferencias entre ambos hermanos se magnifiquen en la vida real, según el profesor y autor principal del estudio, Alex Jensen.
Los investigadores preguntaron a los padres qué hermano consideraban que era mejor en la escuela, y la mayoría de ellos respondieron que pensaban que el primogénito, aunque en promedio, el nivel de los hermanos era bastante similar, según constataron los investigadores.
Cuando el segundo es niña
El chico que los padres consideraban más inteligente tendía a hacerlo mejor con el paso de los cursos, en tanto que los niños considerados menos capaces, tendían a obtener una nota media relativamente peor en los años posteriores.
“Los padres tienden a ver a los hijos mayores como más capaces, pero en promedio no lo hacen mejor en la escuela que sus hermanos menores”, asegura Jensen. La única excepción en el estudio ocurrió cuando el primogénito era un chico y el segundogénito era una chica. En ese caso, los padres creían en general que la hermana era más competente académicamente que su hermano varón, lo cual al menos en términos de notas parecía ser verdad, según el estudio.
Entonces, ¿Qué deberían hacer los padres para preparar a todos sus hijos para el éxito en la escuela?
“Es difícil que los padres no se den cuenta o no piensen acerca de las diferencias entre sus hijos, y eso es natural pero, para ayudar a todos los niños a tener éxito, deben centrarse en reconocer los puntos fuertes de cada uno de sus hijos y tener cuidado de no verbalizar las comparaciones ante ellos”, reflexiona Jensen.
Las estrategias
El castigo es ineficaz para promover los logros cuando no abordan el problema de fondo que está causando el bajo rendimiento académico, según los investigadores.
En cambio, cuando los hogares tienen ambientes que estimulan el aprendizaje, así como unas interacciones cálidas entre padres e hijos, los niños obtienen mejores resultados.
“Son hogares donde los padres hablan regularmente con sus hijos, les proporcionan libros y juguetes, y les ofrecen más recursos y oportunidades para el aprendizaje”, explica la psicóloga Tang .
Tang y la coautora del estudio, Pamela Davis Kean, profesora de psicología en la U-M, examinaron cómo los padres responden al progreso académico de sus hijos y después valoraron cómo afectó esa respuesta a su trabajo escolar de cinco años después.
Las respuestas fueron separadas en dos categorías: punitivas (las que implicaban algún tipo de castigo) y proactivas (aquellas que implicaban una acción o intervención activa destinada a asumir el control de la situación anticipándose a los acontecimientos.
Limitar las actividades no escolares es útil, si el bajo rendimiento académico es el resultado de que el niño no pase suficiente tiempo en el trabajo escolar, pero no tanto si no entiende cómo resolver un problema de matemáticas, según las investigadoras.
Las acciones disciplinarias punitivas pueden ser problemáticas para los preadolescentes que están intentando ser independientes.
Tang y Davis-Kean sugieren a los padres que, además de crear un ambiente positivo en su casa, evalúen si el bajo rendimiento escolar del niño se debe a un problema de aprendizaje y no un problema de conducta, antes de decidir qué estrategia usar.
También indican a los padres que hablen con los profesores, porque pueden recabar comentarios que les ayuden a entender las razones que hay detrás de la actuación de su hijo.